El engendro de Montecristi

Gabriela Calderón de Burgos dice que no es necesario ni conveniente que Ecuador realice otra Asamblea Constituyente como proponen algunos de la oposición, sino que más bien debería el gobierno emprender varias reformas económicas que no requieren de reforma constitucional.

Por Gabriela Calderón de Burgos

La Constitución de Montecristi es terrible. Debería estar en libros de texto como ejemplo de la anti-Constitución. Históricamente, las constituciones surgieron como un límite al poder de los monarcas; esta, en cambio, es un fiel reflejo de quien estuvo en el poder por una década. Esto no es original, ya que casi todas las constituciones que hemos tenido desde la fundación de la república han sido el reflejo del caudillo de turno.

Probablemente lo peor de esta Constitución es el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social –que lejos de garantizar la participación de los ciudadanos ha sido muy eficaz para garantizarle al Gobierno el control de la sociedad–. Aun así, aun pensando que es una de las peores del mundo y una de las peores que ha tenido el país en su historia, sostengo que no conviene volvernos a lanzar a la aventura de una nueva constituyente.

Es cierto que hemos tenido en el pasado mejores constituciones, pero nada nos garantiza que de una nueva constituyente salga algo mejor; de hecho, podría salir un engendro igual o peor. ¿Quiénes van a estar a cargo esta vez? No se me ocurre algún mecanismo mediante el cual podríamos garantizar que este proceso no sea secuestrado por algún proyecto político en particular, como ha sucedido con casi todas las constituciones anteriores en nuestro país.

Lo que no comprendo es el fetiche de buscar la Constitución ideal como una panacea a todos nuestros problemas o como un requisito esencial para el progreso. Tanto en Ecuador como en Latinoamérica en general, no tenemos la cultura de respetar y hacer respetar las constituciones. Más bien lo contrario, somos la región del famoso “acato, pero no obedezco”. Entonces, ¿por qué cada que tenemos una crisis institucional saltamos impulsivamente y nuevamente hacia el vacío?

Una constituyente no era necesaria en 2007, así como tampoco lo es ahora en 2018. Sigue siendo necesario, no obstante, que el país vaya realizando de manera gradual y progresiva toda reforma que incremente la libertad individual de los ecuatorianos y esto se puede hacer sin necesidad de armar otro circo.

El Gobierno puede realizar reformas económicas importantes debido a su capital político y poder en la Constitución. Si hace las reformas indicadas, estas tendrían a largo plazo el efecto de reducir la concentración de poder en el Estado. Estas incluyen una liberalización comercial unilateral o mediante la firma de varios acuerdos comerciales; la derogación del Código Orgánico Monetario y Financiero (COMF) y su reemplazo con las leyes que estaban vigentes antes de su aprobación; la adopción de la metodología de presupuesto base cero en el ámbito fiscal –que cada entidad estatal tenga que justificar cada dólar que pretende gastar el siguiente año y que no se asuma que debe gastar lo mismo que el año anterior o más–; una reducción de la carga tributaria, empezando por derogar el impuesto a la salida de divisas y el anticipo al impuesto sobre la renta; y, derogar o reformar sustancialmente la Ley de Comunicación.

Estas reformas apuntan a aumentar la libertad individual de los ciudadanos y restarle poder a los políticos. Ninguna requiere de una Asamblea Constituyente.