Venezuela y la cuarta revolución industrial
Jesús Renzullo dice que Venezuela podría reconstruirse relativamente rápido si emulara la apertura comercial y financiera y el respeto a las libertades individuales que permitieron el "milagro económico" de Corea del Sur.
Por Jesús Renzullo
...un país como Venezuela, para con el cual la naturaleza ha sido pródiga y generosa…, con una administración inteligente y eficaz, disfrutaría de una riqueza sin precedentes, que alcanzaría a todos y eliminaría la pobreza
-Henrique Pérez Dupuy, “Escritos con espíritu liberal”
Venezuela, para la época, se encuentra en una situación precaria, por decir poco. De acuerdo con las cifras del Observatorio de Gasto Público de Cedice Libertad, la inflación del año 2018 fue de 218.733% y es la cifra más baja estimada. Expertos como Heberto Alvarado afirman que tenemos un rezago de diez años en el área de telecomunicaciones. Los reportes de fallas de los servicios básicos incluido agua, transporte y electricidad son comunes y su solución suele tomar meses, o incluso años. Peor aún, nuestra industria petrolera, principal fuente de divisas del país, está produciendo a niveles de 1950, un récord en la baja de producción. Nuestros campos no están produciendo suficientes alimentos, nuestras empresas mineras y metalúrgicas están paralizadas. En general, nuestro aparato productivo está derruido, todo gracias a una sistemática política de expropiación y ataques a la propiedad privada.
Para poder restaurar nuestras capacidades de hace 15 años, en situaciones normales, tendríamos que recorrer un largo camino. Pareciera que estamos destinados, al menos en los próximos años, a concentrar nuestros esfuerzos en reducir ese desfase que tenemos respecto al resto del mundo. Este panorama es simplemente desolador. Pero, afortunadamente, no es el panorama que tendremos que vivir, siempre que permitamos que las nuevas tendencias tecnológicas nos ayuden a recuperar nuestra productividad rápidamente.
Actualmente, gracias a las nuevas tecnologías producto de la cuarta revolución Industrial, los individuos son capaces de, con menor capital y mayor rapidez, restaurar las capacidades productivas y la infraestructura tecnológica de los países, incluso llevándolas a la vanguardia tecnológica en tiempo récord.
Esta afirmación va más allá de simples esperanzas carentes de basamento. Ya la historia nos ha demostrado que la fuerza conjunta de la libertad y la tecnología puede hacer maravillas por un país, incluso si presenta un atraso considerable con respecto a otros. Uno de los casos más emblemáticos es Corea del Sur.
Corea del Sur era un pequeño país que para 1953 se encontraba destruido. La guerra de Corea (1950-1953) había demolido la poca infraestructura que tenían y había dejado a la población en una situación de emergencia típica de los Estados que salen de un conflicto armado. Las declaraciones del General McArthur, militar estadounidense y encargado de la defensa de Corea del Sur entre 1950-1951, luego de ver lo que la guerra le había causado a este país fueron: “Este país no tiene futuro. Este país no será restaurado ni siquiera en 100 años”.
Corea del Sur se encontraba en una situación deplorable. Con un PIB per cápita de 82 dólares para 1961, una esperanza de vida de 55 años, una fuerte dictadura militar como gobierno y una economía centrada en los sectores agrícola, maderero y pesquero, no era extraño insinuar que Corea jamás podría llegar a ser un país desarrollado. Parecía que, si existía un Dios en el cielo, no le sonreía a la península coreana.
Pero Corea del Sur comenzó a levantarse rápidamente a partir de los años sesenta. Mientras que la década de los sesenta y setenta se aprovecharon para resolver problemas como la falta de carreteras, la ausencia de sistemas eléctricos, la nula presencia de infraestructuras y los problemas de balanza de pagos, así como para comenzar a establecer industrias pesadas en Corea, fue a partir de los años ochenta que Seúl empezó a resplandecer como centro de desarrollo tecnológico.
Tres factores apoyaron al desarrollo del “milagro económico” surcoreano:
1. Las políticas de apertura financiera y comercial iniciadas a partir de 1982
2. El aumento de las libertades individuales producto del fin de la dictadura militar en 1987
3. El aprovechamiento de la nueva tendencia tecnológica que se estaba desarrollando en la época: la Tercera Revolución Industrial
En primer lugar, las políticas de apertura y competitividad de Corea del Sur aumentaron las capacidades ya en proceso de desarrollo de Corea del Sur. Para la década de los ochenta el gobierno coreano incursionó en políticas de apertura para aumentar la competitividad de todos los sectores. Corea del Sur quería ser competitiva con el resto del mundo, para evadir los problemas que surgieron de la política cerrada de sustitución de importaciones (SSI) en la que incurrió América Latina. Se desregularon sectores, permitiendo una mayor inversión extranjera y nacional en las ya pujantes industrias químicas y metalúrgicas desarrollándose en Corea y por supuesto, en las nuevas industrias tecnológicas que el país estaba desarrollando, imitando a su vecino japonés. Esto estuvo aunado a una serie de medidas que Corea del Sur catalogó como los “tres bajos” (bajas tasas de interés, bajos precios petroleros y el bajo precio de la moneda coreana respecto al dólar estadounidense), que les permitieron a privados de todas partes invertir fuertemente en el país en un momento en que el resto de las economías asiáticas pasaban por el desastroso “efecto dragón”.
Corea del Sur tuvo que soportar una serie de dictaduras y periodos de revueltas de ciudadanos que reducían su capacidad de desarrollo y coartaban las posibilidades de innovación. Entre 1948 y 1988, año en el cual finalmente Corea del Sur se transforma en una democracia estable, este país tuvo seis repúblicas.
El país tuvo una serie de gobiernos militares dictatoriales entre 1948 y 1980, con un pequeño experimento democrático entre 1960-1961. Revueltas populares, represión y persecución eran pan de cada día para los surcoreanos. La muerte en 1979 de Park Chung-hee, dictador que había gobernado Corea del Sur por 18 largos años, culminó en un golpe de Estado por parte de Chun Doo-hwan, que asumió por la fuerza la presidencia. Pero para 1985 comienzan las reformas en pro de un sistema menos autoritario, proceso que culminaría en la celebración de elecciones abiertas en 1987, de donde saldría victorioso Roh Tae-woo, ex-militar que había abandonado el partido de Chun Doo-Hwuan y se había lanzado como civil.
Finalmente, Corea del Sur pudo aumentar su calidad de vida de manera vertiginosa y crecer velozmente gracias a que aprovechó las tendencias tecnológicas que se estaban dando en la época, lo que algunos autores llamaron la revolución informática o la tercera revolución industrial. No es casualidad que esta época de transición a la democracia concordara con la misma época en la que Corea del Sur aumentó sus capacidades de innovación y sus exportaciones pasaron de la industria química pesada y metalúrgica a la industria tecnológica. Para la década de los 70, los principales productos de exportación eran textiles, madera y mineral de hierro. Para la década de los 80, los textiles seguían siendo la principal exportación, pero ahora se incluían hierro fundido y acero, además de electrónica. Para la década de los 90, la electrónica ocupada el primer puesto en las exportaciones surcoreanas.
En tan sólo 30 años, un país atrasado, dependiente de exportaciones agrícolas y con un gobierno autoritario, pasó a ser parte de la vanguardia de los países productores de tecnología, con alta calidad de vida y una democracia estable. Este es el espejo en el que Venezuela podría reflejarse actualmente.
Venezuela, a pesar del deterioro de su aparato productivo y de su infraestructura, no se encuentra en una situación tan precaria como en la que se encontraba Corea del Sur para los años 60. Venezuela tiene industrias pesadas ya existentes y una infraestructura de servicios y de carreteras que con suficiente inversión podrían restaurarse rápidamente. Además, las tecnologías de cuarta revolución industrial son mucho más eficientes que aquellas producidas durante la tercera, además de que su precio se hace cada vez más bajo, por lo que la inversión necesaria se reduce.
La apertura de nuestros mercados a nivel comercial y financiero y la defensa de nuestras libertades individuales pueden producir las condiciones necesarias para que nos convirtamos, en pocos años, en protagonistas no sólo de una gran democracia, como había dicho Carlos Rangel, sino también en los protagonistas de nuestro propio milagro económico.