Galicia

Juan Ramón Rallo considera que los partidos nacionales que presten más atención a las preocupaciones de cada región tendrán mejores resultados en los comicios regionales.

Por Juan Ramón Rallo

Los ganadores de las elecciones gallegas del pasado domingo fueron el Partido Popular (PP) y el Bloque Nacionalista Gallego (BNG). El primero por conservar la mayoría absoluta y, por tanto, el gobierno de la Xunta; los segundos por convertirse de facto en la única oposición y alternativa realista al PP. Una especie de bipartidismo donde el PSOE queda como convidado de piedra cada vez más irrelevante.

Tanto desde el PSOE como desde el PP se quisieron ver estas elecciones como un plebiscito en torno a la figura de los líderes nacionales: si el PP gallego perdía la Xunta, eso necesariamente significaba que el liderazgo de Feijóo llegaba a su fin; si, por su parte, el PSOE se desmoronaba, eso necesariamente significaba que los gallegos (y por extensión demoscópica la mayoría de españoles) le daban la espalda a Pedro Sánchez.

Pero aun cuando se quieran extraer repercusiones nacionales de unos comicios regionales (hasta cierto punto es inevitable hacerlo), no habría que caer en la trampa de efectuar una lectura excesivamente nacional de estos resultados. A la postre, lo que el electorado gallego parece haber premiado, tanto en el PP como en el BNG, es haber elaborado una narrativa política propia, pegada a las problemáticas concretas de los ciudadanos, desde hace años, mientras que lo que han castigado, en el caso del PSOE, pero también de Sumar, Podemos y Vox, ha sido que hayan concurrido a estos comicios como si fueran parte de una disputa nacional más amplia.

Todas estas formaciones han optado por candidatos seleccionados y tutelados desde Madrid y, especialmente en el caso de Sumar, Podemos y Vox, sin propuestas y discursos particularizados a la problemática específica de la región. Y eso, salvo cuando una sociedad está tremendamente embebida en el fanatismo ideológico (no es ahora mismo el caso de Galicia), se termina pagando porque el votante percibe que le estás intentando dar gato por liebre: es decir, que no posees respuesta alguna a sus reivindicaciones sino que le pides el voto como parte de sus cuotas de poder en Madrid.

De ahí el claro contraejemplo de Democracia Ourensana: un partido local con un discurso populista que ha arraigado en la provincia precisamente porque ha sabido conectar con los electores. Sólo en esta circunscripción, Democracia Ourensana ha logrado seis veces más votos que Vox, 18 más que Sumar y 65 más que Podemos (y sólo un 30% menos que el PSOE).

Si los partidos nacionales quieren aspirar a ser relevantes en la región, deberían empezar a tomarse en serio a la propia región (algo que el PP sí ha entendido desde tiempos de Fraga).

Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 22 de febrero de 2024.