Vargas Llosa, el liberal

Alberto Benegas Lynch (h) dice que el reciente ganador del Premio Nobel de Literatura pertenece a la tradición liberal de Karl Popper, aquella de mantener la necesaria apertura mental para incorporar nuevos conocimientos.

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Un eje central de quienes compartimos los postulados de la sociedad abierta consiste en suscribir la firme recomendación de Karl Popper en cuanto a la necesaria apertura mental, en vista de que el conocimiento está constituido por corroboraciones provisorias sujetas a posibles refutaciones. Así, el liberalismo está siempre en ebullición en el contexto de un proceso evolutivo que no tiene término.

Mario Vargas Llosa pertenece a esta tradición, a ningún lector medianamente informado se le escapa el espíritu liberal del nuevo galardonado con el premio Nobel en literatura, quien adhiere plenamente a la antedicha visión popperiana, lo cual, de más está decir, no significa aceptar el relativismo epistemológico, por el contrario, constituye un camino fértil para incorporar nuevos conocimientos en el mar de ignorancia en la que nos debatimos. En este sentido, nada más ilustrativo que el lema de la Royal Society de Londres: Nullius in verba (no hay palabras finales) que, aplicado al caso liberal, viene a subrayar que no hay un cuerpo monolítico de opiniones sino que hay matices- habitualmente enriquecedores- todos con la intención de que sus contribuciones parten del respeto a las autonomías individuales.

Como en cualquier obra humana, en esta corriente de pensamiento hay quienes presentan contradicciones con el tronco liberal, las que suscitan los correspondientes debates...al fin y al cabo Borges (citándolo a Alfonso Reyes) enfatizaba que “como no hay tal cosa como un texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores”. Esas contradicciones a veces consolidan líneas internas y discusiones perpetuas, otras veces permiten volver a las fuentes y, las más de las veces, desembocan en una ampliación de horizontes y ensanchamiento de fronteras.

De todas las variantes del colectivismo, Vargas Llosa se rebela principalmente contra la xenofobia de las culturas alambradas que no permiten el necesario oxígeno al efecto de contrastar distintas visiones y bloquean el comercio. En sus palabras “Luchar por 'la independencia cultural', emanciparse de la 'dependencia cultural extranjera' a fin de 'desarrollar nuestra propia cultura' son fórmulas habituales en la boca de los llamado progresistas del Tercer Mundo. Que tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a mucha gente, por el airecito patriótico que parecen envolverlas”.

Su compromiso con la libertad hace que se pronuncie contra todas las dictaduras y cleptocracias disfrazadas de democracias del planeta. En una entrevista reciente se despachó con tristeza contra lo que viene ocurriendo en la Argentina. Un país que era la admiración del mundo cuando regían los principios alberdianos hasta que fueron surgiendo los nazi-fascismos y todas las variantes socialistas y socializantes desde las recetas de la CEPAL hasta el peronismo autóctono que obligaron a los argentinos a un desplazamiento macabro: de competir con EE.UU., Inglaterra, Australia y Canadá en cuanto a nivel de vida cultural y material a descender a las cavernas tercermundistas.

También Vargas Llosa acaba de reiterar las tropelías del bufón del Orinoco que tiene sumida a Venezuela en la desazón, pero señaló —con “moderado optimismo”— los avances de la oposición a pesar de elecciones amañadas en las que los autócratas de Miraflores dibujaron las jurisdicciones electorales para finalmente lograr una mayor representación parlamentaria con paridad de sufragios.

Comento al margen que me da la sensación que los encargados del campo literario en la Academia Sueca o no tienen la menor idea de la gramática elemental o la traducción ha sido disparatada en grado superlativo, puesto que el motivo por el que se le entrega el reconocimiento a Vargas Llosa es la “cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo” lo cual es a todas luces incompresible por más esfuerzos que se realicen (sobre todo aquello de “la derrota del individuo” que suena a una tomada de pelo tratándose de quien se trata). Tal cual se presenta en la lengua de Cervantes, parece la redacción de algún cómico no muy avezado cuando pretende hacer reír a su audiencia en un diálogo repleto de incongruencias o tal vez fruto de algún escribiente en pleno ataque posmoderno.

En todo caso, para celebrar la gran valía de Vargas Llosa como persona, como escritor y como liberal, recordemos que cuando comenta sobre Los Miserables de Victor Hugo invita a imaginar mundos mejores a los efectos de correr el eje del debate hacia posiciones más atractivas; de este modo subraya en La tentación de lo imposible que “Pensar y soñar sin orejeras es la manera como los esclavos empiezan a ser indóciles y a descubrir la libertad”. Es responsabilidad de cada uno el contribuir al respeto recíproco que brinda la sociedad abierta, el endosar esa tarea a otros nos recuerda el relato del célebre librero Héctor Yánover en sus memorias, cuando aquel pésimo actor que representaba una obra de Moliere al recibir rechiflas de desaprobación gritaba “¡Mi Dios! ¿Qué tiene este pueblo contra Moliere?”

Este artículo fue publicado originalmente en el Diario de América (EE.UU.) el 14 de octubre de 2010.