Mentalidad de suma cero

Gabriela Calderón de Burgos dice que en un mundo de asombrosa abundancia, en la clase política ecuatoriana todavía predomina una mentalidad de suma cero que obstaculiza el progreso.

Por Gabriela Calderón de Burgos

Ayer mi hija me preguntó quién era la persona más rica del mundo. Le conté que actualmente es Elon Musk. Ella respondió: “¡Ah! Es porque vende esos carros carísimos” (Tesla). Le expliqué que él se volvió rico creando empresas que facilitaban realizar pagos en línea —Zip2, después X.com y posteriormente, Paypal. La fortuna que hizo con Paypal le permitió tener suficiente capital para emprender y/o invertir en las empresas por las que es más conocido hoy, como Tesla, SpaceX, Starlink, Neuralink, X, Solar City, Boring Company, entre otras. Muchas de estas buscan resolver problemas de acción colectiva, como el cambio climático o el transporte público, con medios privados. Algunas de estas ofrecen servicios más baratos que sus alternativas disponibles o incluso gratuitos: por ejemplo, X (anteriormente Twitter) se puede utilizar de manera gratuita y Starlink está llevando la conexión de internet a los lugares más inhóspitos a precios asequibles. 

Mi hija no entendía cómo se puede hacer plata vendiendo barato o regalando servicios. Probablemente, estaba siguiendo su intuición de que para que alguien se haga rico, otro tiene que empobrecerse. Pero la gran mayoría de los seres humanos no actúan voluntariamente para perjudicarse, de tal manera que lo que sucede en el mercado son intercambios mutuamente beneficiosos.

Es por esta razón que muchas de las fortunas más grandes del mundo se han hecho precisamente ofreciendo un producto o servicio a la mayor cantidad posible de personas. Google (gratis), YouTube (gratis) y Netflix (desde $6,99 al mes) —para mencionar tan solo algunos ejemplos que mi hija y ustedes seguramente usan a diario— han enriquecido a sus propietarios y creadores de manera extraordinaria, pero no lo han hecho empobreciendo a otros. Muchos negocios, de todo tamaño, solamente son posibles gracias a las comunicaciones y las innovaciones tecnológicas que han hecho que las fronteras sean cada vez más permeables.

En ese mundo de una abundancia que asombraría incluso a nuestros antecesores más recientes, la clase política ecuatoriana continúa con mentalidad de suma cero. Cuidado vaya a ser que alguien se enriquezca brindando un servicio público a los ecuatorianos. Con esa mentalidad, han restringido la producción de energía por privados no solo imponiendo un límite máximo de 10 megavatios al principio del año y ahora 100 megavatios, sino también una restricción por tipo de energía: solo para renovables no convencionales. Respecto del gas natural, el Congreso limitó su importación al autoconsumo, porque cuidado se le ocurre a alguien lucrar revendiéndolo.

El país está dolarizado y fácilmente podría tener un centro financiero internacional igual o superior al de Panamá, pero insistimos en mantener controles de capitales (el ISD) y de tasas de interés. En nombre de proteger a los ecuatorianos de los banqueros, terminan sometiéndolos a tasas de interés más altas. Cuando se persigue a la banca se logra espantar el ahorro externo y a los bancos internacionales que podrían venir a competir con los locales. 

Estamos sentados sobre un gran potencial sin explotar en servicios financieros, petróleo, minería, etc. Pero nadie se arriesga a invertir donde la clase política se esmera en atacar, perseguir y esquilmar a los empresarios. 

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 6 de diciembre de 2024.