Populismo y publicidad engañosa

Alfredo Bullard dice que los políticos, los competidores en el mercado político, quieren “regular peor, no que los regulen”.

Por Alfredo Bullard

¿Qué es el populismo? Es ofrecer en el corto plazo lo que no se puede cumplir en el largo. Es una forma, bastante cruel, de crear esperanzas sobre algo que no tiene ninguna esperanza.

El populismo se genera en asimetría informativa o en ignorancia, o en una mezcla de las dos. Los votantes no tienen la información ni los medios para entender las ofertas políticas. Así es fácil construir una promesa electoral cuya veracidad no puede ser verificada a bajo costo. El populismo no es ideológico. Lo hay de derecha, de izquierda y de centro. Todos los candidatos son, con más o menos énfasis, populistas.

Veamos algunos ejemplos. Yonhy Lescano basó su carrera política en mostrarse como paladín de la protección al consumidor y el combate a lo que llamaba “publicidad engañosa”, criticando empresas por ofrecer lo que no podían cumplir. Sin embargo, hace todo el tiempo lo que critica. Su propaganda política es una forma  burda (y cruel) de publicidad engañosa. No hace ningún esfuerzo para demostrar que puede cumplir lo que promete.

Pero no es el único. Verónika Mendoza ofrece una economía que no se puede alcanzar con sus propuestas de espantar la inversión y dice que generará un empleo que se reducirá si hace lo que propone.

López Aliaga es otro ejemplo, solo que de derecha fachistoide. Plantea medidas ilegales e inconstitucionales que no resolverán los problemas que dice que quiere solucionar.

Y la verdad no se salva ninguno.

¿Por qué el populismo es un modus operandi en la política? ¿Por qué no lo tratamos como la publicidad engañosa y sancionamos a los políticos que ganan elecciones con propuestas tan falsas como sus intenciones?

¿Por qué tratamos el mercado de ideas políticas tan distinto a como tratamos el mercado de bienes? ¿Por qué defendemos con ahínco tan distinto la libertad de mentir en política de la de ofrecer productos engañosos? Ambas cosas son una forma de “estafa” que es como los Lescanos, las Mendozas o los López Aliaga suelen calificar los actos que ellos mismos cometen en las plazas públicas prometiendo lo que no se puede cumplir.

El Premio Nobel de Economía Ronald Coase explicó esta paradoja hace ya varios años. Nos dice que en todos los mercados, los de ideas políticas y los de bienes, los productores (los políticos y las empresas) “tienen algunas razones para ser honestos y otras para ser deshonestos. Los consumidores tienen alguna información, pero no están completamente informados o, incluso, capacitados para digerir toda la información que poseen”. No se entiende por qué el mismo consumidor, cuando es elector, sí puede ser legítimamente engañado por Lescano y no cuando la desinformación proviene de una empresa.

Como nos sugiere el mismo Coase, los competidores en el mercado político quieren la libertad sacrosanta para expresar sus promesas que se niegan a reconocer a los competidores en el mercado de bienes. Quieren regular peor, no que los regulen. Quieren mentir libremente sin tener que responder por la veracidad de sus afirmaciones. Quieren poner al gato de despensero. Y el gato son ellos mismos. Si existiera en el Indecopi una Comisión de Propaganda Electoral Engañosa, la escala de multas se quedaría corta para corregir el daño que hacen sus promesas vacías.

Este artículo fue publicado originalmente en Perú 21 (Perú) el 15 de marzo de 2021.