Empresas públicas
Óscar del Brutto Andrade dice que los ecuatorianos deben entender que no es coincidencia que no tengamos energía eléctrica, que esto no es producto de la mala fortuna, sino la consecuencia de un régimen jurídico de empresas públicas.
Por Oscar del Brutto
Uno se pregunta: “¿Qué hace el Estado ecuatoriano refinando y vendiendo gasolina?, ¿qué hace dando los servicios de telefonía celular y de internet?, ¿qué hace generando, transmitiendo y distribuyendo energía eléctrica?”. Y uno responde: “Nada bueno”.
La Constitución de Montecristi y la visión de la economía del socialismo del siglo XXI se apalancaron sobre la idea de empresas públicas. El Estado se reservó el derecho prácticamente exclusivo de gestionar los sectores estratégicos y los servicios públicos a través de empresas. La idea, como nos demuestra la realidad, era muy mala.
Las empresas privadas se guían por la lógica del mercado y responden a criterios de eficiencia. Imagine que usted va a aplicar a un puesto de trabajo en una empresa privada. Le piden su curriculum vitae, experiencia laboral y cartas de recomendaciones. Si tiene suerte y consigue el empleo, luego tiene que trabajar bajo la evaluación de sus superiores. Si llega a hacer algo mal, lo despiden. Una cosa parecida sucede si usted va a brindar un servicio. Va a tener que demostrar que los beneficios que usted ofrece valen el precio que piensa cobrar. Si tiene suerte y consigue el contrato, luego tendrá que dar un servicio de calidad al menor precio posible. Si a la empresa no le conviene lo que usted hace, le termina el contrato. Las empresas privadas cuidan los recursos porque hay un dueño que se preocupa por ellos. Además, deben brindar servicios baratos y que agreguen valor, porque si no lo hacen serán desplazadas por otras empresas con las que compiten.
La lógica de la empresa pública es totalmente distinta. Si usted quiere ser empleado de una empresa pública no hay ninguna necesidad de mostrar su curriculum vitae ni experiencia laboral ni cartas de recomendación. Usted solo tiene que ser amigo del burócrata o del político al que pusieron a cargo. Luego se apoltrona en su puesto de trabajo y le basta con formar parte de un sindicato para obtener una serie de beneficios que irán con cargo a recursos públicos. Si quiere brindar un servicio, no tiene que demostrar que el servicio es útil ni que el precio es conveniente. Un par de contactos, uno que otro favor político y usted termina con un contrato millonario para proveer algún servicio de mala calidad. Lo que ocurre es que las empresas públicas no tienen incentivos para ser eficientes. No compiten en el mercado, administran dineros públicos que no pertenecen a nadie en particular y sus funcionarios son nombrados por cuotas políticas.
Tenemos que entender que no es coincidencia que no tengamos energía eléctrica. No es el producto de un maleficio, sino la consecuencia de nuestro régimen jurídico de empresas públicas. Es cierto que el Estado tiene un rol indispensable en la sociedad. Hay ciertas cosas que el Estado y nadie más debería hacer, como brindar seguridad a los ciudadanos o administrar justicia, pero vender gasolina, dar internet o generar energía eléctrica no son ninguna de esas cosas.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 16 de octubre de 2024.