Venezuela: El silencio es complicidad
Cristina López G. dice que Rodrigo Diamanti, fundador de la organización Un Mundo Sin Mordaza, "Como el agujerito en un buque, se volvió incómodo para la dictadura de Maduro y en obvia violación a cualquier carta de derechos humanos, fue detenido sin haber cometido más delito que el de ejercer su ciudadanía de manera incansable".
No hay nada más amenazante para un tirano que un ciudadano con convicciones de libertad expresando sus ideas y señalando los abusos de poder. No importa cuánto poder tenga una dictadura, ese tipo de ciudadanos se vuelven incómodos. Así como un agujerito minúsculo tiene la capacidad de hundir un barco enorme, un ciudadano persistente e incansable, puede derrumbar dictaduras. De ahí la importancia de la máxima ahora célebre del preso político del régimen venezolano, Leopoldo López: el que se cansa pierde.
Otro venezolano incansable es Rodrigo Diamanti, fundador de la organización “Un mundo sin mordaza”. A su corta edad ha hecho del activismo pacífico su vocación y de la defensa de la libertad de expresión en Latinoamérica su cruzada. Como el agujerito en un buque, se volvió incómodo para la dictadura de Maduro y en obvia violación a cualquier carta de derechos humanos, fue detenido sin haber cometido más delito que el de ejercer su ciudadanía de manera incansable, dándole voz a los oprimidos y velando por quitar las mordazas con las que el poder pretende callar a las voces libres.
Además de Diamanti, el servicio de inteligencia del estado venezolano se llevó a más de doscientos estudiantes y destruyó los campamentos donde pacíficamente protestaban en diferentes plazas de Venezuela. Diferentes voces dentro de la comunidad internacional, como Human Rights Foundation, han condenado las acciones del gobierno venezolano, exigiendo la pronta liberación de los presos políticos. Según el director jurídico de la organización, Javier El-Hage, las detenciones en Venezuela violan el derecho internacional pues “no persiguen un fin legítimo y se dan en el contexto de censura a la prensa y restricciones a la libertad de expresión”.
Y aún a pesar de las claras pruebas de autoritarismo y tiranía que continúa dando el gobierno de Maduro, hay quienes cobardemente callan para ser recompensados con sus subsidios petroleros. La vergüenza más grande, rayana en el descaro, proviene del silencio absoluto de los dirigentes políticos salvadoreños, muchos de ellos excombatientes de la guerrilla que sufrieron violaciones a sus derechos en su momento, a manos de la opresión oficializada y vestida de uniforme. Ellos, mejor que nadie, deberían asquearse ante los abusos de poder, contra los que en teoría luchaban. ¿O es que hay ceguera selectiva para cuando quien violenta derechos humanos paga las cuentas?
Rodrigo Diamanti ha luchado por años contra las mordazas que el poder pretende imponer sobre la sociedad civil independiente y la ciudadanía activa. Gracias en parte a su trabajo incansable, muchos de nosotros opinamos libremente. ¿Qué mejor manera de honrar el trabajo de Rodrigo que usar nuestras voces sin mordaza para exigir su pronta liberación y la de todos los presos políticos en Venezuela? ¿Qué otro punto de agenda puede ser más importante que demandar el respeto a los derechos humanos? Ojalá sepan los gobernantes latinoamericanos que el silencio, cuando los abusos son tan claros, se vuelve complicidad.