Cómo la mala gestión monetaria contribuyó a la debilidad de Maduro

Daniel Raisbeck considera que la pulverización de la moneda por parte de Chávez y Maduro contribuyó al bajo nivel de apoyo popular de Nicolás Maduro.

Por Daniel Raisbeck

El resultado de las elecciones del domingo en Venezuela es incierto. Por un lado, referirse al ejercicio como "elecciones" es poco preciso porque a la mayoría de los votantes no se les permitirá elegir al candidato de su preferencia. En 2023, el régimen chavista prohibió a la líder opositora María Corina Machado presentarse a las elecciones durante quince años. En octubre pasado, Machado ganó unas primarias de la oposición con más del 90% de los votos. El régimen impidió incluso que la sucesora elegida por Machado, la académica octogenaria Corina Yoris, se inscribiera como candidata antes de la fecha límite oficial.

La oposición tuvo que conformarse con apoyar la candidatura preaprobada de Edmundo González Urrutia, un oscuro ex diplomático de 74 años que ocupó su último cargo como embajador en Argentina en 2002. Pero los multitudinarios mítines de Machado por toda Venezuela siguen siendo el principal espectáculo de la campaña; a menudo tiene que eludir las barricadas del régimen socialista y otros impedimentos –como el encarcelamiento arbitrario de sus colaboradores– sólo para hablar ante multitudes que esperan con impaciencia.

Gracias al apoyo de Machado, González Urrutia ganará el domingo a Nicolás Maduro, el impopular autócrata socialista en el poder desde 2013. Así lo indican prácticamente todos los sondeos de opinión. La cuestión es si el régimen de Maduro aceptará un resultado adverso, o incluso si permitirá que se materialice una derrota electoral. Notoriamente, el régimen controla el Consejo Nacional Electoral, que preside un sistema de votación totalmente electrónico que ha suscitado constantes sospechas de fraude. Según Lewis Pereira, sociólogo venezolano,

"Los testimonios de exagentes de inteligencia del gobierno, que luego desertaron, indican que lo que hace el gobierno, aparte de anunciar resultados fraudulentos, es introducir cédulas falsas en el sistema. La estimación es de 4 millones de cédulas falsas. Lo que hace el gobierno, según parece, cuando quiere suministrar datos auténticos, es acomodar en varios millones los resultados".

Más allá de la posibilidad de un fraude a escala colosal, consideremos los incentivos de Maduro para dejar el poder o más bien la falta de ellos. Con el Departamento de Estado de Estados Unidos ofreciendo hasta 15 millones de dólares por información que conduzca a su detención o condena por cargos de narcotráfico, y la Corte Penal Internacional investigando a su gobierno por crímenes contra la humanidad, Maduro difícilmente puede esperar un período tranquilo en la oposición. Lo mismo se aplica, por supuesto, a sus compinches, para quienes el poder, la cárcel o el amargo exilio parecen ser las principales opciones. De ahí la reciente amenaza de Maduro de un baño de sangre y una guerra civil si la oposición gana las elecciones. De ahí también los rumores de la oferta de una amnistía a cambio de una transferencia pacífica del poder, y de los supuestos planes de Maduro de huir a Cuba o incluso a Turquía. Por el momento, se trata de especulaciones.

Mucho menos especulativas son las causas profundas de la situación actual de Maduro. Así pues, cabe preguntarse cómo el otrora formidable régimen chavista, que estaba tan seguro de su control del poder que intentó exportar su revolución agresivamente por toda la región, acabó entre la espada y la pared en su propio territorio, incluso en los antiguos bastiones regionales de Hugo Chávez. Los siguientes gráficos, relativos únicamente a la inflación y la devaluación de la moneda, proporcionarán algunas pistas.


Fuente: Fondo Monetario Internacional 

Las elevadas tasas de inflación en Venezuela durante la década de 1990 son una causa subestimada de la eventual llegada de Chávez al poder. Aun así, el plan económico "Agenda Venezuela", que Rafael Caldera puso en marcha hacia el final de su segunda presidencia (1994-1999), eliminó los déficits fiscales y redujo la tasa de inflación anual del 99,99% en 1996 al 35,8% en 1998, año en que Chávez ganó sus primeras elecciones.

La tendencia a la baja continuó durante los primeros años de Chávez en el poder. Aunque el banco central mantuvo cierta independencia, la tasa de inflación alcanzó el 12,5% en 2001, el nivel más bajo desde la década de 1980. No obstante, el gasto público se descontroló y Chávez tomó el control del banco central de Venezuela en 2007. Al año siguiente, José Rojas, que fue ministro de Finanzas de Chávez antes de convertirse en crítico, predijo que la pérdida de autonomía del Banco Central de Venezuela provocaría una crisis financiera. La advertencia resultó ser infundada.

A medida que Chávez agotaba las reservas internacionales y ampliaba la masa monetaria para financiar el gasto deficitario, la inflación aumentó inevitablemente y se mantuvo en dos dígitos. En 2013, el año de la muerte de Chávez, la inflación superó el 40% anual por primera vez desde 1997. Tampoco retrocedería de ese nivel. La tasa de inflación superó los tres dígitos en 2015. En 2017, el año en que Maduro reprimió las masivas protestas estudiantiles contra su régimen (de ahí la investigación de la Corte Penal Internacional contra el autócrata), la inflación se situó por encima del 430%. Sin embargo, esto palideció en comparación con la fase hiperinflacionaria de 2018 y 2019, cuando la inflación alcanzó más de 65.000 por ciento y 19.000 por ciento anual, respectivamente. Estos niveles de inflación estratosféricos hacen que las cifras de tres dígitos de 2015-2017 y 2020-2023 parezcan leves.


Fuente: Fondo Monetario Internacional

Es una maravilla, podría decirse, que el gobierno hiperinflacionario de Maduro mantenga actualmente niveles de apoyo superiores al 20%, según algunas encuestas de opinión.

Devaluación

Cuando Chávez asumió el poder en 1999, un dólar compraba 595 bolívares, un precio dentro de la banda cambiaria vigente desde 1996. Tras el intento fallido de derrocarle en abril de 2002, Chávez dejó que la moneda flotara libremente, inicialmente a 793 bolívares por dólar. En febrero de 2003, Chávez abandonó el efímero régimen de libre flotación, impuso controles de cambio y fijó la cotización de la moneda respecto al dólar en 1.600 para las compras, mientras que la cotización de mercado se había situado por encima de los 1.800 bolívares por dólar.

Chávez culpó a la evidente debilidad del bolívar a la gran huelga del sector petrolero de finales de 2002. Pero, como escribió el economista Ronald Balza Guanipe, el gasto público había aumentado un 50 por ciento en términos reales (más del 90 por ciento nominalmente) en un período de apenas tres años, mientras que la financiación de tal largueza con los ingresos del petróleo amplió la base monetaria y "generó presiones sobre el tipo de cambio y los precios de bienes y servicios".


Fuente: Reserva Federal de San Luis

A medida que aumentaba el diferencial entre el tipo de cambio oficial y el del mercado negro, Chávez devaluó aún más la moneda en 2004, en 2005 y en 2010 (un 50%). Dos años antes, en 2008, Chávez había eliminado tres ceros de la moneda, anunciando así el lanzamiento del "bolívar fuerte", una nueva moneda. A principios de 2013, mientras recibía tratamiento contra el cáncer en Cuba, Chávez devaluó el bolívar otro 32 por ciento. Tras la muerte de éste, Maduro devaluó otro 37 por ciento en 2016, dejando así el tipo de cambio oficial en 10 bolívares por dólar (o 10.000 según la denominación anterior).

En diciembre de 2017, la moneda venezolana había perdido el 92 por ciento de su valor frente al dólar estadounidense desde diciembre de 2000. En medio del brote hiperinflacionario de 2018, Maduro devaluó el bolívar otro 95 por ciento y lo vinculó a una nueva criptomoneda llamada Petro, supuestamente respaldada por el crudo venezolano. Con un solo dólar comprando más de 248.000 bolívares –y un modesto almuerzo vendiéndose por alrededor de 3 millones de bolívares– Maduro anunció la eliminación de otros cinco ceros de la moneda en julio de 2018 (eliminó otros seis ceros en octubre de 2021).


Fuente: Banco de la Reserva Federal de San Luis

En efecto, Chávez y Maduro habían hecho que la moneda de Venezuela no valiera nada, con vendedores ambulantes vendiendo artículos tejidos hechos con billetes de bolívares.


Fuente: Banco de la Reserva Federal de St.

Naturalmente, los venezolanos no se quedaron de brazos cruzados mientras el régimen socialista destruía una moneda nacional que antaño había sido elogiada por su estabilidad. De ahí su adopción del bitcoin y otras criptomonedas; según un informe de 2022 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Venezuela ocupa el tercer lugar en el mundo en términos de adopción de criptomonedas (con un 10,3% de la población que posee una moneda digital, sólo por detrás de Ucrania y Rusia). De ahí, sobre todo, la adopción generalizada por parte de los venezolanos del dólar estadounidense como moneda no oficial después de que Maduro se viera obligado a relajar los controles de cambio de la era chavista en 2018.

A principios de 2021, Reuters informó de que más del 50 por ciento de todas las transacciones de bienes básicos en las grandes ciudades venezolanas –y el 90 por ciento en las ciudades cercanas a la frontera con Colombia– se realizaban en dólares o euros. Steve Hanke, economista de Johns Hopkins, argumentó que el dólar se había convertido en la unidad de cuenta de Venezuela, ya que incluso las transacciones en bolívares se calculaban en dólares. Como escribí en su momento, la dolarización de facto proporcionó a los venezolanos una estabilidad monetaria muy necesaria. Hoy en día, es evidente que, aunque todavía incompleta, la adopción del dólar ha ayudado a frenar los niveles de inflación anual de más de mil por ciento, ganando así Maduro algo de tiempo (nominalmente hasta las elecciones del domingo) por lo menos.

En 1919, Vladimir Lenin dijo al Daily Chronicle de Londres que "la forma más sencilla de exterminar el espíritu mismo del capitalismo es (...) inundar el país con billetes de alto valor nominal sin garantías financieras de ningún tipo", una cita más conocida a través de la síntesis de John Maynard Keynes: "la mejor manera de destruir el sistema capitalista (es) corromper la moneda". Y sin embargo, la reciente experiencia de Venezuela –a pesar de los resultados del domingo– confirma que el debilitamiento de la moneda es también la forma natural en que un sistema socialista se destruye a sí mismo.

¿Cómo podríamos explicar de otra manera el ingreso forzado de la "República Bolivariana" en la zona dolarizada de América Latina, donde la gente elige libremente una moneda relativamente sana, muy en la tradición de los pitiyankis burgueses (más o menos "amantes de los yanquis") a los que Chávez tan a menudo difamaba?

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 26 de julio de 2024.