El comercio en la vida real: por qué debería oponerse a los aranceles sobre los zapatos con todo su corazón
Gabriella Beaumont‐Smith indica que los consumidores estadounidenses continúan pagando aranceles astronómicos por los zapatos importados a pesar de que 99% del calzado que consume el mercado estadounidense ya es importado.
En esta nueva serie, les presentaré las políticas comerciales que afectan a su vida cotidiana.
Empiezo con un tema que me toca muy de cerca, los zapatos, porque me he dado cuenta de que los aranceles sobre el calzado han perdido frente a los derechos y salvaguardias sobre la energía solar en la competencia de la Locura Proteccionista. Es cierto que me ha resultado difícil elegir, ya que he descrito los problemas que hay detrás de los aranceles y las salvaguardias solares. Pero he tenido que votar que los aranceles sobre el calzado son peores. Mi razonamiento es muy sencillo: la mayoría de la gente lleva zapatos y, por tanto, se ve afectada por la restrictiva política arancelaria que mantiene EE.UU. El siguiente cuadro ilustra los elevados aranceles impuestos a distintos tipos de calzado:
Lo peor es que esta política arancelaria se remonta a 1930. En virtud de la Ley arancelaria Smoot-Hawley, el Congreso impuso aranceles elevados a numerosas importaciones –entre ellas el calzado– que se mantienen en la actualidad. El objetivo de esta ley era proteger a las industrias nacionales de la competencia de las importaciones. Sin embargo, estos aranceles no protegieron a la industria del calzado estadounidense, que hoy es prácticamente inexistente (y esto no es exclusivo del calzado ni un fenómeno negativo). Hoy en día, EE.UU. importa el 99% del calzado que consume y, teniendo esto en cuenta, no tiene ningún sentido que sigamos pagando aranceles elevados por él.
Y es peor para las personas con menos ingresos, a las que se aplican aranceles más elevados: como muestra la tabla, los zapatos valorados en menos de 3 dólares están sujetos a un arancel del 48%. En muchos casos, los padres compran zapatos baratos para sus hijos, ya que se les quedan pequeños rápidamente, lo que significa que cada vez que los padres compran un nuevo par de zapatos a cada niño, están pagando impuestos astronómicos e innecesarios. Los zapatos de mujer también suelen estar sujetos a aranceles más altos, y como se muestra en la tabla, un slingback está sujeto a un arancel del 37,5 por ciento, pero un zapato de vestir de hombre está sujeto a un arancel del 8,5 por ciento.
Para que el sueldo de los estadounidenses llegue más lejos (y para aumentar la colección de zapatos), es imperativo que el Congreso derogue los aranceles sobre el calzado.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 20 de marzo de 2023.