Una sociedad de propietarios

Por David Boaz

Una sociedad de propietarios aprecia y respeta la responsabilidad, la libertad y la propiedad. Los individuos logran liberarse de las limosnas del gobierno, convirtiéndose más bien en dueños de su propia vida y destino. En una sociedad de propietarios, los pacientes controlan el servicio médico que reciben, los padres controlan la educación de sus hijos y los trabajadores controlan sus ahorros para el retiro.

El presidente Bush quiere que EEUU sea una sociedad de propietarios. La gente sabe que los individuos cuidan más aquello que les pertenece. Aristóteles escribió: “aquello que pertenece en común a mucha gente se cuida mucho menos”. Así vemos que los dueños de casas cuidan mejor de ellas que los inquilinos. Y no es que los inquilinos sean malas personas, sino que usted se ocupa mucho más de los detalles cuando la casa es suya.

Asimismo, la amplia propiedad de los bienes fomenta la responsabilidad ciudadana. Aquellos que son propietarios se sienten más orgullosos y gozan de más dignidad y confianza. Tienen también mayor interés en la comunidad y en la sociedad. Según Geoff Mulgan, asesor del primer ministro Blair, “hay amplia evidencia tanto histórica como contemporánea que la propiedad tiende a fomentar la autoestima y las costumbres saludables, tales como actuar en base al futuro o tomando más en serio la educación”.

El gobierno de la primer ministro Margaret Thatcher vendió un millón y medio de viviendas a sus ocupantes, transformando a millón y medio de familias en orgullosos dueños de sus hogares. Ella pensaba que las viviendas serían mejor mantenidas, pero más importante aún que los dueños se convertirían en ciudadanos más responsables, con interés particular en el futuro y en la calidad de vida de sus comunidades. También pensaba que esos nuevos propietarios votarían por menos regulaciones e impuestos más bajos, políticas que mejorarían el futuro de toda la nación. Así, el Partido Laborista pronto renunció a su socialismo tradicional.

La gente también se beneficia mejorando sus conocimientos y costumbres, siempre y cuando puedan gozar del resultado de tal esfuerzo. No vale la pena mejorar nuestras habilidades si las regulaciones y licencias impiden que hagamos el trabajo que queremos o si los impuestos nos quitan gran parte de nuestros nuevos ingresos.

Hoy, 68,8% de las familias de EEUU son dueñas de sus casas y, más significativo aún, casi la mitad de las familias estadounidense son capitalistas, dueñas de acciones de empresas y de fondos mutuales. En 1983 apenas 19% de las familias eran dueñas de acciones.

La mejor manera de crear una sociedad de propietarios se logra dándole a más gente la posibilidad de invertir en acciones, bonos y fondos mutuales. Hoy, a todo trabajador se le quita 12,4% de su salario en impuestos del Seguro Social, pero ese dinero no se invierte en verdaderos activos sino para pagar las pensiones de los actuales retirados. Si queremos que cada ciudadano se convierta en inversionista, debemos permitirle depositar esos ahorros en su cuenta privada, donde el gobierno no podría meter la mano.

En la reciente campaña electoral, el senador John Kerry prometió no “privatizar” el Seguro Social y la pregunta es por qué no permitirle al trabajador invertir sus ahorros en acciones y bonos que han enriquecido a tantos de sus conciudadanos.

Otras reformas importantes son darle la libertad de escoger la mejor escuela para sus hijos, como también transferirles el control de las decisiones sobre cuidado médico que ahora están en manos de los patronos y de las empresas de seguros.

En las sociedades socialistas de Europa oriental, donde el gobierno era dueño de todo, nadie se preocupaba por el valor futuro de las propiedades, por lo que la contaminación y la destrucción ambiental fueron mucho peor que en occidente. Vaclav Klaus, primer ministro de la República Checa, mantiene que “el peor daño ambiental ocurre en los países sin propiedad privada, sin mercados ni precios”.

Otro beneficio de la propiedad privada es que difunde el poder. Cuando el gobierno es dueño de todo, el individuo no tiene protección alguna de los caprichos de los políticos. Por eso el viejo dicho: “la casa del hombre es su castillo”. La propiedad privada es esencial para la libertad de prensa. Imagínese un país donde el gobierno es dueño de todas las imprentas y del papel prensa.

Cuentas privadas de retiro y la rebaja de los impuestos a las inversiones fomentará que un creciente número de ciudadanos se convierta en dueños del comercio y la industria.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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