Los datos comerciales de EE. UU. y China de 2022 no muestran signos de un desacoplamiento generalizado
Clark Packard y Alfredo Carrillo Obregon notan que el comercio bilateral entre EE.UU. sigue siendo importante y que cualquier reducción de los años recientes ha sido más que compensada con importaciones a EE.UU. desde otros países del sudeste asiático y otros grandes exportadores.
Por Clark Packard y Alfredo Carrillo Obregón
A principios de esta semana, la Oficina del Censo publicó sus datos comerciales oficiales de 2022. Como señaló nuestro colega de Cato, Scott Lincicome, los datos generales continúan debilitando la narrativa popular impulsada por políticos y expertos sobre la desaparición de la globalización. En un nivel más granular, los datos son reveladores para los observadores del comercio entre EE.UU. y China.
En primer lugar, a pesar de todo lo que se habla de “desacoplamiento estratégico”, los lazos comerciales siguen siendo fuertes entre EE.UU. y China. En los últimos 5 años, los políticos de Washington y Beijing han erigido grandes barreras comerciales entre los dos países: los aranceles y las represalias han ido y venido; las políticas industriales de mano dura en EE.UU. y China destinadas a impulsar la producción nacional de bienes “estratégicos” aparentemente para disminuir la dependencia del otro; nuevos controles de exportación impuestos por Washington sobre semiconductores y productos relacionados. Del mismo modo, las estrictas políticas de cero Covid de Beijing cerraron grandes sectores de la economía china en 2022. A pesar de estos movimientos, los datos sobre el comercio bidireccional de bienes entre EE.UU. y China alcanzaron los $643.800 millones en 2022, en términos reales.1 Si bien este número es ligeramente inferior al valor total real del comercio entre EE.UU. y China en 2021, está muy lejos de lo que cabría esperar si se produjera un “desacoplamiento” amplio entre las dos economías.
De hecho, que el comercio bidireccional continúe en volúmenes tan altos es un recordatorio de que el comercio se lleva a cabo entre personas y no entre gobiernos. Y las personas en EE.UU. y China están demostrando que no necesariamente están de acuerdo con los intentos de sus gobiernos de imponerles la autarquía o la desvinculación. Como dijo a Político el exrepresentante comercial adjunto de EE.UU., Ed Gresser, “hasta ahora, las decisiones de los consumidores han sido más poderosas que las de los gobiernos”.
En la medida en que las cadenas de suministro abandonaron China, otros datos comerciales sugieren que lo hicieron solo para reubicarse en otros países extranjeros –no en EE.UU. De hecho, la disminución real de las importaciones de China en 2021-2022 fue más que compensada por un aumento real en las importaciones totales de EE.UU. de otros países del sudeste asiático y otros grandes exportadores de todo el mundo.
En segundo lugar, los estadounidenses están pagando los aranceles. Los aranceles de Trump-Biden actualmente cubren alrededor de dos tercios de todas las importaciones de China a una tasa promedio de casi el 20%. Investigaciones recientes muestran que los aranceles y las represalias constituyen una parte del PIB aún mayor que los infames aranceles Smoot-Hawley de 1930. Como sugieren las cifras anteriores, si el objetivo de los aranceles es desviar grandes cantidades de comercio de China, estos han fracasado. En cambio, en la medida en que estén cubiertos por los aranceles, los estadounidenses –tanto las empresas como las familias– simplemente están pagando más por los productos en cuestión en un momento de inflación bastante alta.
Para ser claros, EE.UU. tiene críticas muy legítimas de una serie de prácticas comerciales y de inversión chinas. Sin embargo, la respuesta política de Washington –aranceles elevados, subsidios a industrias favorecidas y estrictos controles de exportación– está equivocada. En un próximo Análisis de Política de Cato, Scott Lincicome y Clark Packard hacen una serie de recomendaciones de política para superar económicamente a China en el siglo XXI. En lugar de limitar el intervencionismo de mano dura de China, argumentan que los formuladores de políticas deberían confiar en las fortalezas tradicionales de EE.UU. de un mercado relativamente libre: apertura al comercio, a la inmigración y los flujos de capital global; y regulación de toque ligero, particularmente con respecto a la industria de la tecnología, que está en el nexo de la competencia entre EE.UU. y China.
Quizás lo formuladores de políticas deberían ser más circunspectos sobre el comercio y la inversión en ciertos sectores sensibles, pero la realidad es que la gran mayoría del comercio entre los pueblos de EE.UU. y China es completamente inofensivo. A pesar de las tensiones geopolíticas más amplias, los datos comerciales de 2022 desmienten el argumento popular de que las dos economías más grandes del mundo se están desvinculando.
Nota:
1. La Oficina del Censo solo informa el comercio bilateral en dólares estadounidenses nominales (actuales). Usamos el índice de Gastos de Consumo Personal de bienes de la Oficina de Análisis Económico para transformar estos datos a dólares estadounidenses reales (constantes).