La falacia de suma cero
Alfredo Bullard indica que muchos se oponen a recibir a los venezolanos que huyen de un régimen autoritario y una crisis humanitaria porque caen en la falacia de suma cero.
Por Alfredo Bullard
El único argumento necesario es la solidaridad. Es inhumano dejar de acoger a quienes, perseguidos por un poder político criminal, por el hambre o por las dos cosas, vienen al país para buscar la oportunidad que un grupo de ignorantes prepotentes les ha negado.
Pero para muchos esa razón parece no ser suficiente. Usan argumentos con pretensión de económicos, pero que muestran, además, bajeza, miopía e ignorancia: “…los venezolanos nos quitan trabajo y negocios… van a usufructuar nuestros recursos y nos roban oportunidades”.
Pero las cosas no son así. Salvo que estemos ante un robo, el intercambio y la interacción crean la oportunidad de que todos ganen. Está demostrado en los juegos cooperativos (juegos win-win) que cuanto más prosperan los demás, más prosperamos nosotros. En realidad, la economía suele ser un juego win-win en el que si uno gana, es sinónimo de que el otro también.
Kaplan decía que la incomprensión de los juegos win-win se debía, de pronto, a un sesgo cognitivo derivado de que es más fácil entender las operaciones de suma y resta que las operaciones de multiplicación.
Tendemos a ver que en el mundo los recursos están determinados como un stock limitado e invariable y no vemos que en realidad la riqueza se crea con la interacción.
Si se declarara que Arequipa es para los arequipeños y el resto de peruanos no pudiera trabajar allá, ¿ganarían los arequipeños? Es evidente que no. Al reducir la interacción, la oferta de mano de obra sería menos competitiva. Se tendrían menos clientes, precios más altos e ineficiencia productiva. La medida causaría mucho más daño que la erupción del Misti. En realidad, la inmigración no se diferencia del libre comercio y su capacidad de generar riqueza.
Cuando un trabajador venezolano es contratado por una empresa, esta tuvo más opciones y puede mejorar calidad y reducir costos. Al hacerlo, se crea, además, un consumidor nuevo que puede comprar a otros negocios que van a necesitar, a su vez, más trabajadores. Y con ello se pagarán más impuestos sin necesidad de subir la presión tributaria. Ello sin considerar los nuevos negocios que los inmigrantes fundarán aportando innovación y oportunidades. Y es que más no puede ser menos.
La xenofobia no es diferente al proteccionismo económico, solo que más cruel. Nos niega la posibilidad de vincularnos con el prójimo, haciéndonos más pobres en riqueza y en humanidad.
Este artículo fue publicado originalmente en Perú 21 (Perú) el 27 de agosto de 2018.