El idealismo y la reforma política

Iván Alonso considera que las dos propuestas de reforma electoral que se han venido discutiendo en el Perú no pasan el test de la realidad: la elección del Congreso por distritos uninominales y las elecciones primarias para designar a los candidatos.

Por Iván Alonso

El idealismo se entiende de muchas maneras, desde la primacía de las ideas como representaciones mentales de las cosas en nuestro entendimiento del mundo hasta la entrega a una causa guiada más por los sueños que por la realidad. A esta última variedad se parecen algunas de las reformas políticas que se vienen proponiendo desde hace tiempo, como la elección del Congreso en distritos uninominales y las elecciones primarias para designar a los candidatos. No es que tengamos una objeción de principio al ideal de una mejor representación que anima a ambas propuestas, sino que ninguna pasa, en nuestra opinión, el test de la realidad.

El test de la realidad consiste en analizar los posibles efectos prácticos de las reformas propuestas. Para esto podemos valernos de dos instrumentos. Primero, el análisis cuantitativo de los resultados que cabe esperar con una regla u otra. Segundo, el de los incentivos de los políticos para comportarse de la manera imaginada por los reformadores.

En una breve serie de artículos publicados dos en El Comercio antes de la pandemia y uno recientemente en este ciberespacio analizamos empíricamente cómo habrían cambiado los resultados de las elecciones para el Congreso si las condiciones hubieran sido distintas. Esto fue lo que encontramos.

1. La valla electoral cumple con la finalidad de evitar la atomización del Congreso, pero al costo de ignorar a una parte importante del electorado, cuyos candidatos habrían obtenido una curul, de no ser porque el partido al que representaban no obtuvo el porcentaje mínimo de votos requerido a nivel nacional. Pero el beneficio es incierto porque la valla electoral no reduce sustancialmente la dispersión en el tamaño de las bancadas ni el número de bancadas que necesitan ponerse de acuerdo para aprobar una ley.

2. La cifra repartidora no es la causante de que estén sobrerrepresentadas en el Congreso las primeras minorías, como se suele decir. La cifra repartidora no es sino un método para redondear las curules asignadas a cada partido. Siempre se necesita uno porque la distribución estrictamente proporcional a los votos arrojaría media curul para uno, tres cuartos para otro etc. El problema no es la cifra repartidora, sino el tamaño de las circunscripciones.

3. Los distritos uninominales exacerban el problema de la sobrerrepresentación de las primeras minorías porque reducen hasta el extremo el tamaño de las circunscripciones. En un distrito uninominal no hay nada que repartir proporcionalmente ni nada que redondear. Una correlación suficientemente alta de las preferencias electorales a lo largo y ancho puede convertir a una pequeña minoría en una mayoría absoluta.

Pero donde el idealismo alcanza su máxima expresión es en la elección de los candidatos de cada partido en elecciones primarias. Eso, supuestamente, permitiría al electorado filtrar a los aspirantes para que, una vez elegidos, no se desencante de ellos. Pero ¿quién dice que, así como se desencanta en cuestión de tres meses de los ungidos en la elección oficial, no se va a desencantar de aquellos que lo fueron en las elecciones primarias antes inclusive de que llegue el día de la elección oficial?

Como el voto preferencial, las elecciones primarias tienen un costo para la democracia. La selección de candidatos es uno de los pocos incentivos que tiene la cúpula partidaria –sí, la cúpula– para mantener una línea ideológica y preparar cuadros. Sin los incentivos correctos para la tarea propiamente política, los partidos degeneran con facilidad en las franquicias electorales que son ahora.