Agoniza el TLC-2
Manuel Suárez-Mier estima que el TLC-2 entre México, Canadá y EE.UU. podría ser una víctima de la creciente polarización política en EE.UU.
En medio de una polarización política aguda en la capital de EE.UU., se acerca el fin del tercer año de un líder inepto y banal, con verosímiles denuncias en su contra en la Cámara Baja, que sin duda culminarán en hallarlo culpable, y el juicio político subsecuente que fracasará en el Senado con su mayoría trumpiana.
La posibilidad que se apruebe el TLC-2, que aguarda ser puesto a votación de los diputados, depende de que su líder, Nancy Pelosi, decida hacerlo, en un ambiente en el que todos los días intercambia insultos con un presidente que cada vez está más solo, furioso y desquiciado, al verse acorralado.
A mi juicio, su aprobación no ocurrirá este año y la eventualidad que lo haga el próximo dependerá de si México acepta las exigencias sindicales de EE.UU., que nadie que no haya estado en las “negociaciones adicionales” conoce, pero que implican que agentes de EE.UU. verifiquen si los compromisos acordados se están cumpliendo en México, lo que tendría que ser aprobado por su Senado.
Esta misma semana Trump declaró que la versión revisada del TLC-2 está “sentada en el pupitre de Pelosi, quien se resiste a enviarla al pleno por orden de los sindicatos”, aliados de los demócratas y enemigos del libre comercio, mientras que ella culpó al Ejecutivo de no remitirle los textos revisados.
Pelosi ha dicho que la condición necesaria para aprobar este acuerdo es cerrar cualquier resquicio que permita “que trabajadores de EE.UU. sean expuestos a que sus chambas se vayan a México”, lo que de lograrse implicaría cancelar la ventaja comparativa crucial que tiene el país frente a EE.UU.
EE.UU. quiere tener jurisdicción en cómo se aplican las leyes laborales en México, con sus propios inspectores, pues reclaman que la corrupción prevaleciente pone en duda que se acaten, lo que resulta peculiar al enterarse que Fiat-Chrysler sobornó al sindicato para que prolongara su huelga contra General Motors.
El gobierno de México jura y perjura que tal arreglo “es inaceptable pues violaría la soberanía nacional”, pero lo mismo dijo ante la exigencia de aceptar ser “tercer país seguro”, que rechazó de palabra, pero acató de hecho, forzando a casi 100 mil refugiados foráneos a quedarse en el país, en condiciones atroces y violentas, mientras EE.UU. tramita con toda parsimonia sus solicitudes.
Se conoce bien en Washington la proclividad del negociador mexicano, ChuchoCede (Jesús Seade), a hacer lo que sea necesario para quedar bien con su jefe, que no entiende de economía pero quiere el TLC-2, y sus patrones gringos, y dar todo lo requerido para lograr un acuerdo, por malo que éste sea para el país, como lo hizo cuando echó por la borda la gran reforma energética mexicana.
Un artículo reciente del Washington Post afirma que el texto revisado “limita arbitrios en vigor para que las empresas resuelvan sus disputas con los tres gobiernos, lo que desalentará la inversión en México y la incrementará en EE.UU., según un reporte de su gobierno de la Comisión Internacional de Comercio de EE.UU.”
¿A esto se le llama defender la soberanía nacional?
Este artículo fue publicado originalmente en Asuntos Capitales (México) el 29 de noviembre de 2019.