La dolarización en tiempos volátiles
Gabriela Calderón de Burgos dice que la diferencia entre Argentina y Ecuador es que en el segundo país los políticos están sometidos en mayor grado a la disciplina del mercado. Esto es, no pueden monetizar el déficit fiscal.
Por Gabriela Calderón de Burgos
Ahora que las condiciones del entorno mundial se oscurecen, Ecuador está mejor preparado que otras economías en desarrollo gracias a la dolarización, que ha limitado el poder de los políticos para violentar los derechos de propiedad que tienen los ecuatorianos sobre su dinero.
2022 fue el año en que las economías alrededor del mundo experimentaron tasas de inflación no registradas desde hace 40 años. La tasa global de inflación culminó el año en 9%. Mientras eso sucedía, en Ecuador la inflación también aumentó, pero se mantuvo por debajo de aquella de EE.UU., llegando a un pico de 4% en octubre de 2022.
¿A qué se debe esto? La inflación es fundamentalmente un fenómeno monetario. Esto es, un crecimiento excesivo del circulante deriva en un alza sostenida del nivel de precios. Frente a la pandemia, los principales bancos centrales del mundo adoptaron una política monetaria todavía más expansiva que aquella que se mantuvo desde la crisis financiera de 2008. Al estar dolarizada una economía, la inflación experimentada aquí pasa a ser importada. Es decir, afecta principalmente los precios de los bienes transables —aquellos que pueden ser importados o exportados— y no a los no-transables.
Si bien en EE.UU. las autoridades monetarias cometen errores, muchos más cometen aquellas de países con una institucionalidad débil. Consideremos los casos de Argentina y Ecuador. Ambos países padecen de una institucionalidad frágil y políticos populistas que mantienen las finanzas públicas en un déficit fiscal perenne. A diferencia de Argentina, en Ecuador los políticos no pueden monetizar el déficit fiscal. En Argentina, al hacerlo, en esencia estafan a la población con depreciaciones continuas del peso.
En cambio, en Ecuador, con los mercados de capitales virtualmente cerrados y no siendo suficiente los préstamos de los multilaterales, la única vía que queda para financiarse es incurrir en el costo político de aumentar los impuestos o reducir el gasto público. En Argentina, simplemente aumentan el impuesto furtivo y regresivo llamado inflación (85,3%) y se endeudan más.
Ambos países se enfrentan a un alto costo de financiamiento en los mercados de capitales debido a que los mercados creen que a dichos estados todavía se les dificultará honrar sus obligaciones. La ausencia de un superávit primario inspira desconfianza en su capacidad de pago. Ambos países tienen como tarea pendiente realizar las reformas estructurales que les permitirían generar un superávit. La diferencia es que al estar los políticos ecuatorianos sometidos en mayor grado a la disciplina del mercado —esto es, no pudiendo poner a funcionar la maquinita de billetes— la probabilidad de que se den estas reformas se incrementa y se limita su capacidad de destrucción de riqueza.
Las devaluaciones que tanto añoran los fans de la moneda nacional presentan el riesgo de que las deudas se diluyan. Quienes pierden en esta jugada son los ahorristas. Un país que penaliza el ahorro difícilmente puede esperar acumular suficientes capitales para progresar.
En Ecuador la cantidad de circulante está en piloto automático y no existe administración cambiaria. Disfrutemos estos días un aterrizaje suave y menos costoso y esperemos que se den las reformas indispensables.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 13 de enero de 2023.