El presidente Biden debe restaurar el liderazgo estadounidense en el comercio global
Simon Lester propone tres vías de acción para que la administración de Biden restaure el liderazgo de EE.UU. en el comercio internacional.
Por Simon Lester
Este mes, el presidente Joe Biden heredará una política comercial que ha dejado el papel de EE.UU. como líder del sistema comercial global en duda. Después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ayudó a construir un sistema comercial cuidadosamente equilibrado con una liberalización modesta y un papel limitado pero importante para los acuerdos e instituciones comerciales. Pero Trump y su equipo comercial han socavado este sistema para servir una ideología que consiste de aranceles altos, unilateralismo, y hostilidad hacia el estado de derecho. Ahora le corresponde a la administración de Biden recomponer el sistema y restaurar el liderazgo de EE.UU. en el comercio internacional. Aquí hay tres sugerencias para hacerlo.
Primero, la administración de Biden debe conseguir que la Organización Mundial del Comercio funcione nuevamente. Es de importancia crítica asegurarse de que sus normas sean ejecutables. La administración de Trump ha inhabilitado el sistema de resolución de disputas de la OMC al negarse a aceptar la designación de jueces para la corte de apelaciones, lo cual ha hecho que sea imposible que los gobiernos resuelvan sus múltiples diferencias en torno a cuestiones comerciales. La administración de Biden debería inmediatamente volverse a involucrar con otros gobiernos para lograr que el proceso de disputas vuelva a funcionar. Un compromiso que podría reformar el proceso y desbloquear las designaciones debería ser una prioridad.
Además, muchos países son culpables de retardar las negociaciones en la OMC al demandar concesiones de otros sin la voluntad de dar algo a cambio. Una administración de Biden debería tratar de hacer que avancen estas negociaciones. Hay oportunidades para liberalizar el comercio en servicios como medicina y educación (los cuales rápidamente se han mudado al Internet durante la pandemia); para diseñar normas para el comercio digital; para restringir los subsidios que conducen a la pesca en exceso; y para reducir los aranceles sobre productos específicos, como aquellos relacionados con los equipos personales de protección y otros productos médicos. Pero todos deben estar dispuestos a dar algo a cambio para que esto funcione. Considerando la sólida ventaja competitiva de EE.UU. en varios de los sectores mencionados anteriormente, la administración de Biden debería ofrecer concesiones en ciertas áreas y liderar así el camino hacia la liberalización.
Segundo, un paso importante para restaurar la OMC sería hacer un llamado a una tregua con la Unión Europea (UE). A ratos, parecía que la administración de Trump estaba más molesta con la UE que con China. Hay muchas diferencias entre los estadounidenses y los europeos respecto del comercio, incluyendo las barreras al comercio agrícola, los subsidios a los aviones, y las regulaciones e impuestos obre las empresas tecnológicas. Pero estas diferencias son superadas con creces por las oportunidades para trabajar juntos.
Con una administración Demócrata en el poder, una área obvia de cooperación entre EE.UU. y la UE son los asuntos ambientales. Algunos elementos del Green New Deal parecen proteccionistas. Sin embargo, si los Demócratas quieren luchar por el cambio climático en un esfuerzo coordinado con otros países, a ellos quizás les conviene buscar precios más bajos a través de un acuerdo para reducir aranceles a los productos de energía limpia.
También hay algunas ganancias rápidas y fáciles que la administración de Biden debería tomar para mejorar la situación de los estadounidenses y las relaciones con Europa. Pueden retirar los aranceles por “seguridad nacional” bajo la Sección 232 sobre las importaciones de acero y aluminio y establecer claramente que aranceles de ese tipo no se impondrán sobre las importaciones de autos. Como sugerí anteriormente, pueden trabajar de buena fe para restaurar la corte de apelaciones para resolver disputas en la OMC, la cual los europeos respaldan firmemente. Las acciones de confrontación y contraproducentes por parte de la administración de Trump en estas áreas malograron las relaciones comerciales y previnieron la cooperación.
Una área en la que la cooperación también es requerida tiene que ver con las prácticas comerciales de China. La administración de Trump se ha jactado de su acuerdo comercial Fase 1 con China. Sin embargo, este acuerdo fue un intento unilateral de utilizar el poder económico estadounidense para forzar a China a cambiar su comportamiento y ha demostrado ser en gran medida inútil. Contiene compromisos de compra que nadie esperaba que China cumpliese, y Chino, de hecho, no los cumplió; y no contiene un mecanismo creíble para ser ejecutado. Por lo tanto, hay algunas provisiones útiles en el acuerdo —por ejemplo, sobre la transferencia forzada de tecnología—y estas podrían ser llevadas hacia un esfuerzo por parte de EE.UU., Europa y otros para presionar a China a firmar estos compromisos como parte de un acuerdo multilateral en la OMC.
Una estrategia internacionalista para lidiar con las prácticas comerciales chinas seguramente funcionará mejor que lo que la administración de Trump ha intentado. De hecho, fue el ingreso de China a la OMC lo que logró que reduzca sus aranceles desde niveles astronómicos (según una medida, un promedio de 40,6% en 1992) hacia los niveles mucho más bajos que vemos hoy (desde 3,4% a 7,6% en 2018, dependiendo como lo mida, según el Banco Mundial).
Luego de casi cuatro años de tener al nacionalismo económico como el eje de la política comercial estadounidense, y de someter a la OMC y a los acuerdos comerciales internacionales a la frecuente demagogia por parte del Presidente Trump, es hora de virar la página. Una administración de Biden debería buscar restaurar un equilibrio más racional para la política comercial de EE.UU. La realidad es que los acuerdos comerciales siempre han sido relativamente limitados en lo que pueden hacer para contener al proteccionismo.
Hay muchas exenciones que permiten el uso de aranceles, tanto en contra del comercio “justo” como del comercio “injusto”. La administración de Trump no quería limitación alguna, sin embargo, lo que condujo a una explosión de guerras comerciales que perjudican tanto a las empresas como a los consumidores estadounidenses. La administración de Biden debería cambiar de ruta y adoptar una estrategia pragmática que repare las relaciones con sus aliados y dependa de un sistema basado en normas que limiten las tensiones comerciales y abran los mercados alrededor del mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en Real Clear Policy (EE.UU.) el 9 de diciembre de 2020.