Un gobierno limitado

Gabriela Calderón de Burgos señala que las propuestas de Andrés Arauz y Yaku Pérez solo se pueden implementar sin respetar la división de poderes y re-escribiendo las reglas del juego que rigen la economía y la sociedad ecuatoriana.

Por Gabriela Calderón de Burgos

Los planes de gobierno no solo nos revelan las propuestas de los candidatos sino lo que estos piensan que el electorado ecuatoriano desea. En 2006 era claro que una mayoría de los electores buscaban una malsana mezcla entre un salvador y vengador. La utopía que se vendió entre 2006 y 2008 dio paso a una realidad distópica en la que los ciudadanos temían del gobierno y no, como debe ser, el gobierno de sus mandantes. 

El candidato de quien lideró ese reciente experimento revolucionario, Andrés Arauz, propone en su plan un retorno a unos días de gloria que nunca fueron. Habla de una “década de la igualdad” refiriéndose a la década en la que se creó una tremenda desigualdad de poder entre el estado y los ciudadanos, entre el partido gobernante y el resto de las fuerzas políticas, entre los alineados y los independientes. Pero las ideas de dirigir el destino de otros, de gastar del dinero de ajeno, siguen ahí. Vuelven a proponer la convocatoria de una Asamblea Constituyente, es decir, volver a re-escribir las reglas del juego con toda la incertidumbre y concentración de poder que sabemos que eso implica.

En la utopía de hacer un “hombre nuevo” no dista mucho el plan de Yaku Pérez, el candidato del Movimiento Pachakutik, el cual promete dar paso a “un nuevo tiempo” y “reorganizar el modo de vida”. También propone la quimera de una “Renta básica universal sin condiciones y permanente, financiada por quienes más ganan y más tienen; dicha renta básica se podría pagar en dinero electrónico”. ¿Quién pagará voluntariamente y permanentemente para mantener a otros? ¿Para qué conseguir un trabajo si al no tenerlo podría uno acceder a una renta básica permanente sin condiciones?

Estos ambiciosos planes de reorganizar la economía y la sociedad solo son posibles sin respetar la división de poderes. Su legitimidad se deriva únicamente de una efímera mayoría electoral en determinado momento, no en leyes estables de aplicación universal.

Es precisamente en este punto que otro candidato, Guillermo Lasso de Creo, se distingue de Arauz y Pérez dado que en la primera página del texto de su propuesta promete respetar los principios propios de una democracia representativa y el Estado de derecho, entendido este como el ejercicio del poder sometido al derecho y “dentro de sus límites”.

La diferencia no es de menor importancia. Podemos estar en desacuerdo acerca de muchos temas, pero la manera certera de lograr una convivencia pacífica entre personas con profundas diferencias son las reglas del juego claras, estables y de aplicación general. Esa es la fortaleza de las democracias liberales y sus instituciones. ¿Cuál candidato propone una visión de país y reformas de políticas públicas que se pueden implementar dentro del marco de una democracia liberal, esto es, respetando los derechos fundamentales de todos los ecuatorianos y los límites al poder? 

La genialidad de la democracia liberal es que aún cuando gane el candidato cuyos planes nos desagradan, su poder se verá limitado por los otros poderes del estado. 

A los candidatos hay que preguntarles: ¿Gobernaría respetando la separación entre los poderes del estado, particularmente del poder judicial? ¿Sus propuestas se pueden implementar respetando los derechos individuales de todos los ecuatorianos?

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 23 de octubre de 2020.