El nuevo clima
En cualquier competencia para determinar cuál será la persona en vida más influyente en la próxima década, J. Craig Venter, presidente del Institute for Biological Energy Alternatives, seguramente encabezará la lista. Luego de decodificar el genoma humano, Venter tiene ahora un proyecto para modificar genéticamente la temperatura del planeta.
Tecnológicamente esto podría no ser tan difícil, y Venter no vacila en lo que persigue: una bacteria homogenerada que reduzca el dióxido de carbono atmosférico. El aumento de este gas en la atmósfera es la causa probable de un pequeño incremento de 0.4C° en la temperatura planetaria en los últimos 50 años. A pesar del hecho de que el calentamiento ha estado consistentemente muy por debajo de las proyecciones alarmistas tempraneras, no hay otro tema ambiental que genere tanto calor emocional.
También ha sido desatendido de la discusión el hecho de que la física del proceso predice correctamente que una cantidad desproporcionadamente significativa de este calentamiento debería ocurrir en las masas de aire más frías y secas, como en Siberia durante el invierno, y así ha ocurrido. Aún más ignorado: Las latitudes medianas del planeta, que es de donde viene la mayor cantidad de nuestro alimento, debería recibir un poco más de lluvia, y por lo tanto producir más comida. Ambos han sido documentados.
Las apuestas señalan que Venter tendrá éxito. Las ramificaciones serán alucinantes. Primero y ante todo, provocará una discusión honesta sobre el calentamiento global.
Durante años, los alarmistas ambientales han asumido que cualquier cosa que los humanos le hagamos a la temperatura global es mala. Lo que implican es que el clima del planeta antes de la revolución industrial era algo así como el Jardín del Edén.
Difícilmente. La mayor parte del Hemisferio Norte, sino todo el planeta, se encontraba sumergido en lo que los climatólogos llaman la Pequeña Edad de Hielo. Los inviernos en Europa fueron miserables. Thomas Jefferson, quien, entre otras cosas, estuvo fascinado con la noción del cambio climático, escribió que los ciudadanos más viejos de su época recordaban que la nieve en Virginia permanecía en la superficie por meses, contrario a las pocas semanas que caracterizaron sus tiempos. Actualmente son apenas unos cuantos días. Si la Pequeña Edad de Hielo fue el comienzo de una progresión natural hacia la próxima gran era de hielo (la cual está atrasada según algunos cálculos), es un experimento que no se puede llevar a cabo. Sin embargo, la realidad es que el dióxido de carbono producido por el hombre ha calentado las cosas un poco.
¿Es esto tan malo? Yo sinceramente dudo que un panel con los ecologistas más apreciados sostendría que debemos reducir la temperatura del planeta. Quizás la temperatura más lógica sería el promedio desde la última gran edad de hielo, hace 11.000 años atrás, el cual ha sido un grado más caliente que la actual. El florecimiento de la civilización humana y su co-evolución con la naturaleza son el sello de la era post-glaciar. Consecuentemente, es un buen argumento decir que la temperatura promedio durante este período es saludable.
Uno podría pulirlo un poco más: El amanecer de la civilización ocurrió en un período que los climatólogos llamaban "el óptimo climático" (anterior a nuestra era actual de "histeria climática") cuando la temperatura superficial promedio era de 1C° a 2C° más caliente de lo que es hoy en día.
Así que, ¿dónde calculamos el termostato una vez que nos damos cuenta de la inevitabilidad tecnológica de que tenemos el control en nuestras manos? Ese ha de ser el verdadero debate sobre el calentamiento global.
Quién decide y cómo decidimos será una de las ironías más exquisitas de la era moderna de política ambiental. Actualmente, existe amplias diferencias entre Estados Unidos y Europa en casi todos los aspectos. Y se va a poner peor.
Hoy en día, ni siquiera notamos que casi todos nuestros productos alimenticios basados en soya son genéticamente modificados, aún cuando a los europeos les dé urticaria con tan solo ver una barra de Pria. Los estadounidenses consideran que el Protocolo de Kyoto no hará nada sobre el calentamiento global, excepto costarle una fortuna a sus signatarios. Europa no está de acuerdo y acusa a la administración Bush de inacción, mientras que el presidente, junto con el Dr. Venter, reconoce que una tecnología climática efectiva todavía tiene que ser desarrollada. Los europeos detestarán la idea de que organismos genéticamente modificados transformen nuestra atmósfera, aún cuando cerca del 60% de la proteína que forma el cuerpo viene del mismo.
Quizás el genio que está a punto de salir de la lámpara mágica de Craig Venter finalmente hará que el mundo entre en razón, no sólo en cuanto a cambio climático sino también en cuanto a la inevitabilidad de que el Homo sapiens escoge y modifica el planeta y la ecosfera genética que desea. Ha venido sucediendo por cientos de años, y únicamente el ritmo y la tecnología se están acelerando.
Esto fue predicho hace mucho tiempo, en Génesis: "Sed fructíferos y multiplicaos; cubrid la tierra y dominadla; tened dominio sobre los peces de los mares, sobre las aves de los aires y sobre todas las cosas vivientes que se mueven sobre la tierra."
Craig Venter probablemente nos brinde la clave de esta profecía. Sin embargo, determinar cómo y con qué sabiduría vamos a realizarla nos va a tomar muchísimo tiempo en las próximas décadas.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.