Acerca de la estrategia comercial con China, ¿una vuelta al pasado?
Inu Manak considera que a inicios de este mes la Representante Comercial de EE.UU., Katherine Tai, delineó la estrategia comercial de la administración de Biden frente a China y esta todavía no luce muy distinta a aquella de la administración de Trump.
Por Inu Manak
En un discurso sumamente anticipado de la Representante de EE.UU. Katherine Tai delineando la estrategia de la administración de Biden frente a China, los observadores de la política comercial nos quedamos con más preguntas que respuestas. Bajo los repetidos pedidos de claridad, la administración se había mantenido firme en torno a que estaba revisando todas las acciones tomadas por la administración de Trump antes de fijar su propia agenda. Casi un año después de la elección presidencial, sin embargo, la administración tiene poco que demostrar como resultado de su reflexión. De hecho, la visión delineada en el discurso de Tai hace unas semanas atrás fue una repetición de la estrategia de su antecesor con un empaque nuevo —diferente en estilo pero no en sustancia. Para aquellos que buscaban una señal definitiva acerca de cuál iba a ser la política comercial estadounidense hacia China, el anuncio de inicios de este mes fue decepcionante. Pero el hecho de que el equipo de Biden no ha logrado articular una política clara puede que no sea tan malo como parece. En cambio, provee una apertura para una discusión sincera acerca de la dirección que deberían tomar las cosas, si la administración está dispuesta a escuchar.
Tai delineó nuestros esfuerzos como “el punto de partida” para “realizar nuestras políticas comerciales con China”. El primero es hacer cumplir el acuerdo Fase Uno negociado bajo Trump, parte del cual incluía una serie de compromisos por parte de China de comprar varios productos estadounidenses. Como Chad Bown del Peterson Institute para la Economía Internacional ha detallado de manera comprensiva, China no ha cumplido con estos compromisos. El segundo es expandir el proceso de exclusión de negocios estadounidenses que han sido impactadnos por los aranceles impuestos por la administración de Trump, muchos de los cuales siguen vigentes. De hecho, Bown señala, “EE.UU. retiene los aranceles impuestos por el Presidente Trump, que cubren más de $135.000 millones—o 93 por cientop— de las importaciones de insumos intermedios provenientes de China”. Como mi colega Scott Lincicome también ha detallado, estos aranceles han perjudicado a la economía estadounidense, y han tenido poco impacto sobre la economía china.
Además, el proceso de exclusión ha estado lleno de retos, incluyendo las inconsistencias al documentar los requisitos de exclusión —un hallazgo de la Government Accountability Office. A pesar de estos problemas, Tai parece estar respaldando totalmente las políticas de la era de Trump, lo cual es ciertamente una causa de preocupación.
El tercer esfuerzo delineado por Tai, aquel de resaltar “preocupaciones más amplias de políticas respecto de Pekín” en torno a sus “prácticas centradas en el estado y ajenas al mercado”, reconoce la pieza ausente del original acuerdo Fase Uno. Las negociaciones deberían haber abordado quejas antiguas acerca de las prácticas comerciales de China, pero en cambio, la administración de Trump adoptó un enfoque mercantilista que parecía depender exclusivamente del modelo estado-céntrico de China, que era el problema para empezar. Obligar a Pekín a comprar productos estadounidenses nunca iba a resolver problemas estructurales en la política comercial china, pero para obtener una ganancia rápida, el antecesor de Tai, el Embajador Robert Lighthizer, se conformó con un acuerdo que parecía que estábamos obteniendo algo de China, incluso si eso no era exactamente lo que necesitábamos. En lugar de considerar un fracaso el acuerdo de Lighthizer, sin embargo, Tai intensificó esa estrategia, diciendo durante las preguntas y respuestas: “No creo que es justo decir que he caracterizado los esfuerzos de la administración anterior como un fracaso. Lo que yo diría es que esos no nos han llevado adonde necesitamos ir”. Pero el acuerdo Fase Uno no nos llevó “adonde necesitamos ir” por dos razones claves. Primero, no incluyó una discusión acerca de las preocupaciones más críticas, tales como las empresas estatales de China. Segundo, (y quizás más importante), “todo el acuerdo dependía de la voluntad de China de cumplir con sus compromisos ” y carecía de un mecanismo eficaz de cumplimiento, como lo señaló mi colega Scott Lincicome. La estructura del acuerdo estaba esencialmente destinada al fracaso. Que Tai se niegue a llamarlo un fracaso es incompresible, pero por lo menos ella reconoció que el acuerdo no logró progreso alguno en torno a los resultados importantes.
El esfuerzo final que Tai delinea es “trabajar con aliados para formar las normas del comercio justo en el siglo 21”. Ahora, esto suena mucho más caliente y tierno que cualquier cosa que Lighthizer hubiera dicho, pero las declaraciones carecían de detalles acerca de cómo exactamente nosotros nos involucraríamos con nuestros aliados respecto de China. Esto no necesariamente es algo malo, conforme EE.UU. y la Unión Europea recientemente se reunieron bajo los auspicios del Consejo Transatlántico de Comercio y Tecnología para “coordinar estrategias frente a importantes asuntos globales de tecnología, economía y asuntos comerciales; y para profundizar las relaciones comerciales y económicas a través del atlántico, basando las políticas en valores democráticos compartidos”. Estas discusiones todavía son nuevas, y todavía hay muchos asuntos que necesitan ser resueltos con la UE (¡Estoy pensando en los aranceles sobre el acero y el aluminio bajo la Sección 232!), pero este es un buen lugar para empezar. La pregunta clave es si este involucramiento con los aliados será genuino y colaborativo, o si volverermos a las tácticas de amedrentamiento de la administración de Trump. Este cambio de tono también podría simplemente ser una coartada para tomar acciones proteccionistas en el área de recursos comerciales, con las regulaciones laborales y ambientales, que serían perjudiciales para reparar los lazos transatlánticos. Sobre esto, tendremos que esperar y ver.
Mientras que EE.UU. intenta recuperar su postura luego de cuatro años de una política comercial tumultuosa dirigida vía tweets, es importante que la comunidad de políticas públicas comerciales iniciemos la conversación acerca de las formas pragmáticas de avanzar. Esto no será fácil, particularmente cuando la retórica siendo utilizada por la administración actual hace un eco tan cercano de la anterior. Pero necesitamos movernos más allá del postureo y las preocupaciones domésticas de cara a las elecciones de medio periodo para el congreso y hacia una discusión honesta acerca de cómo mantener y fortalecer el sistema global de comercio que incluye a China.
No obstante, hay cuatro razones para preocuparse. La partida de Mark Wu, asesor titular sobre China en la Oficina del Representante Comercial de EE.UU., es una perdida significativa en el departamento de China. Mientras que los expertos comerciales todos hicieron bromas en Twitter acerca de las declaraciones de Tai de que no había visto la “tarjeta de puntaje” de Chad Bown respecto de los compromisos de compra de China en vista del acuerdo Fase Uno, este es un descuido notable. Tai debe escuchar a la comunidad de política comercial de manera amplia —no solo a los intereses del Partido Demócrata. Estas discusiones también deberían estar fundamentadas en la evidencia, no en la retórica. Si la administración realmente está comprometida con el objetivo de llevar al país hacia una verdadera reconciliación, entonces no puede simplemente descartar las políticas de la administración anterior y presentarlas con una envoltura nueva como si fueran suyas. El discurso de Tai no fue la última palabra acerca de la política comercial de EE.UU. hacia China, pero si la administración no logra involucrarse con aliados y expertos pronto, nos arriesgamos a una continuación del infructuoso unilateralismo de los años de Trump.
Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 6 de octubre de 2021.