Paz, ¿a qué costo?

Jorge Chuya comenta el fin de las protestas en Ecuador por la eliminación del subsidio a los combustibles, medida que fue derogada ante las exigencias de los líderes indígenas para desmovilizar a su base.

Por Jorge Chuya

Esta semana Ecuador volvió a la “paz”, pero sigue quedando un sabor amargo. Queda esa sensación de haber cedido ante la extorsión. Quedan los incontables daños a las diferentes ciudades y la pérdida de millones al sector productivo del país –el saldo parcial se estima en $2.300 millones. Queda la decepción de no poder encontrarle esperanza al futuro del país.

Lo que empezó como una movilización indígena pacífica, día tras día se convertía en marchas violentas ante la propiedad pública y privada. Todos tienen el derecho constitucional a protestar, pero no tienen el derecho a comportarse como criminales. Lo que Ecuador vivió en estos días fue un sometimiento a la extorsión. Me das lo que quiero o destruyo el país.

Fueron casi dos semanas de protesta y en ningún momento se escuchó a los líderes indígenas proponer alternativas. Solo querían la derogatoria del decreto que eliminaba el subsidio a los combustibles a toda costa. De esa forma, no se logran consensos. Ecuador se enfrenta a un período de recesión económica en donde más del 50% de los ecuatorianos no tiene un empleo adecuado. Estamos en crisis y se necesitaban tomar medidas. Se podían tomar dos caminos para cubrir el déficit estatal. Primero, se podía incrementar los impuestos para aumentar los ingresos. O, por otro lado, se podía recortar gastos para encontrar equilibrio fiscal. Más allá de cualquier acuerdo con el FMI, la eliminación del subsidio a los combustibles era lo correcto y lo necesario.

El gobierno fue valiente al tomar una decisión que hubiera sido histórica para el país. Si se incrementaban los impuestos se ahorcaba más el bolsillo de los pobres y la clase media. La eliminación del subsidio iba a ser dura a corto plazo, pero representaba un gran beneficio económico y social en los siguientes años. ¿Qué alternativa ofrecían los manifestantes? ¿Cómo piensan que podremos salir de este difícil momento económico? En tal caso, si su preocupación era por el incremento del gasto para las familias más vulnerables, se podía haber discutido la creación de proyectos para redireccionar esos fondos hacia quienes más lo necesitan. Existían varias formas para poder arreglar esta situación, pero se escogió la dirección equivocada.

Los daños provocados por estas protestas son incontables. Según estimaciones de diversas asociaciones empresariales, se estima que se perdieron aproximadamente 1.400 millones en esos doce días. A eso hay que sumarle los gastos de reconstrucción para la ciudad de Quito por el saqueo y destrozo de varios bienes públicos y privados. Es oportuno preguntarse, ¿alguien pagará por todos estos daños? ¿La justicia ecuatoriana funcionara adecuadamente con los detenidos en delito flagrante? Por otra parte, no hay razón que justifique la violencia en estos días. Ataques a civiles, policías, periodistas, personas de la tercera edad, y niños. La represión que hubo por ambas partes es completamente condenable.

Lo más penoso de todo esto es que quizás no se haya aprendido la lección. Al ceder ante este tipo de presión violenta se deja la puerta abierta a futuros ataques. Ecuador no puede fortalecer sus bases democráticas y el estado de derecho si la estabilidad institucional es amenazada cuando se plazca. Para ser prósperos no solo se necesita tener una economía estable, sino también ser capaces de respetar el orden constitucional y garantizar la seguridad jurídica del país. Aún nos falta madurar mucho como sociedad.

Hoy tenemos paz, pero ¿Cuánto nos costó? Ecuador perdió. Se perdieron vidas humanas. Pierden los principios democráticos. Perdimos porque queda el precedente de que, si un grupo se torna violento y protesta contra un gobierno, se cederá. Gana el miedo y la violencia. Gana la extorsión. Hoy Ecuador tiene paz, pero vivimos en un país mucho más inestable democráticamente y con más división que nunca. Perdimos todos.