Historia contrafactual: un testimonio personal

Alberto Benegas Lynch (h) dice que explorar lo que habría poder sucedido de habernos encaminado en otra dirección tiene un valor importante, sobre todo si comprendemos que no hay leyes inexorables de la historia.

Por Alberto Benegas Lynch (h)

El máximo exponente de la historia contrafactual es sin duda Naill Ferguson, el célebre profesor en la Universidad de Oxford. Son múltiples sus obras pero tal vez la más difundida es una que compila varios trabajos de colegas. Se refieren respectivamente a indagar acerca de qué hubiera ocurrido si la Revolución Norteamericana no hubiera tenido lugar, qué hubiera sucedido si Gran Bretaña si hubiera mantenido al margen en agosto de 1914, qué hubiera pasado si en España no hubiera habido levantamiento militar en julio de 1936, qué si Alemania hubiera invadido Gran Bretaña en 1940, qué si Alemania nazi hubiera derrotado a la Unión Soviética, qué en Argentina si hubiera fracasado el 17 de octubre, qué si se hubiera evitado la Guerra Fría, qué si John F. Kennedy hubiera sobrevivido y qué si el comunismo no se hubiera derrumbado.

Para algunos no inmersos en el mundo académico esto puede ser todo un ejercicio inútil pues finalmente no sucedió lo que se conjetura pero para intelectuales el valor de la gimnasia contrafactual es inmenso. Si comprendemos como explica Karl Popper que no hay tal cosa como leyes inexorables de la historia puesto que todo depende de lo que los humanos seamos capaces de hacer y si no hay tal cosa como materialismo filosófico como remata John Eccles y por ende la condición humana es inseparable del libre albedrío resulta muy correcto lo escrito por Paul Johnson en cuanto a que “Una de las lecciones de la historia que uno tiene que aprender, a pesar de ser muy desagradable, es que ninguna civilización puede tomarse por segura. Su permanencia nunca puede considerarse inamovible: siempre habrá una era oscura esperando a la vuelta de cada esquina”.

Si descartamos este historicismo trasnochado debemos percatarnos que la historia no es un proceso lineal e irreversible, se trata de muchas posibilidades de internarnos en muy diversas avenidas por lo que es de gran provecho explorar distintas posibilidades de lo que pueda haber sucedido en el pasado al efecto de tomar los diferentes derroteros como lecciones para el futuro. Es de gran interés adentrarse en lo que podría haber tenido lugar de habernos encaminado por otros andariveles. Y no se trata simplemente de arriesgar otros caminos, se trata de fundamentarlos en posibilidades reales. No es una coartada de magia y aventuras imposibles sino de concretas posibilidades que deben fundamentarse debidamente.

Es trabajar duramente en el subjuntivo condicional. El modo subjuntivo consiste en la unión de dos verbos con sentido, es el haber sido y el condicional sobre el que nos referimos en esta nota es el habría sido. Es lo que hubiera sucedido si se hubieran elegido otros caminos del todo plausibles. No es un pasatiempo sino un esfuerzo de comprensión muy agudo y provechoso que nos permite estar atentos a los sucesos que vienen.

En esta oportunidad me detengo a considerar un asunto de una inmensa pequeñez y de nulo valor histórico para los estudiosos pero de gran utilidad para mí al efecto de examinarme e intentar mejorar y valorar los distintos recorridos al tiempo de estar prevenido de acontecimientos que pueden tomar por sorpresa si uno está confiado.

Tal vez convenga excusarse frente al lector de hacer una especie de examen de conciencia pública personal pero puede eventualmente servir a otros. En primer lugar es del caso subrayar que a primera vista no tiene mérito alguno el proceder de acuerdo a lo que a uno le atrae ya que todos actuamos por nuestro interés personal. Sin embargo el mérito consiste en disuadirse de inclinaciones que no conducen a buen puerto y alentarse en los pasos hacia buenos desafíos.

En segundo lugar, no hay tal cosa como la suerte (incluso el arrojar los dados es el resultado de la fricción con el paño, el envión inicial, etc), no es casualidad sino causalidad, el asunto es medir y sopesar bien las consecuencias de los propios actos y agradecer causas que se engendran fuera de nuestro control pero que nos benefician.

En tercer término, resulta de gran valor tomar al pie de la letra lo dicho por Viktor Frankl en cuanto a que “nunca dejes que lo que es alcance a lo que deber ser”, en otros términos siempre tener proyectos en carpeta y cuando se ejecuta uno debe anteponerse otro de inmediato. Es parte medular de la vida.

Cuarto, no tomarse demasiado en serio y tener presente lo dicho por Kim Bassinger: “Si lo quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Y quinto es de gran utilidad intentar autodefinirse como persona, esto no apunta a contar lo que se hace, no contar el currículum sino nuevamente subrayamos el decir quién uno es, cuál es la característica central del propio sujeto (en este sentido adopto, copio e incorporo lo expresado por Inés Bretón: “Soy una persona esponja, intento absorber todo lo que puedo y dar todo de lo que soy capaz”).

Ahora vamos muy sumariamente a mi historia contrafactual en un rubro medular. Completé dos doctorados pero nunca escuché desde la cátedra análisis con alguna seriedad y objetividad respecto a la tradición de pensamiento liberal. Todo era en dirección a señalar las supuestas ventajas del keynesianismo, el capitalismo, el marxismo, el social-cristianismo y el estatismo en general.

Si no hubiera sido por la paciencia y perseverancia de mi padre que me mostró una y otra vez “otros lados de la biblioteca” hubiera abrazado aquellas recetas. Mi contrafáctico está basado en lo que he visto le ha sucedido a buena parte de mis condiscípulos: la mayoría quedó estancada en aquellas versiones y una minoría debió batirse con la realidad y a puro rigor de fracasos y tropiezos varios pudo sobrevivir y resistirse al avance asfixiante de los aparatos estatales basados en relatos inauditos.

Todavía me detengo a preguntarle y repreguntarle en una faena detectivesca a algunos de mis buenos amigos ex marxistas y hoy liberales cuales eran sus lecturas favoritas en su primera época y en que radicaron los motivos por los cuales fueron realizando la mudanza intelectual. Me resulta una tarea muy instructiva.

Podría decirse que me resulta difícil imaginarme como un socialista “militante” (esa palabreja que remite a verticalidad militar) pero con un análisis desapasionado no lo es si retomo lo recibido en las aulas universitarias. Este ejercicio sirve para andarse con pies de plomo, fortalecer argumentos y estarse muy atento a nuevos paradigmas que deben estudiarse con sumo cuidado.

Como lo he apuntado en otras oportunidades, mi padre fue un autodidacta en cuanto a la recepción del ideario liberal. En 1942 organizó un seminario minúsculo en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA para estudiar el libro recién publicado en español por el Fondo de Cultura Económica titulado Prosperidad y depresión del entonces profesor en la Universidad de Harvard, Gottfried Haberler. En esa obra descubrió la Escuela Austríaca, primero a través de la teoría del ciclo y luego abarcando otros aspectos clave de esa tradición. Viajó a Estados Unidos donde conoció a Ludwig von Mises en ese momento en la Universidad de New York y a Friedrich Hayek en ese entonces en la Universidad de Chicago. Luego de una estancia posterior de toda nuestra familia durante poco más de dos años en Estados Unidos, a su regreso a Buenos Aires fundó el Centro de Estudios sobre la Libertad en 1957 donde tradujo y publicó libros sobre distintos aspectos de la sociedad abierta, organizó seminarios, invitó a profesores de distintas partes del mundo y becó a jóvenes al exterior para realizar maestrías y doctorados. En su carácter de presidente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas y miembro de la Ciencias Económicas siempre alentó publicaciones de ensayos que apuntan a los mercados libres.

Como queda dicho de no haber sido por mi progenitor estaría deambulando por los pasillos del poder alentando nuevos manotazos a las autonomías del prójimo, siempre con recursos detraídos del fruto del trabajo ajeno. Esta condición tan beneficiosa la debo cultivar y asimismo redoblar esfuerzos para mejorar conocimientos y pulir argumentos frente a personas que de buena fe adoptan medidas contraproducentes por no haber tenido la oportunidad de analizar otras campanas.

No puedo finalizar este comentario en torno a mi propio recorrido contrafactual sin antes agradecer vivamente una vez más a mi mujer de 57 años de casados que con su comprensión, buen criterio e inmensa bondad me acompañó en esta tan jugosa aventura de lo que va de la vida. La historia podría haber sido otra pero la enorme felicidad de la que gozo ni remotamente hubiera tenido lugar. Esta es la cara del contrafáctico.

Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 12 de noviembre de 2022.