Mínimo socialismo máximo
Carlos Rodríguez Braun explica que el salario mínimo puede perjudicar a los trabajadores si supera a la productividad, en cuyo caso fomenta el paro y dificulta la creación de empleo, castigando especialmente a los trabajadores menos cualificados.
Los socialistas de todos los partidos presumen de gozar del apoyo, como dice Pedro Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, de "la mayoría social". Pero como sus políticas antiliberales tienden a conspirar contra dicha mayoría de forma cada vez más innegable, recurren a una retórica reveladora, que repite una y otra vez que sólo se trata de mínimos: ingreso mínimo, salario mínimo, como si la violación de la libertad que propician fuera evidentemente mínima. Pero, como dice el tango: mentira, mentira.
El socialismo no deja de recortar derechos y libertades, como no deja de quebrantar los límites que pueda tener el poder: lo estamos viendo ahora en su hostigamiento a los jueces independientes, pero no es desde luego la primera vez: recordarán los memoriosos que Alfonso Guerra decretó la muerte de Montesquieu hace cuarenta años.
Rafa Latorre señaló en Onda Cero que resulta llamativo que el Gobierno y los sindicatos celebraran el número creciente de personas que en España cobran el salario mínimo. Deberían felicitarse, apuntó el director de "La Brújula", si los salarios subieran, y los perceptores del salario mínimo interprofesional (SMI) fueran cada vez menos.
No fue esa la reacción de los sindicatos, felices porque desde 2018 el SMI haya subida un 54%. Dijo Pepe Álvarez: "Hemos pasado de un SMI en 2016 que no llegaba a medio millón de personas a uno que alcanza a unos tres millones. Esto demuestra hasta qué punto el aumento del SMI tiene efectos extraordinariamente positivos en la economía de nuestro país", argumentó sin argumento alguno, pero, eso sí, sostuvo en serio que si los salarios no suben más es porque los empresarios son "rácanos". No se quedó atrás Unai Sordo, que desbarró contra el "neoliberalismo" y el "austericidio". Puestos a desbarrar, sostuvieron el cochambroso argumento keynesiano de que subir la demanda promueve el crecimiento e incluso sostuvieron que el mayor SMI ¡crea empleo!
En realidad, el SMI –que, por cierto, no existe en países más ricos y con menos paro que el nuestro– puede perjudicar a los trabajadores si supera a la productividad, en cuyo caso fomenta el paro y dificulta la creación de empleo, castigando especialmente, lo que es típico del progresismo, a los más débiles: las pymes, los trabajadores con menos cualificación, los autónomos, las mujeres y los jóvenes.
Es lo que tiene el mínimo socialismo máximo, señora.
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 5 de mayo de 2024.