Vicente Fox recibe malos consejos: ¿Dónde quedó la promesa de alto crecimiento?
por Roberto Salinas-León
Roberto Salinas León es presidente del Mexico Business Forum.
Ese fue el canto que se escuchaba de la amplia multitud reunida alrededor de Vicente Fox, en el centro de la capital, durante la madrugada después de las elecciones presidenciales del 2 de julio. El reclamo se ha convertido en un tema popular entre millones de ciudadanos frustrados con tres décadas de deuda, devaluación y derroche.
Ese fue el canto que se escuchaba de la amplia multitud reunida alrededor de Vicente Fox, en el centro de la capital, durante la madrugada después de las elecciones presidenciales del 2 de julio. El reclamo se ha convertido en un tema popular entre millones de ciudadanos frustrados con tres décadas de deuda, devaluación y derroche.
Uno de los compromisos más celebres el programa de campaña de Fox fue la idea de lograr el alto crecimiento con estabilidad de precios como una receta segura para elevar el bienestar de la población. Sin embargo, el principal asesor económico de Fox, Luis Ernesto Derbez (favorito para asumir la Secretaría de Hacienda) ha calificado esas promesas con el acostumbrado gradualismo bien conocido por el pueblo mexicano. El Sr. Derbez dice que la proyección original de 7% de crecimiento, basado en aumentos sistemáticos de productividad, no se podrá lograr sino hasta el 2004.
La luna de miel política de la nueva administración brinda una oportunidad singular para embarcar, de inmediato, sin titubeo, en las reformas estructurales necesarias para alcanzar el alto crecimiento durante los próximos seis años. La retórica de "no se puede" hasta después, y sólo si todo permanece igual, es una receta segura de fracaso económico.
Derbez comparte la visión convencional de que la economía mexicana está creciendo demasiado rápido, y que la demanda interna requiere un aterrizaje para evitar futuros desequilibrios. La economía creció al 7.8% en el primer semestre, mientras que el consumo interno registró una cifra de crecimiento formidable de 11.9%. Se prevé que el crecimiento cierre muy por arriba del objetivo original de 4.5%. Asimismo, la inflación continua en gradual descenso y el tipo de cambio se ha mantenido estable ante nuevos flujos de capital. La inversión fija bruta ha observado un incremento anualizado de 11%, con la instalación de nuevas plantas, equipo y proyectos comerciales, mientras que la inversión extranjera directa aumentará a más de 12 mil millones de dólares al cierre del año, comparado con 10.6 mil millones el año anterior.
Sin embargo, los criterios económicos oficiales presentados por el equipo de la próxima administración para el 2001 proyectan una desaceleración del crecimiento de 4 a 4.5%, un déficit público (no ajustado) de 0.50% del PIB, y una inflación del 7%. Estos criterios reflejan la clásica lógica de austeridad diseñada para enfriar la economía ante temores de "sobrecalentamiento." Los campeones de la austeridad afirman que la brecha fiscal debe eliminarse, sea como sea, lo que típicamente significa una nueva ronda de impuestos y mayor recaudación tributaria con el fin de evitar un déficit en las cuentas públicas. La versión de austeridad del Sr. Derbez conlleva mecanismos para redistribuir los patrones de consumo, a través de la eliminación de exenciones tributarias en alimentos y medicinas, con el fin de canalizar mayores recursos hacia el gasto social y un nuevo programa de micro-crédito.
El origen de temores alrededor del sobrecalentamiento es la idea, repetida en todos lados desde el banco central al FMI a los flamantes analistas, que el "consumo privado sobrepasa la capacidad de oferta de la planta productiva." Si esta tendencia continúa, nos dice este coro de desaceleración económica, habrá desequilibrios en el futuro. Pues sí, sin duda. Nuevos flujos de capital y mayor demanda basada en nuevas inversiones, en exceso de la capacidad de oferta, en una economía abierta, se traduce en mayores importaciones, junto con aumento del salario real-un fenómeno que la economía vive en la actualidad. Revivir temores anormales sobre el crecimiento del déficit externo condenaría al país a la mediocridad económica en nombre de falsas modas macroeconómicas. En las palabras de Manuel Sánchez, economista-en-jefe de BBVA-Bancomer, "México necesita buenos tiempos económicos, y ello significa un déficit comercial."
El mito del sobrecalentamiento tendría alguna base en la realidad si el nivel de crecimiento fuese resultado de expansionismo monetario o fiscal. La tasa de inflación va a la baja, si bien lentamente, por lo cual un ajuste fiscal, si es interpretado como recorte o racionalización en el gasto público, de ninguna forma califica como un desacelerador efectivo de actividad económica. Esa medida bajaría el riesgo país, lo cual generaría nuevos flujos de capitales, y a la vez permitiría liberar recursos que entonces podrían encontrar uso productivo en el sector privado. ¿Qué recomendarían entonces las voces de austeridad ante los nuevos desequilibrios externos? ¿Un rediseño fiscal? ¿Una depreciación del tipo de cambio?
Asimismo, una política monetaria agresiva para garantizar la estabilidad de precios también estimularía nueva inversión, bajaría las tasas de interés, e inyectaría dinamismo al mercado de crédito-factores, todos, que se traducen en nuevas oportunidades de crecimiento. Hasta ahora, sin embargo, el equipo económico de Fox ha abanderado las tesis de gradualismo y desaceleración económica del banco central, a la vez que ha descartado el entusiasmo anterior con la reforma monetaria radical. De hecho, ocasionalmente se escuchan comentarios de que se buscará una paridad que logre "estabilizar las cuentas externas"-algo que nadie sabe exactamente qué significa.
El reto foxista no es interpretar los buenos tiempos como evidencia de un futuro mal, sino fortalecer la potencialidad de crecimiento y productividad de la economía vía una segunda ola de reformas: reforma fiscal integral, apertura el los sectores de energía y electricidad, desregulación de las leyes laborales, y un clima de verdadera estabilidad de precios. Sin embargo, el primer objetivo de la agenda del Sr. Derbez parece ser la re-estructuración del aparato tributario para consolidar los fondos que permitan facilitar un mayor gasto social.
Esta posición encaja bien con la melodía política de combatir la pobreza vía gasto social, pero representa una postura muy alejada del ambicioso marco de alto crecimiento y cambio estructural desarrollado en la larga campaña de 1000 días hacia Los Pinos. Un reciente estudio del Banco Mundial concluye que la política más efectiva para mitigar la pobreza es el alto crecimiento sostenido y la desinflación rápida. De hecho, la implementación de la larga lista de reformas pendientes podría duplicar el monto de inversión extranjera directa anual a los $24 mil millones de dólares-otra meta que ha propuesto el presidente electo. Sin embargo, esto detonaría ruidos de alarma en los cuarteles obsesionados con las estadísticas externas, la apreciación cambiaria, el aumento de los salarios reales y más de esa maléfica demanda interna que, por último, es un simple reflejo de un mejor nivel de vida. Quizá deberíamos convencer a Standard & Poor's de posponer el inminente grado de inversión para ayudar la causa de la austeridad.
Sin duda, Fox y su equipo podrían estar fingiendo que tenemos una economía convencional para facilitar una transición ordenada del poder y así asegurar la aprobación de la ley de ingresos para el 2001. Ojalá. Por ahora, sin embargo, señales mixtas en la política económica y una peligrosa retórica de austeridad han desinflado el entusiasmo original que repaldaba políticas dirigidas a lograr un alto crecimiento con estabilidad. Esta es una combinación que los mexicanos no han disfrutado en más de treinta años, y que explica el histórico reclamo popular que el presidente electo escuchó en su primera aparición pública después de su victoria electoral, cuando los votantes le gritaron: "no nos falles."