Posponiendo el problema del financiamiento público con ayudas de emergencia

Romina Boccia señala que el gobierno de Estados Unidos intentará endeudarse en más de cuatro veces la cantidad de deuda, en sólo los próximos 30 años, que lo que ha pedido prestado en toda su historia.

Por Romina Boccia

Es una señal positiva que el Congreso haya evitado hace poco un cierre innecesario y derrochador del Gobierno. Pero la tarea de financiar responsablemente el gobierno para el próximo año fiscal sigue pendiente. Mientras tanto, el mayor desafío fiscal –la creciente deuda y el aumento de los costos por intereses– sigue empeorando.

Como predije hace unas seis semanas, es probable que el Congreso se abstenga de financiar el gobierno en su totalidad antes de la fecha límite reglamentaria del 1 de octubre, debido a las profundas divisiones sobre los niveles de gasto discrecional, la forma de financiar las cuentas federales de socorro en caso de desastre, y si se debe proporcionar un gasto de emergencia adicional para Ucrania.

Ahora lo han conseguido, trasladando esta lucha al viernes anterior al Día de Acción de Gracias, empujando una vez más a los legisladores contra un plazo festivo. Esta es una vieja historia en Washington que sigue repitiéndose. No hay nada como la presión de los plazos para persuadir a los legisladores de que dejen pasar una mala política.

No se trata de una resolución de continuidad completamente limpia, ya que el Congreso añadió 16.000 millones de dólares en gastos de emergencia designados para apuntalar las cuentas federales para catástrofes. Este nuevo gasto deficitario se suma a los límites de gasto acordados por el Congreso en el acuerdo sobre el límite de deuda (FRA, Ley de Responsabilidad Fiscal) para cubrir principalmente un déficit presupuestario preexistente de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) que los legisladores conocían desde hace muchos meses. Las cuentas para catástrofes de la FEMA deberían presupuestarse en su totalidad dentro de los límites de gasto existentes, y no depender de una corriente de financiación del déficit separada porque al Congreso le resulte más cómodo gastar más que recortar el gasto federal despilfarrador e ineficaz en otras partes del presupuesto. Una vez más, el Congreso ha optado por la vía fácil.

El Congreso debe adherirse a los topes de gasto acordados en el acuerdo sobre el límite de deuda sin trucos presupuestarios falsos y sin reventar el presupuesto designando financiación regular como si fuera para emergencias.

Y lo que es más importante, el Congreso debe abordar seriamente el crecimiento insostenible de la deuda estadounidense, impulsado casi en su totalidad por el aumento de los costos de la sanidad, la Seguridad Social y los intereses. La semana pasada, el tipo de interés del bono del Tesoro a 10 años alcanzó el 4,5% por primera vez desde 2007, lo que disparó el costo del servicio de la deuda federal, una deuda que ya es tan grande como toda la economía estadounidense y que crece a un ritmo peligroso.

Según las proyecciones actuales, el gobierno federal intentará endeudarse en más de cuatro veces la cantidad de deuda, en sólo los próximos 30 años, que Estados Unidos ha pedido prestada en toda su historia (120 billones de dólares frente a los 26 billones de deuda pública).

Aunque el control del gasto discrecional, que financia una parte cada vez menor (ahora el 27%) de las actividades del gobierno federal, es importante, el actual debate sobre la financiación del gobierno, que se reanudará en serio antes de la fecha límite del cierre del 17 de noviembre, es en gran medida simbólico. El mayor reto fiscal de Estados Unidos radica en el crecimiento descontrolado de la sanidad federal y los programas de ayuda a la vejez.

Las repetidas luchas por el cierre y las resoluciones continuas no nos han acercado a la reforma de la Seguridad Social y Medicare, que son responsables del 95% de las obligaciones no financiadas a largo plazo.

Una comisión no partidista, siguiendo el modelo de la exitosa Comisión de Realineación y Cierre de Bases (BRAC, por sus siglas en inglés), es nuestra mejor esperanza para frenar el insostenible crecimiento del gasto en sanidad y Seguridad Social, antes de que una grave crisis de deuda obligue a tomar medidas más drásticas y dolorosas.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 2 de octubre de 2023.