PISA 2018
Macario Schettino comenta los resultados de la última evaluación de PISA y concluye que América Latina carece de jóvenes en niveles de excelencia.
En esta semana se publicaron los resultados del examen PISA (Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes) aplicado en 2018. En el caso de México, no hay gran variación, aunque Rafael de Hoyos sugiere que como la cobertura ha crecido, podemos encontrar una ligera mejoría en las evaluaciones. No lo sé, pero permítame comparar lo que ocurre con los países latinoamericanos en esta evaluación. Nuestro subcontinente sigue estando muy por debajo de Europa y Asia, y al interior del mismo, nosotros no estamos muy bien colocados.
Hay muchas formas de analizar los resultados de PISA. Yo prefiero comparar los extremos y no la media (o mediana, que es lo que en realidad publica PISA). Esto permite entender mejor nuestra capacidad de competir en el mundo, porque ahí seguimos, aunque ahora la retórica nacionalista y xenófoba esté aumentando.
En este año, la evaluación se centró en lectura, pero hubo mediciones en matemáticas y ciencias. América Latina suele salir mejor en lenguaje que en matemáticas, y esta ocasión no fue diferente. Pero tampoco imagine que salimos bien, nada más salimos menos mal. En promedio, los países latinoamericanos traen a la mitad de la población por debajo del módulo 2 del examen (es decir, en el nivel más bajo, el 1, o incluso sin llegar a él). El mejor país es Chile, donde nada más el 32 por ciento está por debajo de ese nivel. Le siguen Uruguay y Costa Rica, con 42 por ciento; México, con 45 por ciento, y con 50 por ciento o más Colombia, Brasil, Argentina y Perú, luego Panamá, con 64 por ciento, y República Dominicana, con 79 por ciento. Esta cifra se refiere a las personas que no pueden comprender bien un texto a los 15 años de edad.
En el otro lado del espectro están los que llegan a los módulos 5 y 6, antes llamados 'de excelencia'. Ahí, Chile es nuevamente el mejor, con 2,6 por ciento de sus jóvenes en ese nivel. Brasil y Uruguay superan el 1,5 por ciento. Perú, Colombia y México rondan el 0,9 por ciento. Costa Rica y Argentina están en 0,6-0,7 por ciento; Panamá, en 0,2 por ciento, y Dominicana, en 0,1 por ciento.
Esto significa que por cada joven en excelencia, Chile tiene 12 que apenas pueden leer. Uruguay y Brasil, 27. Colombia, 53. México, 58. Perú y Costa Rica, casi 70. Argentina, 74. Panamá, 300, y Dominicana, 800.
Pero en matemáticas, le decía, este continente obtiene peores resultados. Curiosamente, en ciencias no. En promedio, la diferencia de jóvenes por debajo del nivel 2 en ciencias y lectura es de apenas 3 puntos. En cambio, es de 14 contra matemáticas. Ahí, por cada joven en excelencia, Chile tiene 42 que no pueden resolver un problema elemental. Uruguay casi 50. Perú y Brasil, 70. México, 111. Colombia, 127. Costa Rica, 187. Argentina, más de 200; Panamá, más de mil, y Dominicana, más de 3 mil.
Es muy impresionante el avance de Perú en los últimos años, y tal vez la caída de Argentina. Los demás no nos movemos mucho (salvo la corrección por cobertura de la prueba, que espero revisar pronto). Sin embargo, la característica de América Latina perece ser la escasez de jóvenes en niveles de excelencia. Aunque nuestro promedio no es malo, casi no logramos colocar jóvenes en ese nivel. Y eso es determinante, porque es ahí donde están los líderes, en el área que guste: académica, mediática, empresarial, política. En pocas palabras: nos faltan líderes, y se nota.
Nuevamente, el mejor caso es Chile, con un promedio de 1,6 jóvenes en excelencia (en las tres áreas: lenguaje, matemáticas y ciencias). Le sigue Brasil, con 1,2; Uruguay, con 1,1, y de ahí hasta Colombia y Perú, con 0,6; México y Argentina, con 0,5; Costa Rica con 0,4, y Panamá con 0,1. Es el número de jóvenes por cada cien. Para comparar, España mete 7, EE.UU., 8. Los países asiáticos, como Japón y Corea, promedian 20. Las ciudades chinas evaluadas, 40.
Pueden seguir culpando a la historia, o a lo que gusten, pero los resultados son muy claros: faltan líderes en América Latina, y por eso los tuertos se convierten en guías.
Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 12 de diciembre de 2019.