Fray Bartolomé de Las Casas y la propaganda
Gabriela Calderón de Burgos cuestiona que fray Bartolomé de las Casas tenga validez como un testigo presencial de la conquista por parte dela Monarquía española y su papel como adalid de los derechos humanos universales.

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Por Gabriela Calderón de Burgos
Este ensayo es parte de un intercambio con el Dr. Paul Schwennesen y Henry T. Edmondson III. Se puede ver la discusión completa aquí.
Tanto el Dr. Schwennesen como el Dr. Edmondson han sacado a colación al fray Bartolomé de las Casas (1484-1566). El primero, como prueba de cómo la Monarquía española trató de poner fin a los abusos contra los pueblos indígenas y el segundo como prueba de lo inhumano que fue su trato hacia ellos. Sin embargo, ninguno de ellos ha cuestionado la validez de de Las Casas como testimonio presencial ni su papel como uno de los primeros promotores de los derechos humanos universales.
Enrique Díaz Araujo cuestionó a de las Casas como fuente legítima y lo hizo recopilando la opinión de muchos de sus contemporáneos y de varios historiadores entre el siglo XVII y el XX.[1] Por poner sólo uno de los muchos ejemplos de juicios contemporáneos consideremos lo que el entonces procurador en Cuba, Pánfilo de Narváez y Antonio Velázquez, dijo de Las Casas en 1516: "Este clérigo es un peso ligero, de poca autoridad y credibilidad. Habla de lo que no sabe o no ha visto". Entre los muchos juicios críticos de los siglos siguientes, podemos señalar que éstos procedían no sólo del bando contrario a la Leyenda Negra, sino también de aquellos que eran muy contrarios al Imperio español, como William H. Prescott.[2]
María Elvira Roca Barea afirma en su Imperiofobia y leyenda negra (Siruela, 2018)[3] considera la Brevísima relación de Las Casas como un ejemplo por excelencia de propaganda de la Leyenda Negra:
Sólo habiendo caído en manos de la propaganda ha podido fray Bartolomé convertirse en apóstol de los derechos humanos. Sus atrocidades no conocen límites: desde justificar los sacrificios humanos con el argumento de que es lo mismo que la misa, salvo que los indios no pueden estar metafóricamente en comunión con su dios, hasta defender el tráfico de esclavos: para que los indios mansos no tengan que trabajar, lo mejor es traer negros que, como no tienen alma, pueden servir para cualquier cosa.
Edmondson afirma que la Brevísima fue "rápidamente traducida a las principales lenguas europeas". Sin embargo, Roca Barea señala que, aunque la primera edición se publicó en Sevilla en 1551, la primera traducción –al francés– apareció más de 25 años después (1578). Esta primera edición en lengua extranjera, como otras que vendrían después, coinciden con momentos históricos concretos. La traducción francesa de 1578 se corresponde con el Edicto Perpetuo firmado entre los rebeldes de los Países Bajos y Juan de Austria en 1577, entonces gobernador de los Países Bajos españoles[4]. Asimismo, la traducción inglesa de 1583 se publicó cinco años antes de que la armada de Felipe II intentara destronar a Isabel I. Otra traducción inglesa de 1656 pretendía justificar la conquista militar británica de la Jamaica española durante la guerra anglo-española de 1655-1660.
Roca Barea concluye que una de las consecuencias duraderas de la obra de fray Bartolomé es la de haber contribuido significativamente al nacimiento del mito del supuesto Edén indígena: "El noble salvaje de Rousseau es genéticamente lascasiano. No importa si el indígena es caníbal o cazador de cabezas. Su estado de naturaleza lo hace intrínsecamente bueno". Roca Barea dice que la cultura azteca era totalitaria:
Los aztecas pasaban buena parte del año cazando personas de tribus vecinas para sacrificarlas en festivales que duraban tres meses y en los que se mataban entre 20.000 y 30.000 personas al año. Las tribus sometidas de la región vivían aterrorizadas, esperando el día en que aquella monstruosidad terminara. Y acabó con la llegada de los españoles, pero no sin la imprescindible colaboración de muchas tribus....Ni Las Casas ni Rousseau sintieron nunca, ni siquiera respeto, sino mera curiosidad por los indios. Para ambos, todos los indios son el mismo indio, expresión por excelencia de la convicción europea de que sólo a nosotros se nos ha concedido el don de la individualidad.
Esto nos lleva a la crítica de Francisco Pérez de Antón a Las Casas, que se centra en una polémica que mantuvo con el menos conocido obispo de Guatemala Francisco Marroquín (1499-1563).[5] Pérez de Antón afirma que Marroquín y Las Casas eran "como el agua y el aceite". Marroquín llegó a Guatemala con 30 años y permaneció allí el resto de su vida, a diferencia de Las Casas, que nunca se asentó en ningún lugar, "siempre causando problemas". Marroquín defendía los derechos humanos para todos, mientras que Las Casas negaba estos derechos a los negros, proponiendo incluso su importación y esclavización. Pérez de Antón añade:
Más que un protector de los indios, Las Casas aspiraba a ser su mesías... Marroquín protegió a los indios, no sólo con igual vigor y mayor competencia que Las Casas, sino buscando siempre crear un clima en el que indios, españoles y mestizos pudieran convivir en un espacio común.
La conquista española de las Américas no estuvo, como todas las conquistas, exenta de abusos. Pero frente a esos males, Marroquín trabajó calladamente para humanizarlos y rectificarlos.
No se trata de blanquear la Conquista española al reconocer que hubo una Ilustración española. Sin embargo, muchos han intentado pasar por alto abusos iguales o posiblemente mayores en otros lugares dando demasiado tiempo de antena y crédito a caricaturas del Imperio español.
Notas
[1] Díaz Araujo, Enrique. Las Casas vistas de costado: Crítica bibliográfica sobre la leyenda negra. 2ª ed. Guadalajara, México: Universidad Autónoma de Guadalajara, 2022. https://archive.org/details/diazaraujo.lascasasvistodecostado/page/n5/mode/2up.
[2] Prescott citado en Díaz Araujo: «No fue testigo ocular de los sucesos de Nueva España, y estuvo muy dispuesto a creer cualquier cosa que pudiera contribuir a su propósito y a sobrecargar, si puedo decirlo así, su argumento con relatos de derramamientos de sangre y carnicerías, que por su misma extravagancia llevaban consigo su propia refutación».
[3] Roca Barea, María Elvira. Imperiofobia y La Leyenda Negra: Roma, Rusia, Estados Unidos y El Imperio Español . 3ª ed. Siruela, 2018, pp. 310-321.
[4] En este edicto, Juan había acordado retirar las fuerzas españolas de los Países Bajos, reconocer los privilegios feudales de las diferentes ciudades y dominios y detener el proceso de modernización administrativa a cambio del reconocimiento indiscutible de la soberanía del rey -Felipe II de España- y la restauración del catolicismo. Aunque el edicto parecía haber calmado las aguas, siguió un río de propaganda para mantener vivo el sentimiento secesionista y la Brevísima vino muy bien.
[La Universidad Francisco Marroquín, una de las universidades liberales más clásicas del mundo, lleva su nombre.