La alternativa liberal
Robert A. Levy explica que si algunos electores han llegado a encontrar a los conservadores como demasiado machistas, fiscalmente irresponsables e intolerantes y a los candidatos de izquierda como demasiado colectivistas y adeptos a la política identitaria, existe la alternativa liberal.
Por Robert A. Levy
Si usted usualmente ha respaldado políticas y candidatos conservadores, pero ahora considera que los de derecha se han vuelto machistas, fiscalmente irresponsables e intolerantes, considere la alternativa liberal. Si usted anteriormente ha respaldado políticas y candidatos de izquierda, pero ahora encuentra que los de izquierda han promovido la política identitaria y las pegrulladas socialistas, considere la alternativa liberal.
Los liberales han elogiado al ex-presidente Trump por sus avances en Oriente Medio, su éxito en contra de ISIS, el nivel reducido de tropas en el extranjero, impuestos más bajos, menos regulaciones, y la confirmación de jueces que aprecian los derechos individuales y el gobierno limitado. Por otro lado, hemos criticado a Trump cuando insultó nuestras agencias de inteligencia, se acercó a dictadores, se enemistó con nuestros aliados, y exacerbó las tensiones globales. También nos han preocupado sus políticas migratorias xenófobas, las barreras comerciales proteccionistas, la política punitiva de drogas, el enfoque excesivo en las guerras culturales, y un gasto federal explosivo.
Los liberales respaldaran los planes del Presidente Biden respecto de la reforma a la justicia criminal, la liberalización migratoria, los derechos civiles, la permisividad social, la revitalización de la diplomacia estadounidense, la reducción de nuestros compromisos militares, y la no proliferación nuclear. Por otro lado, nos opondremos firmemente a los impuestos más altos, a más regulaciones, a la acción afirmativa, al Medicare para todos, el Green New Deal, a los programas de bienestar expandidos, a la universidad gratuita, a las prestaciones sociales infladas, a un salario mínimo más alto, y a jueces que piensan que la Constitución es un documento adaptable que las cortes pueden explotar como una alternativa a la legislación.
En esencia, el liberalismo es la filosofía política de la libertad personal y económica. Creemos que el capitalismo es el medio más eficiente y moralmente defendible para asignar los recursos escasos. Desde el punto de vista filosófico, suscribimos, como lo hizo Thomas Jefferson, la idea de una libertad sin obstáculos “dentro de los límites marcados a nuestros alrededor por los iguales derechos de otros”. El papel del Estado es asegurar esos derechos, aplicando suficiente poder coercitivo —pero no más que el mínimo necesario— para lograr ese objetivo.
Dicho de otra manera, deberíamos ser libres para vivir nuestras vidas como queramos, siempre y cuando no interfiramos con otras personas que desean hacer lo mismo. Por supuesto, los individuos nunca pueden ser totalmente auto-suficientes. Por eso algunas veces necesitamos reglas, que se hacen cumplir por el Estado, para que la cooperación pacífica sea posible. El riesgo, sin embargo, es que las reglas demasiado extensas producirán un sistema de favores especiales que extrae la generosidad para aquellos políticamente conectados, a cuesta del resto de nosotros. En cambio, el liberalismo depende del ordenamiento espontáneo —minimizando el papel del poder dominante que podría prevenir las acciones libremente elegidas.
Los liberales no están opuestos a las regulaciones razonables de seguridad, a ciertos tipos de control para el porte de armas, o a restricciones sensatas en otras áreas. Además, reconocemos que los mercados no son perfectos. Pero el estado tampoco lo es. El estándar relevante contra el cual se debe comparar nuestro orden actual no es un mundo utópico en el que la justicia es ubicua y todas las desigualdades han sido purgadas de manera simétrica. En cambio, tenemos que observar el ambiente actual versus aquel en que las regulaciones fuesen mucho más abundantes —esto es, que algunos problemas podrían resolverse, pero otros problemas sin duda se multiplicarían.
Entre esos otros problemas: el desaliento para innovar, los favores para los intereses especiales, los mayores costos, un menor crecimiento, los monopolios concedidos por el Estado, las barreras a la entrada en contra de la competencia, opciones restringidas para los consumidores, precios más altos, leyes confusas que se superponen, abusos del poder público, y recursos excesivos destinados a la política y el cabildeo.
¿Cómo, entonces, puede alguien que ve a la izquierda como excesivamente colectivista y a la derecha como excesivamente autoritaria unirse con los liberales para avanzar los objetivos socialmente liberales y fiscalmente conservadores? Una manera es votar por los candidatos que estén más próximos de promover las políticas pro-libertad. Dada la actual mezcla política, aquellos candidatos no serán liberales puros. Una manera es votar por candidatos que se acercan más a la promoción de políticas pro-libertad. Pero no es necesario estar de acuerdo con los liberales en todos los asuntos para empujar las políticas públicas en la dirección correcta.
Segundo, un movimiento liberal podría ser apuntalado mediante legislación de respaldo y otras acciones políticas que fomenten la autonomía personal y el gobierno limitado. Dicho respaldo —a políticas específicas en lugar de ser un respaldo a un candidato específico— podría tomar la forma del cabildeo, las comunicaciones con funcionarios del estado, cartas a los editores de periódicos, o donaciones a organizaciones con ideas similares.
Finalmente, hay la posibilidad alternativa de formar un tercer partido viable. Dos obstáculos evidentes complican esa estrategia. Primero, las contribuciones a las campañas actualmente están limitadas a $2.800 por candidato por elección. Efectivamente, esto excluye a todos los candidatos de terceros partidos excepto a aquellos que pueden financiarse. Segundo, 48 de los 50 estados asignan los electores presidenciales en base al sistema en el que el ganador se los lleva todos. Solo Maine y Nebraska asignan electores, parcialmente, distrito por distrito. Consecuentemente, los candidatos que no tienen chance de ganar un voto popular a nivel del estado no serán capaces de obtener siquiera un solo voto electoral.
Por lo tanto, desafortunadamente, diseñar una alternativa liberal sin diluir tomará tiempo y esfuerzo. Pero el progreso gradual hacia las políticas públicas favorables es viable, oportuno y, sin duda, vale la pena. Empecemos.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 4 de enero de 2021.