La credibilidad de EE.UU. no está seriamente perjudicada por el fracaso en Afganistán

Ted Galen Carpenter considera que el fiasco de Afganistán no perjudica la credibilidad de EE.UU. ante sus aliados, puesto que no se puede igualar el compromiso que EE.UU. tenía con Afganistán con aquel que mantiene con, por ejemplo, Taiwán y Corea del Sur.

Por Ted Galen Carpenter

El fin caótico de la misión estadounidense en Afganistán está conduciendo a una cosecha de predicciones alarmistas. Una de las más destacadas es que el fiasco de Afganistán ha perjudicado severamente la credibilidad de EE.UU. Los adversarios de EE.UU. están supuestamente esperando explotar esa situación y moverse en contra de otros, ahora desmoralizados, aliados de EE.UU. Habiendo “abandonado” Afganistán, dice el argumento, todos los compromisos ahora están bajo sospecha y están abiertos a un potencial cuestionamiento

Aquellos que encienden las alarmas ven tres escenarios especialmente preocupantes. La confianza de los aliados europeos de EE.UU. en torno al compromiso de EE.UU. con su seguridad supuestamente ha sido puesta en duda, incluso algunos miembros de la OTAN están cuestionando la viabilidad continua de dicha alianza. El presidente checo Milos Zeman denunció que como la OTAN había fracasado en Afganistán, su legitimidad estaba en cuestión. Él argumentó que la desconfianza en la alianza liderada por EE.UU. “de una serie de países miembros crecerá después de esta experiencia porque dirán —si fracasaste en Afganistán, ¿dónde está la garantía de que no fracasará en cualquier otra situación crítica?

Los adversarios de EE.UU. y la OTAN se están preguntando si la misión fracasada en Afganistán se convertirá en un intento fracasado de defender a otros aliados alrededor del mundo. 

China supuestamente está deseosa de tomar el control del Mar del Sur de China e incluso moverse militarmente en contra de Taiwán. Corea del Sur ahora debe considerar la confiabilidad de su alianza bilateral con Washington si Corea del Norte se vuelve todavía más agresiva. El Representante Michael Waltz (Republicano de Florida) personaliza el alarmismo de moda. “Si yo estuviese en Taiwán o Ucrania ahora mismo viendo como se desarrolla todo esto, estaría asustado sabiendo que así es como EE.UU. reaccionará bajo esta administración”, dijo en un post en la red social Twitter. Incluso Donald Trump Jr. dijo mediante una publicación en una red social que “Cualquiera que haya sido la línea de tiempo de China antes de intentar tomar control de Taiwán, todos sabemos que ahora están preparando sus activos, sabiendo que nunca habrá una administración de EE.UU. más débil en el poder”.

Las alegaciones de que la pérdida de siquiera un cliente de seguridad perjudica fatalmente la credibilidad de EE.UU. no es algo nuevo. Los partidarios del imperio global de Washington de bases y estados clientes insistieron que el colapso del Sur de Vietnam conduciría a múltiples pruebas para socavar compromisos más destacados e importantes de EE.UU. De hecho, Moscú y Pekín supuestamente iban a utilizar las guerras de una supuesta liberación nacional para adquirir nuevos clientes y bases de operaciones en contra de EE.UU. y el Occidente democrático. Los críticos citaron la emergencia de regímenes pro-comunistas en lugares como Nicaragua y Angola, e (irónicamente) Afganistán como “prueba” del éxito de esa estrategia. En realidad, la adquisición de dichos clientes políticamente inestables y económicamente deficientes se volvió una carga para la Unión Soviética. El colapso del imperio soviético entre 1989 y el otoño de 1991 desacreditó considerablemente el argumento de que la caída del Sur de Vietnam había socavado fatalmente la credibilidad de EE.UU. y conduciría al triunfo global del comunismo. 

Las últimas predicciones apocalípticas son tan falaces como las anteriores. La credibilidad respecto de los compromisos de seguridad están principalmente determinados por dos factores: la importancia de la cuestión en juego para el poder garante, y el peso militar que el poder garante tiene disponible para hacer efectivo ese compromiso. La Unión Soviética no estaba inclinada a cuestionar el compromiso de Washington con la OTAN porque los líderes soviéticos concluyeron que EE.UU. probablemente estaba dispuesto a incurrir en grandes costos y riesgos para prevenir que Moscú obtenga control de los activos cruciales, estratégicos y económicos de la Europa no-comunista. 

Las situaciones que involucran a la OTAN y los compromisos de EE.UU. con otros aliados como Taiwán y Corea del Sur no son tan claras en un ambiente posterior a la Guerra Fría. Además, Washington ciertamente no los ve en la misma luz que Afganistán. Dada la importancia de esos clientes del Este Asiático, por ejemplo, no es probable que los líderes estadounidenses los abandonen —especialmente si Pekín sería el principal beneficiario. Además, EE.UU. tiene unas masivas fuerzas aéreas y navales desplegadas en la región del Pacífico Occidental y está contemplando fortalecer esa presencia. Dichos sistemas sofisticados de armas no son especialmente eficaces para lidiar con combatientes guerrilleros en una guerra civil del Tercer Mundo (como los eventos en Afganistán lo han confirmado) pero son mucho más relevantes en un escenario militar convencional entre las grandes potencias. Consecuentemente, un adversario no se atrevería a ignorar casualmente la capacidad de EE.UU. de hacerle frente a sus compromisos en el Este de Asia. 

Aun cuando los expertos han argumentado que las políticas de seguridad de EE.UU. hacia Taiwán y Corea del Sur necesitan ser revisadas y reconsideradas, igualando la respuesta probable de Washington con una jugada de poder en contra de Taipei o Seoul con la decisión de abandonar Kabul es absurdo. Afganistán nunca tuvo algo siquiera remotamente similar a la importancia estratégica y económica para EE.UU. que Taiwán, Corea del Sur y los principales países de la OTAN tienen. El nivel de credibilidad de estos compromisos posteriores sigue encontrándose donde estaba antes de los eventos de agosto en Afganistán.

Como otros funcionarios de la administración de Biden, el Secretario de Estado Antony Blinken se equivocó en muchas cosas acerca de la salida de Afganistán. Sin embargo, estuvo totalmente en lo cierto acerca de un punto importante. “La mayoría de nuestros competidores estratégicos alrededor del mundo no quisieran algo mejor que nosotros permaneciendo en Afganistán por otro año, cinco, o diez siendo esos recursos dedicados a estar en medio de una guerra civil”, dijo Blinken a CNN. Dejar a un lado obligaciones mal aconsejadas con clientes extranjeros débiles que tienen poco o nulo valor intrínseco para la seguridad estadounidense de hecho beneficia a este país en el largo plazo. Retener el peso de Afganistán en nombre de preservar la credibilidad de EE.UU. hubiese sido el sello distintivo de un sinsentido.

Este artículo fue publicado originalmente en The National Interest Online (EE.UU.) el 23 de agosto de 2021.