Dos caballitos de papel

Iván Alonso comenta dos iniciativas de reforma del gobierno que considera mal concebidas: la tributaria y la agraria.

Por Iván Alonso

La improvisación que en algunas cosas caracteriza a este gobierno pone en evidencia la pobreza intelectual de la ultraizquierda. No nos estamos refiriendo a que tengan las ideas equivocadas, que ciertamente las tienen, sino a la incapacidad demostrada hasta ahora para pasar del eslogan a la propuesta. Sus más encumbrados economistas se han pasado años, si no décadas, preparándose para gobernar algún día. Sin embargo, llegado el momento, no han podido poner en blanco y negro lo que querían hacer. Mucha retórica, poca reflexión. Dos de sus caballitos de batalla lo atestiguan: la reforma tributaria y la segunda reforma agraria.

En el primer caso, sus ojos han estado puestos hace tiempo en las rentas mineras. Ya la minería paga desde el 2011, cuando se creó el impuesto y el gravamen especiales a la minería, un porcentaje mayor de sus utilidades que todos los demás sectores. El gobierno pidió facultades legislativas al Congreso para cobrarle aún más, pero no supo decir cuánto ni cómo. Simplemente, se escudó en un supuesto estudio del Fondo Monetario Internacional, que nunca pudo mostrar y que supuestamente concluía que sí era posible cobrar más sin perder “competitividad”.

El inesperado triunfo electoral no es una excusa. En el mes y medio que pasó desde que quedó claro el resultado de la segunda vuelta hasta la toma de mando hubo tiempo de sobra para bosquejar las ideas fundamentales: cuánto iba a recaudar; con qué base y con qué tasa; qué efecto tendría sobre la actividad minera. Lo mínimo indispensable antes de proponer un nuevo impuesto.

Igual con la segunda reforma agraria. Ya se había dicho en la campaña que no se trataba de expropiar tierras –o quizás se quiso decir que no se trataba de reformar nada–, sino de dar créditos y construir caminos para sacar la producción del campo. Cosas que ya se venían haciendo, como se ve en este gráfico…

…y en este otro.

Pero, como si dos objetivos desconectados de la realidad no fueran suficientes, al llegar el día del histórico o histriónico anuncio el gobierno agregó otros dos que, por lo menos, pueden calificarse de difusos: el aumento de las compras estatales a la agricultura familiar y la industrialización de los productos. No ha dado más detalles por ahora, seguramente porque no los tiene. Quién sabe la demora se deba a que está pensando cómo alcanzar mejor sus objetivos, lo cual supone que sus asesores no se han dado el trabajo de pensarlo antes o siquiera de definir bien los objetivos.