El tope al gas y la política de la Unión Europea benefician a China y Rusia
Daniel Lacalle considera que si la Unión Europea insiste en política energética intervencionista, la crisis energética pasará de los precios altos a problemas de suministro en el futuro cercano.
Por Daniel Lacalle
“El diablo me llevó a hacerlo la primera vez, la segunda vez lo hice yo solo”.»
Billy Joe Shaver.
Hace solo 15 años, la Unión Europea producía más gas natural de lo que exporta Rusia. Repetir los errores del pasado y continuar con una política energética intervencionista y fallida solo va a empeorar lo que ya es una crisis estructural.
Los problemas de altos precios de la electricidad y gas en Europa no son culpa del mercado, sino de una estructura de costes absolutamente endiablada donde el consumidor paga impuestos encadenados, el coste de las emisiones de CO2 –un impuesto encubierto– y subvenciones y otros costes regulados crecientes. Más del 60% de la tarifa son impuestos y costes regulados.
Europa no puede “topar” el precio del gas y el petróleo igual que no puede convertir el agua en vino. En un mercado global, lo único que haría es crear una enorme subvención que se paga después con mayores tarifas o más impuestos. En España sabemos el error monstruoso que supuso el déficit de tarifa y esto sería crear uno igual pero gigantesco.
En un mercado global e internacional, además, se crearían enormes incentivos de arbitraje que solo beneficiarían a China, que seguiría comprando materias primas rusas a descuento y vendiéndonos sus productos más competitivos.
No olvidemos que el tope del gas en España ha sido un auténtico desastre. Elevarlo a Europa sería aún peor.
Por un lado, como es una subvención encubierta, se ha disparado la demanda de gas en vez de reducirse como en el resto de Europa, según datos de Enagás. Adicionalmente el coste de la medida para el Estado se ha elevado a 13.000 millones de euros que pagaremos todos con más impuestos y ha generado un envío masivo de fondos a Francia, que se beneficia de comprar energía de España a precio intervenido que pagamos los consumidores.
El coste de exportaciones a Francia acumulado supera los 715 millones de euros (desde el 15 de junio al 4 de noviembre). Además, a los clientes con contrato fijo les supone un incremento masivo (+98 €/MWh) además de convertir sus contratos fijos en variables con una variación impredecible que depende del precio del gas.
Crear un déficit de tarifa, que es lo que haría Europa con la propuesta española, supone costes más elevados en el futuro y mayor deuda. Disfrazar el precio del gas o del petróleo a corto plazo dispara la demanda y además genera un sobrecoste cuya financiación vendrá en mayores tarifas e impuestos en el futuro.
Un tope europeo del gas y del petróleo no hace ningún daño a Rusia. Ya deberíamos haber aprendido que no se le pueden poner puertas al campo y que vía exportaciones a China e India y otros países asiáticos, Rusia sigue generando un superávit comercial récord.
Un “tope” europeo al gas y petróleo ruso no deja de ser una subvención a China a costa de los contribuyentes de Europa.
Ese tope del gas, además, generaría una demanda artificial al subvencionar el precio a corto plazo y con ello, se genera un incentivo perverso. Se usa mucho más gas y se perpetúa la dependencia de combustibles fósiles a medio y largo plazo. ¿Y qué debería hacer la Unión Europea?
- Necesitamos una política energética competitiva y que aproveche todas las tecnologías. No nos podemos permitir lujos de niño rico eliminando, retrasando y poniendo trabas a la inversión en seguridad de suministro.
- Usar los ingresos extraordinarios de los Estados por venta de derechos de emisión de CO2, por los que recaudarán más de 20.000 millones en la UE, para mitigar el coste de las familias más necesitadas.
- Reducir los impuestos en la gasolina y gasóleo que son más del 50% del precio para los más desfavorecidos y las pequeñas empresas.
- Reducir las cargas regulatorias de la tarifa que deberían estar en el presupuesto de los países, incluyendo subvenciones y costes no ligados al consumo.
- Incentivar la reactivación y extensión de la vida útil de las centrales nucleares e invertir en nueva capacidad vía los nuevos tipos de reactores.
- Incentivar la inversión en renovables desatascando la burocracia que está retrasando instalaciones ya comprometidas.
- Incentivar las renovables significa asegurarse el litio, cobalto y cobre necesario. Hay que minar y cerrar acuerdos con los productores para que no pasemos de depender de Rusia a depender de China y de Rusia.
- Recuperar la inversión en desarrollo de gas natural y eliminar la prohibición a la exploración y explotación de gas no convencional.
- Cerrar contratos a largo plazo con los suministradores principales de gas natural licuado como ha hecho China, que ha cerrado el contrato más largo de la historia con Qatar (a 27 años).
- Eliminar el contraproducente impuesto a las empresas energéticas que son las que invierten y pueden ayudar a garantizar el suministro.
- Fortalecer la garantía de suministro y estabilidad que supone la energía hidráulica con extensiones de contratos e inversión en minihidráulica.
- Dar facilidades fiscales para invertir en cogeneración.
- Fomentar la inversión en redes y energías alternativas –hidrógeno verde, etc.– con una visión de largo plazo y no nublada por la ideología.
Si la Unión Europea ignora estas medidas y se lanza de nuevo al intervencionismo, a subir impuestos e imponer modelos ideológicos e inviables industrialmente, la crisis energética, que ya era un problema de alto coste en 2019, será un problema de precio y de suministro en el futuro cercano.
Si no se entiende la necesidad de minar cobre, cobalto, litio y tierras raras para renovables y producir gas natural, además de fortalecer nuclear e hidráulica, pasaremos de depender de Rusia a depender de Rusia y de China.