¡Viva la competencia tributaria!
Ian Vásquez dice que la reducción de la tasa del impuesto corporativo en EE.UU. desatará una saludable competencia internacional, así como también lo hará la eliminación de sus sistema tributario global.
Por Ian Vásquez
EE.UU. está por impulsar una competencia internacional saludable respecto a impuestos. El gran cambio que propone la reforma tributaria, que se debate en el Congreso, será la reducción del impuesto corporativo de 35% a 20%. Esto tendrá un impacto sobre los flujos internacionales de capital, las inversiones transfronterizas de las empresas y las tasas impositivas de países alrededor del mundo.
Hace tiempo que EE.UU. tendría que haber hecho esta reforma. El país tiene la cuarta tasa impositiva corporativa más alta del mundo y la más elevada entre los países desarrollados. Cuando se toman en cuenta los impuestos a las empresas a nivel estatal, su tasa sube a 39%, según el Tax Foundation.
EE.UU. está bastante atrasado en esta materia. La tasa corporativa promedio en Europa es de 18% y la de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) es de 24%. EE.UU. no solo desalienta de esta manera la inversión, sino que también es uno de los pocos países del mundo que aplica un sistema tributario global. Es decir, las autoridades estadounidenses también gravan las ganancias de las empresas estadounidenses fuera de EE.UU. si ese dinero regresa al país. Eso alienta a que las empresas estadounidenses se domicilien en otros países. De esa forma, EE.UU. pierde tanto la inversión como los ingresos impositivos que tenía. La reforma tributaria eliminaría ese sistema global sinsentido.
Todo eso es una buena noticia para EE.UU. y para el mundo. La competencia tributaria disciplina hasta cierto punto a los políticos y a los gobiernos cuyos incentivos siempre los llevan a gastar cada vez más dinero. El gasto público y la deuda en los países ricos y en buena parte del mundo en desarrollo se han disparado muy por encima del punto óptimo para lograr un alto crecimiento y cubrir las funciones básicas del Estado. El no poder mantener altas tasas impositivas les pone ciertos límites a los políticos.
En la medida en que los países empiezan a reducir sus altos impuestos, otras naciones empezarán a hacer lo mismo, si es que quieren mantener sus fuentes de riqueza y estimular el crecimiento. Ocurrió así hace más de tres décadas cuando EE.UU. bajó el impuesto a la renta marginal máximo de 70% a 28%, y cuando el Reino Unido hizo algo semejante. Los impuestos alrededor del mundo empezaron a caer notablemente. Lo mismo ha ocurrido respecto a los impuestos corporativos. En 1980 la tasa global promedio era 39%; hoy está en 23%.
La reducción de tasas impositivas en la era de la globalización ha coincidido con el aumento notable del bienestar humano alrededor del mundo. Es parte de la apertura económica que además ha reducido la desigualdad global.
Con la reducción venidera de la tasa corporativa estadounidense, podemos esperar un incremento de flujos de capital y de inversiones hacia EE.UU. Habrá mucha más competencia tributaria internacional y el Perú no se debe quedar atrás. Desafortunadamente, tanto Sudamérica como África son las regiones con las tasas corporativas promedio más altas del mundo. México tiene una tasa de 30%; Brasil de 34%; Colombia de 34%; Chile tiene de 26% —que todavía es más alto que 20% y ha estado en aumento (en 2010 estaba en 17%)—.
El Perú no se salva. Su tasa corporativa es casi 30%. Ante esta competencia internacional, y por el bien del país, se debe reducir. Tendrá el efecto de disciplinar un poco a los políticos peruanos y de estimular la economía sin que caigan los ingresos impositivos en el largo plazo, tal como ha ocurrido en otros países.
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 12 de noviembre de 2017.