La liberalización del espectro radioeléctrico
Gabriela Calderón de Burgos dice que la propiedad estatal del espectro radioeléctrico retarda el desarrollo y adopción de nuevas tecnologías, limita la competencia y, en el caso de Ecuador, es una herramienta que ha servido para silenciar a los medios de comunicación.
Por Gabriela Calderón de Burgos
A diferencia de los periódicos, que son dueños del papel en el que se transmite su contenido, las radios y los canales de televisión no son dueños de las frecuencias a través de las cuales difunden su producción. Las empresas de telecomunicaciones tampoco son dueñas de las ondas de radio a través de las cuales proveen servicios de telefonía celular e internet. Esto le da un amplio poder a los políticos y burócratas encargados de ejercer este control.
Thomas Hazlett, otrora economista de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de EE.UU., explica que la estatización del espectro además de innecesaria retarda el desarrollo y la adopción de nuevas tecnologías. Durante la presentación de su libro El espectro político: la tumultuosa liberalización de la tecnología inalámbrica (Yale University) en el Instituto Cato, Hazlett contó cómo la FCC retiró en 1945 la frecuencia para las radios FM, las cuales venían siendo rápidamente adoptadas por medio millón de radioescuchas en EE.UU. en poco más de 10 años desde su implementación. Esta intromisión de la FCC retardó la adopción de la tecnología superior de las radio FM hasta los años sesenta.
Luego contrastó esta historia con la de una empresa de Cupertino, California, que en 2005 consideró que podía desarrollar unos celulares más bonitos y útiles. Hazlett dijo: “Tal como Edwin Armstrong [el creador de las radios FM], Steve Jobs necesitaba espectro”. La diferencia es que para cuando Jobs necesitaba acceso a las frecuencias, el sistema de pedir permiso a las autoridades estatales había sido reformado considerablemente. Había un mercado de espectro y se habían flexibilizado los usos posibles de las frecuencias. Las empresas de telecomunicaciones compitieron entre ellas para darle a Apple acceso al espectro porque todas querían ser anfitrionas de esta innovación que contentaría a los consumidores. Así sucedió que Apple en lugar de pagar por usar frecuencias, terminó cobrándole a AT&T por compartir su espectro. Y el resto es historia: se dio la revolución de los teléfonos inteligentes.
En nuestro caso, el modelo a seguir sería el de Guatemala y su liberalización del espectro radioeléctrico en 1996. Con esta reforma, el estado guatemalteco reservó algunas frecuencias para uso de la policía, radioaficionados y comunicaciones satelitales que están reguladas a nivel internacional. El resto se liberó expidiendo Títulos de Usufructo de Frecuencia (TUFs) que otorgaban al propietario un certificado que se renueva automáticamente cada 15 años y que le da derecho exclusivo de emplear una frecuencia determinada en un ámbito geográfico determinado. Aquellos que ya tenían radios y canales de televisión recibieron un TUF por cada uno de estos y desde ese entonces cualquiera podría solicitar un TUF.
El resultado es que los propietarios invierten más en medios cuyo contenido se transmite a través de frecuencias que son de su propiedad. La competencia entre las telefonías móviles es feroz porque ya saben que cualquiera puede ingresar comprando en el mercado TUFs.
Aquí no debemos olvidar que no solo estamos limitando la competencia e innovación en un importante sector de la economía, sino que estamos dejando intacta una herramienta que sirvió para imponer la censura incluso sin necesidad de una ley de comunicación.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 30 de noviembre de 2018.