La Junta de Desinformación de Ucrania: una idea terrible con resultados terribles

Peter Goettler considera erróneo confundir una crítica a la política de expansión de la OTAN con propaganda rusa.

Por Peter Goettler

Como hemos debatido recientemente aquí en EE.UU., las entidades estatales establecidas para discernir por la gente lo que es verdad y lo que es desinformación son una idea monumentalmente mala. Esto es particularmente cierto dado que invariablemente atacaran las opiniones con las que discrepan con el punto de vista de quien está en el poder, o que el gobierno considere inconveniente para su objetivos de política pública. Los “burós de la verdad” estatales son simplemente incompatibles con la misma idea de una sociedad libre y una democracia liberal.

Como para aportar un ejemplo contundente de esto en tiempo real, el “Centro para Contrarrestar la Desinformación” del gobierno ucraniano —establecido por el Presidente Zelensky en 2021 —este mes ha publicado una lista negra de académicos, formuladores de políticas públicas y otros a quienes acusa de “promover propaganda rusa” (ver también aquí). Entre estos se encuentra nuestro colega Doug Bandow.

Es absolutamente equivocado que la prolífica producción de Bandow acerca de Ucrania, Rusia y la actual guerra sea categorizada como desinformación o “propaganda rusa”. Bandow ha escrito durante años acerca de cómo los continuos pasos hacia la inclusión de Ucrania en la órbita de seguridad de la OTAN no convenía a los intereses de EE.UU. y —al aumentar la percepción por parte de Putin de que habían amenazas cerca de las fronteras rusas— arriesgaba a provocar una reacción seria por parte de Rusia. Además, él y muchos otros han advertido en contra de profundizar la participación de EE.UU. en el conflicto, considerando el riesgo significativo de desencadenar una conflagración más amplia: especialmente una guerra entre EE.UU. y Rusia o un riesgo aumentado de un intercambio nuclear.

Cato y sus académicos han condenado, en los términos más fuertes posibles, la agresión rusa contra Ucrania así como también la guerra de dos décadas del Presidente Putin en contra de la libertad y el liberalismo en Rusia. Pero es simplemente erróneo confundir un argumento acerca de que la política de expansión de la OTAN impactó el cálculo de seguridad de Putin con la idea de que hacerlo justifica su guerra en Ucrania. Mientras que Ucrania tiene un claro interés de profundizar el involucramiento de EE.UU. y la OTAN en su defensa, promover una política exterior estadounidense sensata que limite le riesgo para la seguridad estadounidense no lo coloca a uno del lado de Rusia en el conflicto.

Ucrania tiene derecho a sus propias leyes e instituciones —liberales o iliberales. Ha sido invadida por su vecino más grande y parece probable que perderá algo de su territorio debido a esa agresión. La devastación ha azotado sus ciudades y sus habitantes. Que dicho país no se esté adhiriendo firmemente a las ideas y valores liberales bajo dichas circunstancias no debería sorprender a los liberales.

Pero este tipo de acción —el establecimiento de unos mal concebidos burós de la verdad y la desinformación, y la injusticia de manchar la reputación de académicos destacados— no contribuye a la imagen de Ucrania como una nación que aspira a convertirse en una democracia liberal. Tampoco es probable que contribuya a su esfuerzo para combatir la guerra. Consecuentemente, Kiev debería retractarse de sus acusaciones de desinformación y disculparse por haberlas realizado.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 25 de julio de 2022.