¿Está sorprendido?

Alfredo Bullard indica que no debería sorprender la corrupción en el poder judicial peruano pero que el escándalo actual pone de relieve la necesidad de una reforma judicial, como por ejemplo, que el poder judicial base sus decisiones en precedentes de tal manera que sus decisiones sean predecibles.

Por Alfredo Bullard

Yo no. Si usted lo está, es bastante naive. Disculpe el inglés, pero quiero evitar la palabra ‘inocente’ (que, además, no es una buena traducción de ‘naive’). En el Perú, nadie es inocente frente a lo que hemos visto los últimos días. 

Lo que sí sorprende es la sorpresa de algunos. Sorprende que el presidente de la República haya tenido que esperar que aparezcan audios mostrando las porquerías del Poder Judicial para recién plantear la necesidad de una reforma. 

Sorprende que el presidente del mismo Poder Judicial recién acuse recibo de un problema tan obvio como que el Perú es un país sísmico. 

Sorprende la cantidad de abogados (muchos de ellos litigantes) que salen a rasgarse sus ya rasgadas vestiduras. 

Pero no voy a hablar de los audios. Quiero hablar de aquella podredumbre visible sin necesidad de pinchar líneas telefónicas; de detalles que asumimos como normales con pasmosa naturalidad y que están a la vista de todos. 

Si usted quiere entrevistarse con un juez para discutir su caso, va y pide una cita. Existen listas y horarios para apuntarse. A diferencia de lo que ocurre en cualquier país civilizado, el juez recibe a una parte sin que esté presente la otra. Ha habido directivas esporádicas para impedir que eso ocurra. Pero son tan respetadas como los cruceros peatonales. 

No solo se abre una oportunidad para plantear que el juez y el litigante tienen un amigo común que recomienda el caso o incluso ofrecer una coima. Es una clara violación del derecho de defensa de la otra parte. Uno puede despacharse con todos los argumentos que se le ocurran sin que su contraparte pueda rebatirlos. Si algo tan obviamente incorrecto pasa frente a la vista de todo el mundo, ¿por qué nos asombramos de lo que se conversa detrás de bambalinas? 

Un segundo asunto. El Poder Judicial (y la Corte Suprema en particular) se resiste a que las decisiones sean predecibles. Ello significa que existan precedentes que establezcan cómo deben resolverse casos similares. ¿Por qué no quieren que sea así? Es fácil deducirlo. Si usted es corrupto y tiene un caso 1 idéntico a un caso 2, pero en uno le paga la coima el demandante y en el otro el demandado, va a querer decidir ambos casos de manera diferente para poder cobrar en los dos. 

Si la Corte Suprema fuera predecible (y entendiera que ese es su trabajo principal), daría muchos precedentes que no permitirían que los jueces decidan como les provoca y, con ello, reduciría sustancialmente el espacio a la corrupción. Nadie reparte las lampas con la que los van a enterrar. Y la predictibilidad es una forma de echarles tierra a los corruptos. 

Le aseguro, sin embargo, que pasada la ola del escándalo, ninguna de estas dos cosas habrá cambiado. Ojalá me equivoque.

Este artículo fue publicado originalmente en Perú 21 (Perú) el 15 de julio de 2018.