La reserva en dolarización
Gabriela Calderón de Burgos explica que en una economía dolarizada como la ecuatoriana, la reserva internacional desempeña un papel distinto.
Por Gabriela Calderón de Burgos
En las campañas, algunos candidatos proponen sacar dinero de la Reserva Internacional (RI) para aumentar el gasto público. Por ejemplo, el candidato a vicepresidente Diego Borja recientemente propuso esta semana utilizar la RI para “proyectos sociales”. Cuando el presidente era candidato prometía lo mismo. También es usual escuchar a autoridades del gobierno de turno hablar de la RI como si fuera un indicador de la salud o malestar de la dolarización. Por otra parte, el ministro de Finanzas Juan Carlos Vega afirmó recientemente que los ajustes económicos —léase alza de impuestos— eran necesarios porque “el país estaba al borde de salir de la dolarización”. ¿De dónde vienen estas ideas?
Sobre la primera, muchos creen que el dinero de la RI –$7.749 millones hasta el 13 de diciembre— es dinero “parqueado”. Desde que se concentró una porción importante de las reservas bancarias en el Banco Central del Ecuador (BCE) durante la época de Correa, los políticos comenzaron a percibir estos como fondos potencialmente disponibles para financiar un mayor gasto público. Anteriormente, la dolarización funcionó sin problema estando la RI desconcentrada y en manos de sus dueños —en gran medida los depositantes del sistema financiero.
Mientras que en una economía con moneda nacional la RI cumple el papel de defender determinado tipo de cambio, en una economía dolarizada como la ecuatoriana la reserva —que no necesita ni debe estar en manos del BCE— cumple una función distinta: la de atender la demanda de efectivo del público y servir de base para que el sector bancario pueda aumentar la oferta de crédito y, consecuentemente, el circulante. Sucede que la mayor parte del circulante en una economía (dolarizada o no) y con un sistema de encaje fraccionario es generado por los bancos mediante la creación de depósitos. Por ende, una consecuencia de tomar dinero de la reserva para financiar el gasto público es restringir la oferta de crédito.
Sobre aquello de que la dolarización vive al borde del colapso cada que las autoridades del gobierno se encuentran con las arcas públicas vacías vale la pena recordar una de las principales virtudes de la dolarización: el divorcio entre las finanzas públicas y el sector financiero. Incluso en el peor escenario, aquel en que el uso de la RI por parte de un gobierno desatara una corrida que podría arrasar hasta con los bancos más sólidos, la dolarización no correría peligro porque incluso en ese momento los ecuatorianos preferirán seguir utilizando el dólar, particularmente para ahorrar.
La mayoría de los políticos se han esmerado durante más de dos décadas por vender la idea de que la dolarización requiere de todo tipo de barreras al flujo de capitales y comercio para subsistir. Esto no es cierto, de hecho, funcionaría mucho mejor con apertura financiera y comercial. No depende ni de superávit comercial, ni de unas finanzas públicas sanas como Ecuador lo ha demostrado durante ya casi un cuarto de siglo, cuando solo en 10 años tuvimos un superávit fiscal.
Ecuador necesita del ahorro externo para crecer a tasas más dinámicas y salir de su estancamiento. La manera sostenible de crecer es atrayendo inversiones y eso no se logrará con un entorno hostil que monta restricciones a los movimientos de capital.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 20 de diciembre de 2024.