Las victorias ilusorias de la guerra internacional contra las drogas
Las autoridades estadounidenses y colombianas se encuentran ocupadas celebrando un supuesto avance en la guerra contra las drogas. De acuerdo con un nuevo estudio de las Naciones Unidas, la campaña de fumigación aérea financiada por Estados Unidos y otros programas anti-drogas en Colombia han reducido la cantidad de acres dedicadas a las plantaciones de coca (la materia prima para la cocaína) en un 38% en los últimos tres años. Incluso aquellos guerreros de las drogas quienes muy a su pesar conceden que las campañas previas para reducir la oferta de narcóticos procedente de América Latina fueron un fracaso sostienen que "esta vez es diferente".
Quizás. Pero hay amplias razones para ser escéptico. Por ejemplo, aún cuando la producción de coca disminuya en Colombia, está aumentando en el vecino Perú, el cual había sido considerado como uno de los éxitos del "lado de la oferta" a mediados y finales de los noventa. Además, hay señales de que la producción de coca ha aumentado en varios de los vecinos colombianos tales como Ecuador, Venezuela y Brasilpaíses que hasta la fecha no habían jugado un gran papel en el tráfico de drogas.
Eso levanta la inquietud de si la producción total de coca ha sufrido algún traspié o si los esfuerzos en Colombia patrocinados por Estados Unidos han causado simplemente que la producción cambie a otras localidades. Muy difícilmente sea la primera vez que esto ha ocurrido. A principios de los setenta, la administración Nixon presionó intensamente al gobierno de Turquía para que erradicara el cultivo de amapolas de opio (la materia prima para la heroína). Y el esfuerzo pareció ser un éxito, ya que la cantidad de heroína proveniente de Turquía colapsó. Pero México rápidamente reemplazó a Turquía como el principal proveedor de heroína hacia Estados Unidos, y la cantidad de la droga proveniente hacia este país si acaso disminuyó.
Un patrón similar sucedió nuevamente a mediados y finales de los setenta cuando Estados Unidos presionó a México para que tomara medidas enérgicas contra el tráfico de marihuana. Ese país pronto dejó de ser el principal proveedor de marihuana al mercado estadounidense. Sin embargo, Colombia inmediatamente suplantó a México como el principal abastecedor, y nunca hubo escasez de marihuana en el mercado norteamericano. Además, cuando la campaña anti-marihuana empezó a desvanecerse en México a comienzos de los ochenta, ese país retomó rápidamente su estatus como el principal abastecedor para los consumidores estadounidenses.
Quizás la razón más reveladora para ver con escepticismo las recientes reivindicaciones de Washington es el precio callejero de la cocaína en Estados Unidos. Si la oferta de la droga fuera en realidad trastornada, debería haber un incremento substancial en el precio. Pero nada por el estilo está sucediendo. En algunos lugares la droga puede ser comprada por tan solo $20 el gramo, significativamente menos de lo que costaba hace apenas unos cuantos años. Eso confirma que la oferta es abundante.
Incluso dentro de la misma Colombia la victoria del lado de la oferta no es tanta como aparenta ser. Han habido dos efectos secundarios extremadamente desagradables. Primero, las medidas enérgicas contra la producción de coca han llevado de vuelta a la pobreza a miles de agricultores colombianos. Los productores pueden ganar hasta diez veces más cultivando coca que cualquier otro cultivo legal. No hace falta indicar que éstos no están felices de que su fuente de ingreso sea destruida, y muchos muestran ahora simpatía por las guerrillas izquierdistas que luchan contra el gobierno del presidente Álvaro Uribe.
La campaña contra la coca también ha permitido el florecimiento de otro cultivo competidor relacionado con las drogaslas amapolas de opio. Conforme el gobierno colombiano respondió a las presiones estadounidenses para erradicar la coca, la campaña de fumigación aérea contra los sembradíos de amapolas disminuyó. El resultado ha sido un aumento en el cultivo de amapolas. Colombia (junto con México) han sustituido ahora a Asia como las principales fuentes de heroína que ingresa a Estados Unidos. Una vez más, el precio callejero revela el fracaso de las políticas anti-drogas de Washington. Los precios de venta al público de la heroína son generalmente más bajos de lo que eran a mediados y finales de los noventa.
Los últimos alardes provenientes de Washington muy probablemente resulten tan vacíos como los anteriores. Las autoridades estadounidenses continúan desafiando la ley económica más básica: la de la oferta y demanda. La realidad es que siempre y cuando haya una demanda substancial en Estados Unidos (y otros países) para drogas ilegales, siempre habrá proveedores potenciales dispuestos a incurrir en los riesgos envueltos en cosechar las lucrativas ganancias del mercado negro. Las "victorias" del lado de la oferta, entonces, serán siempre efímeras ilusiones.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.