La OTAN vivirá para siempre, hasta que deje de hacerlo
Justin Logan dice que el retorno de una guerra terreste importante en Europa era la oportunidad perfecta para finalmente entregarle la responsabilidad de su seguridad a esta región.

Por Justin Logan
¿Qué efectos ha tenido la guerra de Ucrania en la OTAN y cuáles son las implicaciones futuras? Para responder a estas preguntas, vale la pena recapitular brevemente cómo llegamos aquí.
Después de que la Unión Soviética perdiera la Guerra Fría, el senador Richard Lugar dijo en broma que la OTAN necesitaba salir del área o cerrar. Dado que el corazón palpitante de la OTAN siempre fue EE.UU., las prerrogativas del establecimiento político de EE.UU. influirían mucho en esta cuestión. Washington decidió expandir el propósito de la alianza enviando fuerzas de la OTAN a la ex Yugoslavia y luego a otros lugares.
Más allá de elegir fuera del área, la alianza también se volvió loca expandiéndose como un reguero de pólvora a través del antiguo Pacto de Varsovia. La expansión fue un binomio raro para el arte de gobernar de EE.UU. en Europa: enfrentarse a estados pequeños y geográficamente vulnerables hizo que la alianza fuera más débil (diluyendo su poder militar al admitir países que exigían más seguridad de la que ofrecían) y más provocativa para Rusia al llevar el poder militar de EE.UU. más cerca de la frontera rusa.
Con la línea del frente de la OTAN moviéndose más y más hacia el este durante un período de declive ruso, los estados miembros más grandes e importantes se sintieron extremadamente seguros, recortando sus gastos de defensa al máximo. Las principales potencias industriales de Europa confiaron en el pacificador estadounidense, felizmente gastando sus propios recursos en infraestructura, un generoso sistema de seguridad social y una variedad de otras prioridades domésticas.
Después de que Rusia invadiera Ucrania, pareció por un momento que Europa podría haber sido sacudida de su sueño. La proclamación del presidente francés, Emmanuel Macron, de que Europa necesitaba “despertar” y “ser capaz de decidir y asumir cada vez más la responsabilidad de una mayor parte de nuestra política de seguridad vecinal” de repente pareció profética. Incluso el oportunista por excelencia, Alemania, declaró que la invasión había producido un Zeitenwende, o cambio de era en la seguridad europea. Como parte de esta nueva era, Alemania dedicaría 100.000 millones de euros a la defensa durante los siguientes cuatro años, elevando su gasto en defensa al 2% del PIB.
Fue divertido mientras duró.
La reacción de la administración Biden a la invasión sofocó efectivamente una respuesta europea más sólida. Cuando asumió el cargo, Biden inmediatamente revocó el esfuerzo de Donald Trump de retirar a 12.000 militares estadounidenses de Alemania. Su “revisión de la postura global” evaluó la presencia de EE.UU. en todo el mundo y concluyó que estaba bastante cerca del ideal.
Después de la invasión rusa, Biden envió 20.000 soldados estadounidenses adicionales a Europa para tranquilizar a los europeos. Era exactamente lo contrario de lo que debía haber hecho. El regreso de una gran guerra a Europa fue un rayo que brindó la oportunidad perfecta para traspasar la seguridad europea a los europeos. Biden la despilfarró.
Desde entonces, la “Nueva Era” en Alemania se ha revelado como poco más que un truco contable. Según el plan Zeitenwende, para 2026 Alemania gastará menos en defensa que en 2022. Mientras tanto, en el primer año de guerra, EE.UU. contribuyó con más de $110.000 millones de dólares a Ucrania– con mucho, la mayor parte de cualquier estado o institución.
Por razones comprensibles, los estados de primera línea de la OTAN siempre exigieron más poder militar de EE.UU., y tanto como fuera posible dentro de sus propias fronteras. Como admitiría Derek Chollet en 2021, en Europa, como en el Medio Oriente y el Indo-Pacífico, “hay un deseo por más de EE.UU., más de nuestro tiempo, más de nuestra energía, más de nuestra atención, más de nuestra postura de fuerza”.
Es razonable que a nuestros aliados les gustaría usar la economía y el ejército de EE.UU. para sus propios fines. No es razonable que las élites estadounidenses opten por complacerlos. En múltiples reuniones con funcionarios de la administración de Biden después de que comenzó la guerra, me dijeron que a EE.UU. le gustaría que Europa hiciera más por sí misma, pero como dijo un funcionario, “no estamos dispuestos a poner un 'o de lo contrario' en el final de esa oración”.
Si la estrategia se trata de elegir, elegir no elegir es elegir no elaborar una estrategia. Después de la Guerra Fría, durante un tiempo pareció que EE.UU. podía permitirse comprar más armas y más mantequilla para siempre. En el Año de Nuestro Señor 2023, la CBO informa que el gobierno incumplirá durante el verano a menos que se eleve el techo de la deuda, y que EE.UU. agregará otros $19 billones a su deuda durante la próxima década.
La fiesta está terminando. Como escribió Steven Pearlstein en el Washington Post, incluso mantener la deuda nacional creciendo al mismo ritmo que la economía estadounidense requeriría medidas drásticas, de una forma u otra. Puedes elegir tu propia aventura:
“...recortes a todos los gastos discrecionales, defensa y no defensa, de alrededor del 20%. O requeriría un aumento de los impuestos sobre la renta, la nómina y las empresas del 8%. O podría lograrlo recortando los gastos de asistencia social –principalmente del Seguro Social y Medicare– en un 9%”.
Hace más de una década, el secretario de Defensa, Robert Gates, tomó a Europa por las solapas y advirtió sobre una “disminución del apetito y la paciencia en el Congreso de EE.UU. –y en el cuerpo político estadounidense en general– para gastar fondos cada vez más valiosos en nombre de las naciones que están aparentemente no dispuestas … a ser socios serios y capaces en su propia defensa”.
Europa no ha prestado atención a la advertencia y Washington no ha puesto un “o de lo contrario” al final de la oración. Pero todos los involucrados probablemente deberían considerar: si la elección para los estadounidenses se reduce al reemplazo de cadera de la tía Sally, la reducción de impuestos de papá, la contención de China o el subsidio de defensa de Tío Olaf, ¿dónde es más probable que caiga el hacha?
Este artículo fue publicado originalmente en Responsible Statecraft (EE.UU.) el 22 de febrero de 2023.