Zimbabue: El "granero de África" todavía está en problemas

Marian Tupy dice que "Con miles de millones de dólares en juego, hay un verdadero peligro de que, si el partido ZANU-PF pierde las elecciones, utilice la fuerza para mantenerse en el poder".

Por Marian L. Tupy

Hoy Zimbabue celebra elecciones parlamentarias y presidenciales regularmente programadas, las primeras bajo su nueva constitución. Robert Mugabe, el líder de 89 años que transformó el país que alguna vez fue conocido como el granero de África en un caso perdido, espera extender sus 33 años de permanencia en el poder. Pero tiene como obstáculo al Primer Ministro Morgan Tsvangirai.

Tsvangirai es un líder imperfecto que ha cometido muchos errores estratégicos, dividiendo al movimiento de la oposición en la lucha contra Mugabe. También es un hombre que, en defensa de la libertad y la democracia, ha sobrevivido numerosos intentos de asesinato (en inglés) y sufrido tanto tiempo en la cárcel como torturas. De manera importante, Tsvangirai también comprende la necesidad de libertad económica. Él sabe que para prosperar, Zimbabue tendrá que restaurar el respeto a los derechos de propiedad, cerrar las empresas estatales que pierden dinero, y mejorar dramáticamente el clima de negocios. El pueblo de Zimbabue podría hacer cosas mucho peores que elegirlo como su presidente.

Zimbabue experimentó una década miserable entre 1998 y 2008. Durante esa década, su economía se contrajo a una tasa anual de -6,09 por ciento. Sus vecinos Botsuana y Mozambique experimentaron tasas anuales de crecimiento de 3,95 por ciento y 4,94 por ciento, respectivamente. El ingreso per cápita de Zimbabue cayó de $1.640 a $661. En cambio, los ingresos en Botsuana aumentaron de $3.705 a $4.769 y en Mozambique de $1.428 a $2.400. Como consecuencia de la contracción económica, la tasa de desempleo (en inglés) de Zimbabue se elevó a alrededor de 94 por ciento en 2008. A pesar de que Zimbabue se recuperó de alguna forma del punto bajo de 2008, su economía era un 36 por ciento más pequeña en 2012 de lo que era en 1998. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas —una medida aproximada de la calidad de vida que se calcula en una escala que va del 0 al 1— vio a Zimbabue caer de 0,376 en el año 2000 a 0,345 en el año 2008. La epidemia de cólera (en inglés) en 2008 que afectó a miles y mató a cientos de personas simplemente confirmaba lo evidente: Zimbabue era un país fracasado.

Mientras que la causa inmediata de la implosión económica de Zimbabue fue la ocupación violenta y la expropiación de las haciendas que eran propiedad de ciudadanos blancos, las raíces de los problemas económicos del país eran políticas. Robert Mugabe se convirtió en Primer Ministro y después en presidente de Zimbabue en 1980. Un comunista declarado, Mugabe estaba explícitamente determinado a convertir a Zimbabue en un estado marxista de partido único. Al derrotar al gobierno de la minoría blanca en lo que alguna vez fue conocido como Rhodesia, Mugabe llegó a convertirse en el líder supremo y su partido, la Unión Africana Nacional de Zimbabue (ZANU, por sus siglas en inglés), en la única fuerza política legítima en el país. Oponiéndose a Mugabe estuvo Joshua Nkomo y su Partido de la Unión Popular Africana de Zimbabue (ZAPU, por sus siglas en inglés). Por lo tanto, en 1983, Mugabe desató a la fuerzas armadas contra los partidarios de Nkomo. Al menos 20.000 personas murieron en ese conflicto (en inglés). Luego de este sangriento episodio, el ZAPU fue obligado a fusionarse con el ZANU, formando la Unión Africana Nacional de de Zimbabue – Frente Patriótico (ZANU-PF) y Nkomo se convirtió en el vicepresidente sin poder de Zimbabue.

No queda duda de que, como liberador de la minoría negra del gobierno de los blancos, Mugabe gozaba de una popularidad considerable. A lo largo de los ochenta y gran parte de los noventa, Zimbabue gozó de una estabilidad relativa; la población pequeña pero económicamente vital de hacendados y empresarios blancos florecían sin molestias. Un componente importante del pacto entre la minoría blanca y el gobierno negro era que los primeros se abstendrían de inmiscuirse en la política de Zimbabue. La economía siguió creciendo, aunque al paso menor de 1,18 por ciento al año, y el IDH de Zimbabue llegó a un pico de 0,427 en 1990, similar al de Ruanda y Costa de Marfil hoy en día. Para el final de la década de los noventa, no obstante, la magia de Mugabe empezó a desaparecer. El crecimiento lento, un creciente desempleo y la corrupción, que inevitablemente fluye del ejercicio absoluto del poder, comenzaron a hacer efecto. En 1997, Gran Bretaña descontinuó su ayuda externa para el programa de reasentamiento de tierras de Zimbabue, que compraba haciendas a sus dueños blancos y las distribuía a ciudadanos negros, pues identificaron prácticas corruptas que incluían la entrega de las haciendas recientemente adquiridas a los compinches de Mugabe.

Una nueva coalición anti-Mugabe surgió en 1999. El Movimiento por el Cambio Democrático (MDC, por sus siglas en inglés) incluía a ciudadanos urbanos descontentos, así como también a trabajadores agrícolas negros. De manera importante, gozó del respaldo financiero de los agricultores comerciales blancos. Estos últimos estaban crecientemente preocupados por los cada vez más agresivos ataques verbales a los blancos por parte de Mugabe,  a quienes el envejecido líder culpaba de la fortuna en declive del país. Tsvangirai, el líder del MDC, que en un momento respaldó a Mugabe y fue miembro del partido ZANU-PF, era un popular líder sindical que se desencantó del gobierno de un solo hombre de Mugabe así como también de la corrupción en la élite del partido ZANU-PF.

Ese año, Tsvangirari lideró a la oposición en contra de la propuesta de una nueva constitución que le hubiese dado a Mugabe más poder y hubiese extendido su gobierno. De manera crucial, hubiese legalizado la confiscación sin compensación de la tierra que era propiedad de blancos. La economía de Zimbabue dependía considerablemente de las sumamente productivas haciendas de los blancos para la oferta doméstica de alimentos así como también para obtener ingresos por exportaciones. Tsvangirai entendió que de expropiar a los hacendados blancos, Mugabe socavaría los derechos de propiedad y arruinaría la economía de Zimbabue. El referéndum sobre la nueva constitución se dio en febrero del 2000; la propuesta de Mugabe fue derrotada con un margen de diez puntos.

Con su supremacía cuestionada y su permanencia en el poder amenazada, Mugabe decidió destruir a la oposición. Aún cuando la ley prohibía la expropiación de tierra agrícola sin compensación, Mugabe dio vía libre a la invasión de las haciendas que eran propiedad de blancos (en inglés) y miles de sus veteranos de guerra las invadieron. Muchos blancos fueron asesinados o huyeron y cientos de miles de trabajadores agrícolas negros quedaron en la indigencia. Luego utilizó a las fuerzas armadas y a la policía para remover a cientos de miles de partidarios del MDC de las áreas urbanas al demoler sus viviendas y perseguirlos hasta el campo. Finalmente, Mugabe aprobó la legislación de “indigenización” (en inglés) que requiere que las empresas que son propiedad de extranjeros entreguen al menos un 50 por ciento de sus acciones a ciudadanos negros.

El robo violento de la tierra comercial que era propiedad de los blancos tuvo resultados predecibles (en inglés). Los bancos, que utilizan los títulos de tierras como garantía para extender créditos a los agricultores, repentinamente fueron cargados con mucha deuda de mala calidad y el sistema financiero se congeló. Gran parte de los nuevos ocupantes de las tierras agrícolas no sabían sobre cultivos comerciales y volvieron, en el mejor de los casos, a los cultivos de subsistencia. Con gran parte de la tierra sin cultivar, la producción agrícola cayó marcadamente. Las empresas que procesaban y empacaban y exportaban la cosecha agrícola cerraron sus puertas. Las ganancias por exportaciones de Zimbabue colapsaron (en inglés). La escasez generalizada de productos importados, incluyendo alimentos y prendas de vestir, rápidamente siguió debido a la falta de divisas.

La inversión extranjera directa cayó de un punto máximo de $444 millones en 1998 a un mínimo de $3,8 millones en 2003. Desde que inició el acuerdo de reparto del poder y la introducción de las monedas extranjeras, la inversión extranjera directa aumentó y se mantuvo en $400 millones en 2011. Conforme se acercaba la elección, sin embargo, los inversores extranjeros se han puesto cada vez más nerviosos (en inglés). La estabilidad política y el futuro de los derechos de propiedad, debe esperarse, seguirán siendo una preocupación importante para cualquier empresa que se encuentre considerando a Zimbabue como una potencial oportunidad de inversión.

Con la recaudación tributaria en un declive oportuno, el gobierno decidió pagar a sus acreedores domésticos y extranjeros desatando la imprenta de dinero. Lo que resultó fue la segunda hiperinflación más grande de la historia. El profesor Steve Hanke de la Universidad Johns Hopkins estimó que la hiperinflación llegó a 90.000.000.000.000.000.000.000 por ciento en 2008, con los precios duplicándose cada 24 horas. Solo la Hungría de la posguerra experimentó una tasa de inflación más alta, con precios que se duplicaban cada 16 horas. La confianza de la gente en el dólar de Zimbabue se evaporó. Con el público negándose a utilizar la moneda doméstica, el gobierno se vio obligado a cambiar de dirección. El dólar de Zimbabue fue abolido y a la gente se le permitió usar cualquier moneda que desearan (en inglés). Hoy, el rand sudafricano y el dólar estadounidense son utilizados ampliamente, aunque otras monedas, como el pula de Botsuana, también están en circulación.

Bajo la presión de un colapso económico, la hiperinflación, las sanciones occidentales en contra del liderazgo del partido ZANU-PF y de sus intereses comerciales, y gracias a las maniobras diplomáticas por parte de los países vecinos en África, Mugabe accedió a compartir el poder con Tsvangirai, que se convirtió en el Primer Ministro. El MDC de Tsvangirai recibió la mitad de los puestos en el gabinete. El resto fue llenado con miembros del partido ZANU-PF. Es de crucial importancia que el acuerdo para compartir el poder de 2008 permitió que el partido ZANU-PF retuviera el control sobre las fuerzas armadas y la policía. En elecciones anteriores, Mugabe utilizó a ambas organizaciones para intimidar a las organizaciones de derechos humanos, a los periodistas y a los ciudadanos comunes y corrientes.

El partido ZANU-PF también retuvo el control de los valiosísimos recursos naturales del país. Las corporaciones estatales o relacionadas a los gobiernos de Sudáfrica, China o Rusia obtuvieron valiosas concesiones mineras en platino, diamantes, oro, cromo y níquel. Algunas de las ganancias de esas operaciones mineras son canalizadas al partido ZANU-PF, que utiliza el dinero para comprar la lealtad de la policía y de las fuerzas armadas. Con miles de millones de dólares en juego, hay un verdadero peligro de que, si el partido ZANU-PF pierde las elecciones, utilice la fuerza para mantenerse en el poder.

Mientras tanto, los ministerios controlados por el MDC han visto algo de progreso real. Considere el Ministerio de Educación, liderado por David Coltart, un político del MDC. En 2008, antes del acuerdo para compartir el poder, el país tuvo solamente 28 días completos de clases. Los profesores estaban en huelga, porque recibían su sueldo en una moneda que carecía de valor o simplemente, no recibían su sueldo. Alrededor del 98 por ciento de las escuelas fueron cerradas y 90.000 exámenes del año anterior todavía estaban sin calificar.

No había dinero para educación en el presupuesto del gobierno, y la relación de libro de texto por estudiante era de 1 libro por cada 15 estudiantes. Coltart permitió que los padres pagaran incentivos de acuerdo al desempeño de los profesores cuyos salarios, cuando eran pagados, eran apenas de $100 al mes. Hoy, incluso el profesor menos pagado de Zimbabue puede esperar ganar más de $300. Mientras que esto no es mucho —un profesor en la cercana Sudáfrica tiene un salario promedio de $1.800 al mes— esta es una gran mejora en comparación a la situación en 2008. Los profesores regresaron a trabajar. Coltart también estableció un fondo de transición para la educación que permitió que la ayuda externa se saltara al gobierno de Zimbabue y financiara al sistema educativo directamente. Deshizo un cartel doméstico para la publicación de libros de texto (en inglés) y organizó un concurso internacional que logró que el costo de los libros de texto cayera desde los cinco dólares a 70 centavos. Ahora la relación en Zimbabue de texto por estudiante es de uno a uno, la mejor en África.

Desde el acuerdo para compartir el poder, Zimbabue ha experimentado una estabilidad política relativa. No es sorprendente entonces que el crecimiento haya mejorado. Entre 2009 y 2012, el crecimiento económico promedió 7 por ciento y el PIB ha llegado a estar por encima de $6.000 millones. Algo de este crecimiento, sin duda, simplemente representa una recuperación de la situación severamente desesperanzadora de la década anterior. 

Pero aún cuando las cosas están mejorando, una pregunta fundamental todavía permanece: ¿Puede el crecimiento alto ser mantenido mientras Zimbabue siga siendo uno de los países menos económicamente libres del mundo? En 2010, Zimbabue se encontró en la posición 142 de los 144 países incluidos en el Informe Libertad Económica en el Mundo del Instituto Fraser; en 2013, tuvo la posición 172 de los 185 países incluidos en el reporte Haciendo Negocios del Banco Mundial; y se encontraba en la posición 132 de los 144 países incluidos en el Reporte de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (en inglés).

Craig Richardson, profesor asociado de economía en Winston-Salem State University en Carolina del Norte, recientemente analizó las fuentes del crecimiento económico de Zimbabue en un estudio de 2013 del Cato Institute titulado “Zimbabue: ¿Por qué una de las economías menos libres del mundo está creciendo tan rápido?” (en inglés). Según Richardson, el crecimiento de Zimbabue es en gran medida artificial y da tres razones para ello. Primero, dos tercios del crecimiento nominal del PIB se debió a aumentos en el gasto público, aumentado gracias a cientos de millones de dólares del Fondo Monetario Internacional y de préstamos chinos. Segundo, los países ricos de Occidente incrementaron dramáticamente sus infusiones de donaciones “fuera del presupuesto” a Zimbabue, y esta ayuda externa ahora constituye alrededor de 9 por ciento de su PIB. Tercero, la economía de Zimbabue se está volviendo cada vez más dependiente de la producción y exportación de productos primarios minerales, que han experimentado alzas rápidas de precios a nivel mundial.

Adicionalmente, Richardson ha calculado que entre 2008 y 2011, por cada $1 pagado a prestamistas internacionales, Zimbabue tomó $11 adicionales en deuda nueva.

Esa no es una base sólida sobre la cual construir un crecimiento y prosperidad a largo plazo. Lo que Zimbabue necesita desesperadamente son reformas estructurales incluyendo la simplificación del sistema tributario, la des-regulación de los mercados laborales y de productos, y la privatización de empresas estatales que generan pérdidas.  Más que todo, el pueblo de Zimbabue necesita encontrar una forma de restaurar el Estado de Derecho y el respeto a los derechos de propiedad. Por décadas, los líderes de Zimbabue se han beneficiado de monopolios estatales y para-estatales, de la venta de permisos y licencias, y del robo y el fraude. Mientras tanto, la mayoría de los ciudadanos del país están sufriendo. Por eso es que el partido de Mugabe nunca podrá ser un socio confiable para reformar la economía del país. Solamente una verdadera ruptura con el pasado le permitirá a Zimbabue embarcarse en la ruta hacia una tasa de crecimiento alta y sostenida.

Este artículo fue publicado originalmente en Foreign Policy (EE.UU.) el 26 de julio de 2013.