El daño a largo plazo

Gabriela Calderón de Burgos considera que el daño a largo plazo de haber optado por una estrategia gradualista es que la gente creerá que la responsabilidad fiscal no conviene, cuando esta combinada con políticas pro-crecimiento son precisamente lo que Ecuador necesita.

Por Gabriela Calderón de Burgos

Un hilo conductor en la política económica de las distintas administraciones desde 2007 es la creencia de que el motor de la economía es la expansión del gasto público. Más gasto y endeudamiento público fue el resultado inicial, lo cual fue posible mientras duró el financiamiento internacional. Muchos asocian las épocas de un gasto y deuda públicas en alza como épocas de vacas gordas, pero la coincidencia temporal no es lo mismo que causalidad. En economía tenemos lo que se ve y lo que no se ve.

Una vez implementada la política económica que pone en el centro al estado como actor económico, se nos cerraron los mercados de capitales, ya habíamos saqueado los fondos del Banco Central del Ecuador y del seguro social y tocó parar la fiesta. Entonces dijeron, no podemos hacerlo abruptamente porque vendría un frenazo al crecimiento. Se adoptó desde la administración de Lenin el gradualismo y para no perder la “gobernabilidad” había que sacrificar la batalla ideológica, negándose a enfrentar las vacas sagradas que nos mantienen atados a un crecimiento mediocre.

¿Cuáles son los resultados? El déficit se redujo significativamente, de $7.100 millones en 2020 a $2.300 millones en 2022. La deuda también, pasando de 62,2% a 57% del PIB en 2023. Pero, ¿a qué costo? Desde 1961 Ecuador no ha experimentado un estancamiento del crecimiento tan duro como el del periodo 2017-2021, en el que obtuvimos un crecimiento promedio de 1,9% si removemos el año inicial de la pandemia (0,023% si lo incluimos). Podríamos concluir que porque no ha continuado lloviendo gasto y deuda pública se dio esta calamidad, pero no sería lo correcto.

Primero, las administraciones de Lenin y Lasso no han tenido otra opción que parar el tren del gasto y endeudamiento porque se les cerró la llave. Ante la necesidad de reducir el déficit y el endeudamiento, decidieron hacerlo en gran medida subiendo los impuestos, precisamente un año después de la gran contracción de la pandemia. Pocas cosas desalientan más la acumulación de capital y las inversiones. Argumentaron que no había otra opción. Falso. La realidad es que decidieron no dar la batalla ideológica que hubiese requerido un verdadero cambio de modelo y hoy celebransupuestas victorias en medio del caos, la falta de credibilidad y secuestrados por una minoría que no tiene legitimidad.

Si bien crecer como el año pasado a 4,2% es mucho mejor que haber crecido tan solo 1,22% que fue el promedio de la administración de Lenin (2017-2021, removiendo el inicio de la pandemia en 2020), debemos tener en cuenta que el promedio de crecimiento en Latinoamérica y el Caribe fue de 6,7%. Países del vecindario nos superan con creces: Chile (11,7%), Colombia (10,6%), Perú (13,3%), Argentina (10,3%), tan solo para mencionar a algunos.

El daño a largo plazo es que muchos piensan que la fiesta debe seguir, apenas vuelva a fluir el crédito y suba el precio del petróleo. El gobierno mostró debilidad al no dar la batalla ideológica y ahora en ese campo reinan los enemigos de la democracia liberal, imponiendo una agenda anti- crecimiento. Pero bajar el déficit y la deuda sacrificando el crecimiento no era la única alternativa. Tenemos que poner en orden las finanzas públicas conforme crecemos y para eso tenemos que liberalizar la economía.

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 21 de octubre de 2022.