Cómo evaluamos a los políticos
Gabriela Calderón de Burgos explica que los criterios que utilizamos para evaluar a los políticos revelan qué valores comparte la corriente dominante de una sociedad.
Por Gabriela Calderón de Burgos
A la Asamblea se la suele calificar en base a la producción de leyes, sin importar la calidad ni las consecuencias, muchas veces perjudiciales. Considerando las ocurrencias de los asambleístas, tal vez sería mejor lo contrario: que limiten sus impulsos de legislar.
A los presidentes se los suele evaluar por dos criterios que, a grandes rasgos podemos resumir en "obras públicas" y/o "gasto social" y "mano dura". No importa que los megaproyectos sean las principales fuentes de corrupción, ni que gran parte del gasto social se quede en manos de los que parten y reparten, llegando migajas a los pretendidos beneficiarios. Tampoco suele importar que haya abusos de poder y atropellos a los derechos de los individuos en el ejercicio de la "mano dura".
Estos criterios revelan los valores que predominan en nuestra sociedad y se ven reflejados en el comportamiento de nuestra clase política. Somos adictos al pensamiento mágico, queremos resultados a corto plazo sin realmente cambiar nuestro comportamiento y no es una prioridad respetar lo ajeno ni conservar la libertad.
Desafortunadamente, los valores que conducen al desarrollo a largo plazo son prácticamente los opuestos. No hay soluciones mágicas, el progreso es el resultado de un esfuerzo sostenido a largo plazo. El desarrollo no es algo que se da repentinamente, sino que se da de manera gradual. Pasar de la pobreza a la riqueza es el resultado de muchas pruebas y errores, que derivan en innovaciones y cambios radicales en las formas de hacer las cosas y en los incentivos. Esto último es clave porque una sociedad que carece como piedra angular el respeto a la propiedad privada carecerá de incentivos para crear y acumular riqueza.
En vista de estos valores alternativos, ¿cuáles son ejemplos de tal vez los mejores gobiernos de los últimos 40 años? En mi opinión, Sixto Durán Ballén y Jamil Mahuad. Durán Ballén eliminó los controles cambiarios y sobre el comercio internacional que ejercía el Banco Central e introdujo al país en la Organización Mundial de Comercio, grandes reformas estructurales que posibilitaron un mayor crecimiento a largo plazo y más libertad para elegir de los ecuatorianos. Mahuad dolarizó la economía y firmó la paz con Perú, la primera siendo tal vez la reforma estructural más importante del último siglo.
Pero según al menos un par de encuestas realizadas en los últimos años, sale a la cabeza de la lista el expresidente Rafael Correa, uno de los presidentes más gastadores y autoritarios en nuestra historia contemporánea. Jamil Mahuad sale entre los peores.
¿Qué le suelen pedir estos días al presidente Lasso y a los candidatos que ya están formando sus plataformas de campaña? Más mano dura y más gasto en obras con el dinero de otros. Más de lo mismo. No esperemos un gran salto hacia adelante.
No debe sorprendernos, los políticos usualmente hacen pactos para cumplir su objetivo principal: mantenerse en el poder. Además, suelen gastar alegremente el dinero de otros. Ellos, como muchos de nosotros, están interesados en el corto plazo y en lo visible. Por ejemplo, siempre preferirán construir una cancha deportiva antes que una planta de tratamiento de agua, aun cuando la segunda derivará en un beneficio muy superior.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 26 de mayo de 2023.