La inversión en un año electoral

Iván Alonso señala que en el Perú en cinco de los últimos nueva años en los que han tenido elecciones generales, entre 1980 y 2016, la inversión creció.

Por Iván Alonso

Después de encogerse 11,5% (poco más, poco menos) en el 2020, no es inverosímil que la economía peruana crezca 10% este año. El stock de capital está prácticamente intacto; la cantidad y calidad de la fuerza de trabajo, también. Si los recursos son los mismos que teníamos antes de la pandemia, no hay razón por la que no pudiéramos volver a producir lo que producíamos entonces. Pudiéramos… lo cual no quiere decir que vaya a ser así. Tenemos los recursos, pero todavía hay que ver si los vamos a poner en movimiento.

¿Existirá suficiente demanda para mantener ocupada toda o casi toda nuestra capacidad de producción? El gobierno basa sus esperanzas en el crecimiento de la inversión –de la inversión pública, en particular–. La inversión es un componente de la demanda más volátil, digamos, que el consumo. Así como es más fácil posponer una inversión que posponer gastos de consumo, así también lo es aumentarla súbitamente, retomando proyectos postergados.

Pero, claro, estamos en un año electoral. La inversión es sensible a la incertidumbre, y qué más incertidumbre que la de no saber quién nos gobernará. Las medidas que adopte, los cambios que haga podrían ser determinantes para la recuperación de una inversión. Por eso, según una opinión generalizada, la inversión tiende a retraerse en años electorales.

Las estadísticas no avalan esa opinión. En cinco de los últimos nueve años en los que hemos tenido elecciones generales, entre 1980 y el 2016, la inversión creció (4,8%, en promedio, con respecto al año anterior), y la inversión privada, más aún (8,8%).

El año completo, sin embargo, no nos da una idea muy precisa del efecto electoral. La incertidumbre es mayor en la primera mitad del año; pasadas las elecciones, se disipa, para bien o para mal. Fijémonos, mejor, en el segundo trimestre, que es cuando son las elecciones. Como se puede ver en este cuadro, inducen más a la euforia que a la abulia.

Quizás no deberíamos sorprendernos. Las elecciones las ganan los candidatos que despiertan más confianza en el electorado; no necesariamente entre los inversionistas, en el sentido “asiático” del término, pero inversionistas hay en todos los estratos del electorado. Es natural que la mayoría esté contenta (o no muy descontenta) con el resultado.

Rara vez ha desaparecido esa confianza de inmediato. Ocurrió en 1985, cuando el expresidente García impuso controles de cambio ni bien asumió el mando. Por el contrario, el expresidente Humala consiguió prolongar el entusiasmo y extenderlo más allá de sus votantes, al distanciarse de sus más radicales propuestas y asesores. A la mitad de su gobierno la inversión privada, como porcentaje del PBI, había alcanzado un record histórico. Después, con los rumores sobre la estatización de La Pampilla y la cada vez más onerosa regulación, se fue en caída libre.

Probablemente ninguno de los candidatos impedirá, como candidato, que la inversión crezca rápido este año. Como presidente, será otra cosa.