Pedro Sánchez encarna a YO el Supremo

Hana Fischer considera que la reacción de las autoridades del gobierno español frente al desastre natural en Valencia revela algo acerca su supuesta ética y humanismo.

Por Hana Fischer

Dentro del mundo occidental la izquierda se ha posicionado como ciudadela de la ética y el humanismo. Para ello se vale de la retórica y el relato, es decir, parafraseando a Juan Bautista Alberdi, de “palabras floridas”. Sin embargo, cuando se contrastan los dichos con el accionar de algunos de sus representantes más conocidos, se descubre el abismo que los separa. Lo cual nos trae a la memoria lo que expresa la sabiduría popular: “Si quieres saber cómo es fulanito, dale un carguito”. 

Un ejemplo paradigmático al respecto es la coalición izquierdista que actualmente gobierna en España, con su presidente, Pedro Sánchez, a la cabeza.

Como es sabido, el martes 29 de octubre la provincia de Valencia fue víctima de una catástrofe natural de dimensiones colosales, que ha dejado un tendal de muertos, desparecidos y destrozos materiales a su paso. El fenómeno climático al que en España se denomina Dana, se caracterizó por abundantes lluvias que desbordaron ríos que arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Gran parte del dolor humano se podría haber evitado si las autoridades, tanto regionales como nacionales, hubieran actuado con diligencia y exhibido una moral sin fisuras, cosa que no ocurrió.

Nos vamos a centrar en la conducta de algunos políticos españoles izquierdistas porque son los que se atribuyen el monopolio de la ética y el humanismo, de la sensibilidad social, con el fin de demostrar cómo son en realidad. Es decir, al desnudo.

En el mismo momento en que la tempestad arreciaba y miles de voluntarios pertenecientes a la sociedad civil de toda España acudían a ayudar en lo que podían, el Congreso de los Diputados siguió impertérrito con la agenda de Pedro Sánchez de aprobar su poco democrático decreto real, con respecto a la conformación de las autoridades de la estatal RTVE

Como el resto de la actividad parlamentaria había sido suspendida en señal de respeto hacia las víctimas valencianas, los partidos de la oposición criticaron el accionar del Ejecutivo y sus aliados. La reacción de Aina Vidal, representante de Sumar, demuestra el cinismo de esta izquierda tan “humanitaria” y cuánto les afecta las desgracias de sus conciudadanos. Vidal ante las quejas de la oposición, con total desparpajo afirmó: “los diputados no estamos para ir a Valencia a achicar agua”. 

Pero la palma del despotismo exhibido en esas circunstancias se la lleva Pedro Sánchez, que parecería desconocer que él es tan solo un ciudadano igual al resto de los demás, que circunstancialmente ocupa la cabeza del gobierno. Su desprecio e indiferencia ante el dolor ajeno, su visión egocéntrica y poco empática, no pueden más que producir la mayor de las repulsas. 

Nuestras palabras hacen referencia a que varios días después de la tragedia y habiendo hasta entonces dejado a los damnificados a la buena de Dios, Sánchez junto con los reyes de España y Carlos Mazón, el presidente de la Generalitat de Valencia, visitaron una de las localidades destrozadas. Al llegar, la comitiva fue recibía con insultos, una lluvia de barro y algún golpe con el palo de escoba por parte de quienes, entre cadáveres, estaban ayudando a limpiar la zona anegada. Una escolta de la reina Letizia sufrió un corte en la frente, el auto en que se trasladaba Sánchez resultó con la luna trasera rota y otros vehículos de seguridad también sufrieron daños.

Mientras los reyes se quedaban tratando de clamar la comprensible indignación de los ciudadanos y escuchando sus lamentos, Sánchez, pensando sólo en sí mismo, huyó rápidamente del lugar. Lo más lamentable fue que luego en una conferencia de prensa expresó: “YO estoy bien”. Agregó, sin el menor atisbo de sentido común, que ÉL había sido víctima de un ataque de grupos de ultraderecha que habrían actuado de forma concertada. “No nos vamos a desviar por la violencia de algunos elementos marginales”, afirmó. Relato que fue secundado por su ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

La diligencia que no mostró para paliar el sufrimiento de las víctimas de la Dana, la exhibió Sánchez descaradamente cuando se trata de sí mismo. De inmediato, Marlaska envió a la zona un helicóptero de urgencia y cinco agentes antiterroristas de élite de la Guardia Civil con el fin de cazar a los agresores de Sánchez. Se trata de la Unidad Central Especial 3 (UCE-3), especializada en sectas, movimientos racistas, xenófobos y antisistema. 

Fuentes del Instituto Armado consideraron exagerado todo ese despliegue. La presencia de miembros de la UCE-3 en esta investigación molestó mucho, porque se consideró que se estaban utilizando recursos que “no era necesario activar”. Ese descontento estuvo más que justificado porque de las investigaciones y arrestos realizados por la guardia civil hasta el momento, ha quedado claro que la agresión no había sido organizada por ningún grupo de “ultraderecha”, sino tan solo había sido la reacción espontánea de unos vecinos indignados por la conducta desaprensiva exhibida por las autoridades competentes.

Aunque las indagaciones siguen abiertas y no se descartan nuevas detenciones, lo que ha quedado completamente descartado fue la existencia de una trama organizada. "En ningún momento nos hemos encontrado con un solo indicio que apuntara en esa línea", aseguran fuentes cercanas a la investigación.

Por tanto, queda claro que los políticos izquierdistas españoles están muy lejos de encarnar a la ética y el humanismo. Ni siquiera sienten que los demás sean iguales en dignidad que ellos, dado que se colocan a sí mismos en un pedestal. Pero quien se lleva todos los laureles es Sánchez, quien sin lugar a duda en su fuero íntimo se considera “YO, el Supremo”.