La deplorable prohibición migratoria de Trump
Alex Nowrasteh señala que de ser implementada la prohibición de ingreso a los nacionales de siete países musulmanes que desea Donald Trump, un inmenso costo se impondría a la sociedad estadounidense acarreando escasos o nulos beneficios de seguridad nacional.
Por Alex Nowrasteh
El 27 de enero, el presidente estadounidense Donald Trump firmó una orden ejecutiva prohibiendo temporalmente el ingreso a los migrantes de siete países musulmanes —Irán, Irak, Libia, Somalia, Siria, Sudán, y Yemen— y permanentemente reduciendo a la mitad el número de refugiados admitidos a EE.UU. Una decisión del 9 de febrero de la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de EE.UU. bloqueó su implementación hasta que haya un fallo por parte de la Corte Suprema. Pero aunque la legalidad de la orden es importante, también está la cuestión de si logrará su objetivo de “proteger al pueblo estadounidense de los ataques terroristas por parte de nacionales extranjeros admitidos a EE.UU.” La respuesta es un contundente “No”. Una detenida observación de los ataques terroristas por parte de extranjeros en territorio estadounidense demuestra que la orden de Trump hará casi nada para mejorar la seguridad nacional pero impondrá un gran costo sobre los estadounidenses.
Un sentido de proporción
En septiembre de 2016 analicé los riesgos del terrorismo por parte de agresores nacidos en el extranjero en EE.UU. desde 1975 hasta fines de 2015. A lo largo de ese periodo, un total de 154 terroristas nacidos en el extranjero asesinaron a 3.024 personas en 15 ataques terroristas domésticos. Eso implica que la probabilidad anual de morir en un ataque perpetrado por un terrorista nacido en el extranjero era de una en un 3,6 millones. El riesgo varía tremendamente según el tipo de visa utilizada para ingresar al país. Los extranjeros que ingresaron en la visa B de turista, incluyendo a los 18 de los 19 secuestradores del 9/11, fueron los más letales, matando a 2.834 personas a lo largo de un periodo de 41 años. Los terroristas que vinieron gracias al Programa de Exoneración de Visas, que aplica a todos los nacionales de países desarrollados, mataron a cero personas, aunque si realizaron algunos intentos.
La orden ejecutiva de Trump no consideró a las categorías más peligrosas de visas en la historia reciente, sino que más bien señaló a todos los migrantes de siete países musulmanes con una prohibición temporal de 90 días y enfocó el mayor escrutinio de la administración sobre el programa de refugiados. Pero a pesar de toda la atención prestada a los refugiados, la probabilidad de ser asesinado en un ataque terrorista realizado por un refugiado en territorio estadounidense es solo de una en 3,64 mil millones al año. Solo tres asesinatos de este tipo han ocurrido alguna vez —y estos tres casos se dieron durante la década de 1970, y los terroristas todos vinieron de Cuba.
Para tener un sentido de proporción, la probabilidad de ser asesinado en un homicidio normal en EE.UU. durante el mismo periodo entre 1975-2015 fue de una en 14.219 al año, una probabilidad que es 255.906 veces mayor a la probabilidad de morir en un ataque terrorista perpetrado por un refugiado en territorio estadounidense. Pero esas comparaciones no detuvieron a Trump de suspender temporalmente el programa de refugiados por 120 días, recortando su cuota anual de 85.000 admisiones en 2016 a solo 50.000 en 2017, y excluyendo a todos los sirios. EE.UU. permitió un promedio de 79.329 refugiados al año desde 1975 hasta fines de 2015. La nueva cuota de 50.000 constituye una reducción de un 37 por ciento en esa admisión anual de refugiados.
Los migrantes de los siete países prohibidos también han asesinado a cero estadounidenses en territorio estadounidense. Sin embargo, 17 nacionales de esos países si cometieron o fueron condenados por intentar un ataque aquí. Esta lista incluye un complot torpe detenido por cinco estudiantes en la Universidad Estatal de Mankato para secuestrar al gobernador de Minnesota, Al Quie, en el invierno de 1979.
La bizarra afirmación reciente de que los ataques terroristas son sub-reportados podría ser provocada por el miedo extremo que sienten muchas personas de ser personalmente perjudicadas en un ataque terrorista. Una encuesta sorprendente por parte del Instituto de Investigaciones de Religión Pública constató que 47 por ciento de los estadounidenses están “algo preocupados” o “muy preocupados” de que ellos o alguien en su familia serán víctimas del terrorismo. Este grado de miedo, muy alejado de la dimensión de la amenaza real, quizás se debe en parte a un atajo mental universal llamado “la heurística de la disponibilidad”. Nuestras mentes utilizan los eventos recientes o dramáticos para entender ideas o conceptos, lo que nos lleva a formar explicaciones falsas al sesgarnos hacia favorecer información más nueva y más sensacional. Respecto del terrorismo, es fácil recordar inmediatamente el 9/11, los ataques recientes en Europa, o el tiroteo en la discoteca de Orlando. Todos los ataques que no sucedieron no se registran como algo prominente, ni tampoco el hecho de que pocas personas conocen personalmente a alguien que haya sido asesinado por los terroristas. Por lo tanto, el terrorismo parece mucho más peligroso de lo que realmente es.
¿Qué se debe hacer?
Sin importar la escala de la amenaza real o imaginaria de los terroristas nacidos en el extranjero, el gobierno estadounidense tiene un rol importante en mantener fuera a los terroristas que intentan ingresar a EE.UU. Pero una exclusión racional de terroristas debería estar basada en algunos hechos.
Primero, los que hacen las políticas deberían reconocer que EE.UU. desde ya excluye exitosamente a los terroristas, razón por la cual tan pocos estadounidenses han sido asesinados en territorio estadounidense en un ataque terrorista. Otra posibilidad es que los números bajos de ataques aquí son el resultado de una amenaza mucho menor por parte de terroristas extranjeros que aquella que se imaginan la mayoría de quienes hacen las políticas públicas. Por ejemplo, es difícil tomar en serio las declaraciones de funcionarios como el Senador Lindsey Graham de Carolina del Sur, quien dijo que los terroristas del Estado Islámico (también conocido como ISIS) son una “amenaza existencial a nuestra tierra natal”, cuando solo 22 estadounidenses han sido asesinados por terroristas extranjeros en territorio estadounidense desde que ISIS se volvió activo en 2013. Cada una de esas muertes es una tragedia, pero no constituyen una amenaza existencial. No tiene sentido argumentar, como lo ha hecho Trump, que la amenaza de terroristas extranjeros es gigantesca y que no hay “un sistema para realizarles un escrutinio”, a menos que el valor total del escrutinio es la disuasión.
Segundo, ningún procedimiento de seguridad serán completamente efectivo para detener a los terroristas. Steven Camarota, director de investigaciones en el Centro para Estudios Migratorios, correctamente señaló que “en una nación tan grande como EE.UU. es imposible prevenir que ingresen los terroristas al país un 100 por ciento del tiempo”. Un terrorista determinado o un extranjero que decide convertirse en un terrorista luego de llegar al país solo puede ser parcialmente disuadido. Sin importar cualquier acción que tomemos hoy, habrá otro día en que un estadounidense morirá en un ataque terrorista en territorio estadounidense y que será perpetrado por un extranjero. Los ataques terroristas cometidos por los hijos nacidos en EE.UU. de inmigrantes, tales como el asesinato de 49 personas en 2016 perpetrado por Omar Mateen en la discoteca Pulse en Orlando, son dramáticos pero raros. Los musulmanes estadounidenses están bien asimilados y tienen opiniones muy cercanas a aquellas sostenidas por la corriente dominante en EE.UU., especialmente cuando se los compara con sus correligionarios en Europa.
Tercero, los beneficios de seguridad adicional deberían ser sopesados ante los costos de esa seguridad. Hay un punto en el que la seguridad adicional para excluir a los terroristas extranjeros de hecho resultará en más muertes, conforme cada dólar gastado en excluir a refugiados es un dólar que hubiese podido ser gastado en otro rubro para reducir un riesgo todavía mayor, como el homicidio o el terrorismo doméstico. El gobierno tiene recursos limitados para destinar a la seguridad, así que debería gastarlos de una manera que minimice las muertes violentas causadas por todo tipo de ataques terroristas —no solo de aquellos perpetrados por terroristas nacidos en el extranjero.
Estas estadísticas deberían informar la política estadounidense para abordar el terrorismo. Los reguladores del gobierno frecuentemente estiman cuánto costará salvar una sola vida —indicador usualmente denominado como una “vida estadística”— en virtud de las nuevas reglas de seguridad que proponen. La información importante detrás de esa estimación es que la vida humana ciertamente es muy valiosa, pero no tiene un valor infinito. De hecho, todo lo que las personas hacen que incrementa ligeramente su probabilidad de morir, como manejar un auto, sería impensable si colocaran un valor infinito a sus vidas.
La parte difícil es determinar cuánto vale realmente esa vida estadística. Muchos expertos de seguridad colocan un alto costo de $15 millones a cada vida estadística. Utilizando esta estimación, una nueva regla de prevención de terrorismo sería racional si el valor de las vidas estadísticas salvadas por la norma fuese al menos igual de alto que el costo impuesto. Si las restricciones para refugiados de Trump reducen la desde ya baja probabilidad de morir en un ataque terrorista perpetrado por un refugiado en un 50 por ciento, a alrededor de una en 5,5 mil millones al año, entonces le costaría a los estadounidenses alrededor de $525,5 millones cada vida salvada en producción económica perdida que hubiesen percibido los estadounidenses nativos —un costo que es alrededor de 35 veces superior al beneficio. Pero el costo mayor sería los 510.000 refugiados menos que se hubieran reubicado en EE.UU. que aquellos que lo hubieran hecho sin las restricciones. Esos tremendos costos le comprarían a EE.UU. un asesinato menos cometido por un terrorista-refugiado a lo largo de los próximos 17 años.
Dejando a un lado estos cálculos, sin embargo, ni una sola vida hubiese sido salvada si la orden ejecutiva de Trump hubiese sido implementada hace 41 años. Solamente 17 terroristas de los siete países musulmanes incluidos en la prohibición de viaje de Trump han sido condenados de planificar o ejecutar un ataque terrorista en territorio estadounidense entre 1975 y 2015, y ninguno de ellos resultó en muertes. De igual forma, es menos probable que los refugiados maten a estadounidenses en ataques terroristas que los terroristas nacidos en el extranjero que ingresaron en casi cualquier otro tipo de visa. La orden ejecutiva de Trump no es una respuesta racional a la amenaza real de terroristas extranjeros en territorio estadounidense. Esta provee casi ningún beneficio a la seguridad nacional, aún cuando tiene un tremendo costo.
Este artículo fue publicado originalmente en Foreign Affairs (EE.UU.) el 10 de febrero de 2017.