Capacitación de estudiantes para “resistir a los sistemas de opresión”

Walter Olson indica que el enseñarle a los niños a “resistir sistemas de opresión” en las escuelas públicas podría ser percibido por algunos padres como un sistema emergente de opresión.

Por Walter Olson

Las escuelas públicas del Condado de Montgomery en los suburbios de Washington D.C., han encargado a un equipo que redacte una revisión curricular de la educación primaria y secundaria que “fortalezca el sentido de las identidades raciales, étnicas y tribales de los estudiantes, ayude a los estudiantes a comprender y resistir los sistemas de opresión, y empodere a los estudiantes a verse a sí mismos como agentes de cambio”, como señaló el columnista del National Journal Josh Kraushaar en Twitter:

El comentarista Damon Linker responde:

“Me pronunciaré: no querría que se fortaleciera el sentido de identidad racial, tribal o étnica de mis hijos. No quiero que sean entrenados para ‘resistirse’ a nada en particular. Y, sobre todo, no quiero que se conviertan en ‘agentes de cambio’, que es la jerga activista corporatizada”. 

Yo agregaría hablando por mí mismo que, si bien las familias de diferentes tintes políticos pueden estar todas de acuerdo en que existen “sistemas de opresión” en el mundo, es probable que estemos en total desacuerdo sobre cuáles son esos sistemas y donde podrían estar sus límites de definición. Por ejemplo, es rutinario que uno u otro consultor en el mundo de la formación “antirracista” etiquete al capitalismo como un sistema de opresión, mientras que otros como yo consideren al capitalismo como un sistema de liberación y al socialismo de estado obligatorio como un sistema de opresión. ¿La opinión de quién va a predominar? Del mismo modo, existen innumerables desacuerdos sobre qué constituye y qué no constituye instancias de sexismo, capacitismo, imperialismo, discriminación por edad, racismo y colonialismo. Cuando las opiniones divergen, ¿la de quién será la que prevalecerá? E incluso si se llegara a un acuerdo sobre la identificación de algún mal social como tal, ¿quién decide si la respuesta apropiada es “resistirlo” de alguna manera visible y simulada, o alternativamente dar un mejor ejemplo con la conducta personal, usar los poderes de persuasión y exhortación, o retirarse del contacto y participación en el mal? Cada enfoque ha tenido defensores filosóficamente serios. 

Algunos incluso podrían considerar que es un sistema emergente de opresión, el emplear la maquinaria de la educación pública obligatoria para sacar a los niños a la fuerza a un salón de clases donde serán adoctrinados en ideologías que pueden denigrar o demonizar las creencias de los miembros de sus familias, o incluso demonizar a esos mismos familiares, en un proceso al que los miembros de sus familias nunca los habrían sometido voluntariamente. 

Un tema de larga data del trabajo del Instituto Cato sobre la elección de escuelas es que, la educación pública a menudo vista como un puente y una mejora de las divisiones culturales y sociales de hecho tiende a empeorarlas al obligar a las familias a luchar entre sí. 

Cuando estas cuestiones se deciden a través de un sistema político, como juntas escolares elegidas, los padres con diferentes puntos de vista deben luchar entre sí para que la escuela refleje sus puntos de vista. Inevitablemente, algunos padres perderán esa lucha. Para colmo, todos los ciudadanos se ven obligados a pagar las escuelas administradas por el Estado a través de sus impuestos, incluso cuando esas escuelas son antagónicas a sus valores más arraigados. 

Y así sucede en este caso.

Publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 7 de febrero de 2022