Impuesto a los cigarrillos: Su justificación se hace humo
Por Robert A. Levy y Rosalind B. Marimont
Rosalind B. Marimond es una científica retirada del Instituto Nacional de la Salud.
Primero se propuso un aumento de 55 centavos en los impuestos federales a cada cajetilla de cigarrillos y luego en su informe anual al Congreso, el presidente Clinton anunció que el Departamento de Justicia prepararía una demanda para recuperar los costos de salubridad relacionados con el cigarrillo. No importa la aparición de mercados negros ni de impuestos regresivos ni que se debilite la responsabilidad individual. Cada vez que Clinton quiere más dinero, procede a utilizar una fórmula segura -aunque totalmente deshonesta-, cualquier iniciativa política es vendible si se presenta como beneficiosa para los niños.
Antes que Clinton se salga con la suya, bien vale la pena examinar el asunto, especialmente lo que tiene que ver con el cigarrillo y la salud de nuestros niños.
Lo que hemos oído repetir ad nauseam es que fumar causa la muerte prematura de más de 400.000 personas al año en Estados Unidos. Aunque la campaña anticigarrillos comenzó con una pizca de verdad (que fumar conlleva un alto riesgo de cáncer pulmonar), la actual guerra contra el cigarrillo es impulsada por avaricia, está erosionando la credibilidad del gobierno y, peor aún, socavando la seguridad jurídica. Frecuentemente vemos cómo esta ciencia-ficción disfraza la realidad científica y la propaganda de activistas se presenta como si fueran hechos reales. Nuestros legisladores y jueces necesitan información ecuánime, pero son sumergidos en una avalancha de estadísticas amañadas, presentadas sin objetividad.
Miles de jóvenes mueren en accidentes, por suicidio y homicidio. Según las estadísticas oficiales de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la muerte de nadie de menos de 35 años tiene relación alguna con el cigarrillo, con la excepción de infantes víctimas de incendios. Pero no se puede decir que las muertes por incendios son causadas por fumar, a menos que usted crea que Philip Morris es responsable de que alguien se quede dormido con un cigarrillo encendido.
La realidad es que las muertes relacionadas con el cigarrillo, aun si utilizamos la amplia definición de CDC, ocurren en edad avanzada. Casi 60% de estas muertes suceden a partir de los 70 años de edad, casi 45% a partir de los 75 años y cerca de 17% a partir de los 85 años. Sin embargo, el sector salud insiste en calificar esas muertes como "prematuras". Lamentables sí, prematuras no.
Supongamos que todas las muertes relacionadas con el cigarrillo ocurrieran a los 99 años de edad. Estaría entonces claro que la gravedad del problema sería atenuado por el hecho de que esas personas estaban, de todas maneras, próximas a morir por otras causas. Lo cierto es que las muertes relacionadas con el cigarrillo ocurren a una edad promedio de 72 años, es decir, cuando la muerte no está muy lejos entre fumadores y entre no fumadores.
Por el contrario, los accidentes automovilísticos, suicidios y homicidios matan a unas 97.000 personas anualmente en Estados Unidos, pero la edad promedio de esos muertos es de 39 años. Contrastemos eso con la edad promedio de muerte de los fumadores: 72 años. Sin embargo, los gobiernos estatales le han declarado la guerra a la nicotina, algo que no tiene relación alguna con el crimen y que es poco peligroso para los jóvenes. La realidad es que ni los niños ni los jóvenes mueren de enfermedades relacionadas con el cigarrillo. Si fuman mucho, puede que mueran de cáncer del pulmón dentro de 50 ó 60 años, si es que el cáncer sigue siendo una amenaza para entonces.
La realidad es que la intensiva campaña gubernamental contra el cigarrillo para "proteger a los niños" es sencillamente falsa.
Con esto no decimos que no es verdad que fumar aumenta sustancialmente el riesgo de cáncer del pulmón, bronquitis y enfisema. Pero las muertes por estas enfermedades suelen ocurrir a una edad avanzada. La relación con otras enfermedades no es tan clara y la campaña de terror que se presenta como análisis científico es ridícula.
El fundamento de la ciencia es la búsqueda de la verdad. Ese objetivo no puede rendirse ante presiones políticas y la ciencia se corrompe si está a la merced de objetivos políticos predeterminados. Lamentablemente, eso es exactamente lo que sucede cuando nuestros funcionarios falsifican la evidencia para respaldar así sus cruzadas contra las tabacaleras.©
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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