El rescate del FMI
Gabriela Calderón de Burgos considera que los cambios que se requieren en las políticas económicas de Ecuador se pueden hacer con o sin ayuda del FMI y que un acuerdo con esta institución suele posponer reformas estructurales.
Por Gabriela Calderón de Burgos
Se ha venido formando el consenso de que en muchos casos necesitamos ayuda de extranjeros para resolver nuestros problemas. Pero sucede que los políticos y burócratas internacionales están sometidos a los mismos incentivos perversos que los nacionales. Aún así, muchos creen en la conveniencia de un rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El problema fiscal heredado de la Revolución Ciudadana fue hecho en casa. Gastamos más de lo que ingresaba y esto derivó en que se cuadruplicara la deuda pública. Al gobierno se le dificulta cada vez más financiarse. ¿Cuál es la solución? Algunos creen que es un rescate del FMI contra una promesa de que este adopte ciertas reformas económicas.
Pero el FMI, como el gobierno hasta ahora, suele tener como objetivo la reducción del déficit y esto es un error porque el déficit se puede reducir tomando una serie de medidas que nos mantienen en el estancamiento económico.
El problema no es el déficit, sino el gasto excesivo. ¿Cómo reducirlo? Es indispensable (1) eliminar los subsidios a los combustibles; (2) aplicar el presupuesto base cero mediante el cual se ignora el nivel de gasto del año anterior y se parte desde “cero”, obligando a cada unidad ejecutora del gasto a justificar cada erogación; y, (3) casi eliminar la inversión pública concesionando gran parte de los servicios públicos.
Si no se realizan reformas que resulten en un Estado que gaste e intervenga menos, se podría reducir el déficit, pero podríamos seguir creciendo a tasas mediocres. Por ejemplo, el FMI suele recomendar aumentos de impuestos a países en este tipo de aprietos. Esta medida puede que ayude temporalmente a cerrar la brecha fiscal, pero se da en desmedro del crecimiento económico.
Las políticas que fomentan el crecimiento son aquellas que reducen la carga tributaria, flexibilizan el mercado laboral, abren el mercado al comercio internacional, fomentan la integración financiera del país con el resto del mundo y reducen el gasto público innecesario —sí, todavía hay mucha tela que cortar. En fin, son aquellas que aumentan la libertad económica de los individuos. Nótese que los países que se encuentran en cuartil con mayor libertad económica tienen un ingreso promedio per cápita que es siete veces aquel de los países en el cuartil con menor libertad económica.
Eliminar y/o reducir impuestos aunque podría agravar temporalmente el déficit fiscal, pero genera un estímulo económico que eventualmente pasaría a generar un nivel mayor de recaudación tributaria que el que se podría lograr con la actual carga tributaria.
Los cambios que se requieren en las políticas económicas domésticas se pueden hacer con o sin ayuda del FMI. Lo que pasa es que es muy cómodo para quienes no quieren hacerse responsable de la cosa o liderar un proyecto de cambio encontrar un chivo expiatorio llamado FMI. Si las cosas salen mal, “yo no fui, fue tete”. Hasta ahora el chivo expiatorio ha sido, con justa razón, el despilfarro de la administración anterior, pero ya van dos años continuando el mismo despilfarro. Ojalá el probable acuerdo con el FMI no sirva para comprar más tiempo. Usualmente, estos acuerdos han servido para posponer reformas estructurales, especialmente cuando el gobierno que recibe el financiamiento no ha demostrado la voluntad de querer realizarlas.[3]