El modelo productivo, ese chivo expiatorio
Daniel Lacalle dice que el problema de España no es el modelo productivo, sino las trabas al crecimiento empresarial y la inversión.
Por Daniel Lacalle
No sé si se han dado cuenta de que, para el Gobierno, la culpa de que cayésemos más que nadie en 2020 es del “modelo productivo”. Sin embargo, la razón por la que España se recupera no es por el mismo modelo productivo, que no ha cambiado, sino gracias a ellos. Fascinante, ¿no?
Es curioso que el Gobierno nunca mencione que, al contrario que Zapatero o Rajoy, han contado con el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia y que la capacidad de gastar en todo lo que desean y tirar de déficit sin control no es un logro del gobierno, sino un favor que concede Europa y el Banco Central Europeo (BCE) y que nos va a costar a todos mucho en el futuro.
La realidad es que toda la recuperación viene de factores externos: mayor estímulo monetario y fiscal, caída de los precios de las materias primas en los mercados internacionales y amplio apoyo financiero por parte del BCE. Y, a pesar de ello, estamos a la cola en recuperación y a la cabeza en pérdida de renta disponible y paro.
Con el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia reciente, España cierra 2022 sin recuperar el PIB de 2019, con la mayor caída de renta disponible de los hogares de la Unión Europea, según la OCDE, con la mayor tasa de paro, superando a Grecia, de la UE, y además la mayor tasa de paro en la sombra, según UBS. Hasta Eurostat asume que hay 173.000 parados más de los que muestra el Gobierno.
El problema de España no es de modelo productivo, sino de trabas al crecimiento empresarial y la inversión. España lleva años sin crecimiento de la productividad, y no es un país de pymes, sino de microempresas. Las trabas fiscales y –ojo– burocráticas a la actividad empresarial son enormes.
Al turismo y la hostelería se les ataca siempre que conviene pero han demostrado una solidez, generación de valor, compromiso y capacidad de adaptación admirable. Es muy triste que el Gobierno no agradezca cada día a la hostelería y restauración por la recuperación de empleo y PIB.
La euforia en cuanto a los datos de recuperación solo tiene una clave: la electoral. El Gobierno se lanza a los mismos mensajes triunfalistas que recordamos cuando nos decían que estábamos en la “champions league” de la economía y que la recesión era “puro catastrofismo”.
El nivel de propaganda es tan aberrante que escuchamos todos los días atribuir los recortes y la crisis de 2008 a 2011 al Partido Popular, para vender a su electorado que no tenga memoria que en la crisis anterior no gobernaban ellos.
La euforia sobre la recuperación española ha vuelto a ser cuestionada por Fedea en su informe “Situación económica y respuesta a la crisis de Ucrania” (Boletín no. 21). “El crecimiento del PIB en 2022 ha sido mayor de lo esperado, acercándonos ya a la recuperación de los niveles de actividad anteriores a la pandemia, y aunque los indicios de desaceleración son claros, comienza a parecer posible que podamos sortear la recesión que se esperaba en los próximos meses. La evolución del empleo está siendo también mejor de lo esperado, aunque una lectura cuidadosa de los indicadores disponibles apunta a la necesidad de una cierta precaución frente a lecturas triunfalistas del comportamiento de esta variable”, afirma el economista Ángel de la Fuente en el informe.
Cinco gráficos que ilustran el informe son muy interesantes:
– Ni el PIB real ni las horas trabajadas han recuperado el nivel prepandemia. Ustedes recordarán, y si no se lo recuerdo yo, que los palmeros de este Gobierno decían en 2017 que “no se crea empleo, se trocea el existente” porque caían las horas trabajadas. Ahora que no se han recuperado las horas trabajadas de 2019 lo llaman récord de empleo.
La ocupación efectiva privada va muy por detrás del aumento de ocupación pública. Casi el 52% del empleo creado es público, como reflejan los datos del Ministerio de Trabajo.
La aparente mejora de empleo esconde importantes cambios de cómputo de parados que afectan a la evolución del mercado laboral. Por otra parte, la evolución de los demandantes de empleo con relación laboral sugiere que la aparente mejoría del paro registrado entre 2019 y 2022 ha de tomarse con cierta cautela.
“Mientras que el paro registrado se reduce y se aleja cada vez más del nivel observado en el mismo mes de 2019, el paro efectivo aumenta y vuelve a su nivel prepandemia a finales de 2022 debido al rápido crecimiento del colectivo de demandantes con relación laboral (presumiblemente fijos discontinuos que no están trabajando)”, explica el informe.
La tasa de paro efectivo es muy importante porque refleja con más claridad la situación real del mercado laboral. Se trata de analizar la tasa de paro incluyendo aquellos demandantes de empleo y desocupados que no están en la lista oficial de parados.
Echarle la culpa al modelo productivo es muy típico de políticos que piensan que ellos lo decidirían mejor en un comité.
Sin embargo, los factores de baja productividad de la economía española son, en un importante porcentaje, culpa de un sistema burocrático y fiscal muy poco facilitador, en el que ningún gobierno reduce las trabas y, como mucho, revierte lo que ha empeorado el anterior.
Ángel Gavilán, del Banco de España, muestra con prudencia institucional en una presentación de octubre del 2022 (“El crecimiento de la productividad en España, ¿síntoma o problema?”) cómo el aumento de productividad en las dos últimas décadas es muy inferior al de las economías comparables.
España no tiene peores empresarios ni peores empresas. Las trabas al crecimiento empresarial están en el marco regulatorio y fiscal. Una fiscalidad normativa mucho más elevada que la media de la Unión Europea, según el IEE.
La productividad suele aumentar con el tamaño empresarial. Por eso el ataque a las grandes empresas que se suele hacer popular en el circo político es tan dañino. “Es precisamente en las compañías españolas de menor tamaño donde se observa un diferencial de productividad más negativo con respecto a sus equivalentes europeos”, afirma Gavilán.
Los factores regulatorios son importantes. La asignación de capital, el sistema educativo, la complejidad y burocracia normativa y la baja eficiencia de los programas públicos son factores relevantes.
¿Y por qué importa todo esto? Porque el modelo productivo de España no es una fatalidad o una casualidad, sino la consecuencia de un sistema de desincentivos al crecimiento empresarial, la innovación y la inversión que nos llevan a permanecer en la cola de Europa mientras los gobiernos despilfarran uno detrás de otro las ayudas europeas en aumentar masivamente el gasto político.
¿Por qué importa todo esto? Porque el próximo Gobierno no puede ignorar el problema estructural y mantener un sistema que penaliza el empleo y el crecimiento. Se debe revertir de manera decisiva esta tendencia de asfixia a la iniciativa privada en la que los gobiernos se felicitan por un rebote de gato muerto o recuperar parte del empleo destruido por el otro.
¿Se hará? No lo sabemos. Probablemente volveremos a fiarlo todo a que la máquina de subvencionar europea cubra nuestros desequilibrios y financie nuestros excesos mientras la carga de los errores políticos volverá a caer sobre un tejido empresarial y unos contribuyentes cada vez más ahogados.
El maestro Jesús Huerta De Soto define el socialismo como “todo sistema de agresión institucional y sistemática en contra del libre ejercicio de la función empresarial”. El problema de España es ese. En España no hay un capitalismo “salvaje” y libre mercado como inventa la ultraizquierda.
Como explica el economista Alberto Mingardi, se usa la excusa del neoliberalismo para agrupar todo lo que no nos gusta, pero liberalismo es “lo mucho que falta y lo poco que hay”.
Odio la palabra “modelo productivo”, prefiero “patrón de crecimiento”. Pero el problema de España es que, lo llamemos como lo llamemos, hay enormes factores regulatorios y fiscales que entorpecen y asfixian.
Somos la evidencia del desastre que ocurre cuando el Estado se entromete en la actividad empresarial, desde la regulación a la asignación de capital. La productividad es un desastre, pero si lo analizásemos como a una empresa, en rentabilidad sobre el capital empleado, seríamos un país zombi y constante rescate externo.
En España sufrimos el efecto de la constante agresión institucional y sistemática en contra del libre ejercicio de la función empresarial. Nos sobra socialismo.