Una receta a la antigua para el crecimiento económico

Chelsea Follett y Marian Tupy indican que entre 1500 y 1700 la población mundial pasó de aproximadamente 600 millones de personas a cerca de 1.500 millones y que entre 1800 y 1900, el PIB por persona por día se duplicó. ¿Qué hizo la especie humana diferente?

Por Chelsea Follett y Marian L. Tupy

Con la reciente inversión de la curva de intereses que ha desatado miedos de una recesión en EE.UU. y con la bolsa de valores moviéndose salvajemente ante las negociaciones comerciales inconclusas con China, algunos se están preguntando si la expansión económica más larga en la historia de EE.UU. pronto llegará a su fin. Esas incertidumbres ponen de relieve nuevamente la pregunta de antaño que se encuentra en el corazón de la economía: ¿Qué es lo que crea riqueza?

A lo largo de gran parte de la historia de la humanidad, casi no había riqueza. Las personas eran muy pobres, y no eramos muchos. Mientras que nuestra especie tiene aproximadamente 300.000 años de edad, durante más o menos los primeros 290.000 años éramos cazadores recolectores apenas sobreviviendo. Incluso después de que el Homo sapiens adoptara la agricultura, el progreso todavía fue dolorosamente lento. Pero luego, de repente, la población explotó, y a esto le siguió un incremento marcado en los ingresos y la calidad de vida.

Entre 1700 y 1900, la población mundial aumentó de alrededor de 600 millones de personas a cerca de 1.500 millones de personas. Entre 1800 y 1900, el PIB por persona por día se duplicó. El ingreso creció más del doble en ese siglo de lo que había crecido en los anteriores dieciocho siglos anteriores sumados.

Es obvio cómo la riqueza permite que haya una población mayor, pero, ¿acaso podría una población mayor, a su vez, crear más riqueza? La respuesta es que sí —siempre y cuando se le permita a las personas innovar. La computadora o la Tablet o los teléfonos inteligentes en los cuales está leyendo este artículo son el producto de una compleja red de innovación y cooperación humana que se esparce alrededor del mundo.

Las personas han estado innovando desde que los australopitecos abandonaron los bosques africanos —portando armas primitivas— hace algunos siete millones de años atrás. Además, hemos estado especializándonos al menos desde el Homo erectus hace algunos dos millones de años atrás. De manera que, ¿qué hizo la especie diferente aproximadamente en los últimos 250 años? ¿Qué permitió a la humanidad finalmente realizar su potencial innovador de crear riqueza?

Para descifrar lo que causó la explosión de riqueza, necesitamos considerar dónde y cuándo empezó el cambio. El crecimiento económico empezó a acelerarse aproximadamente hace 250 años, primero en Gran Bretaña y los Países Bajos, luego en el resto de Europa y Norteamérica, y finalmente, en el resto del mundo. ¿Qué pasó?

Hay diferentes teorías, muchas de ellas se complementan. El economista ganador del Premio Nobel Douglass North sostiene que la evolución de las instituciones, incluyendo las constituciones, las leyes, y los derechos de propiedad, fueron instrumentales para el desarrollo económico. La economista Deirdre McCloskey atribuye la explosión de riqueza, o el “gran enriquecimiento”, a un cambio en las actitudes acerca de los mercados y la innovación. Por mucho tiempo considerados como vulgares, los comerciantes e inventores empezaron a gozar de respeto y protección institucional —lo que ella denomina “dignidad burguesa”.

Pero había un cambio más amplio en la manera en que la gente pensaba. No era solo que los ingleses y los holandeses empezaron a dejar de mirar con desdén a los tenderos y productores y empezaron a respetarlos. El psicólogo de la Universidad de Harvard Steven Pinker argumenta que el progreso últimamente está basado en los valores de la Ilustración. Él sostiene que la razón, la ciencia, y el humanismo están detrás de esta transformación.

Otro académico, Stephen Davies, cree que la innovación despegó en Europa debido a la competencia interestatal. Históricamente, imperios como el chino, el ruso, la India Mogol, el otomano, y el Irán Safayid eran tan grandes que el conflicto entre ellos terminó en un estancamiento. El principal peligro para su soberanía era la inestabilidad interna, y entonces suprimían ideas e innovaciones que amenazaban al orden tradicional en nombre de la estabilidad.

Pero Europa estaba dividida entre muchos poderes en constante conflicto, entonces las clases gobernantes no podían suprimir totalmente el progreso sin arriesgar la perdida de su soberanía. Estas clases dependían de la innovación para sostenerse en el poder, entonces permitieron que esta se de. A lo largo del tiempo, las nuevas ideas así como también un mayor inclusión en los marcos políticos y económicos permitieron que se de un aumento sostenido en los números de humanos y de su prosperidad.

Por primera vez, el individuo era soberano, la innovación era reconocida, y los derechos humanos eran (cada vez más) respetados. Hoy, la población mundial se encuentra en un punto históricamente alto aún cuando el hambre y el analfabetismo se encuentran en puntos históricamente bajos. La revolución en las ideas y las instituciones, en otras palabras, transformaron la realidad humana —para bien.

La receta básica para el crecimiento económico sigue siendo la misma hoy. Como una familia amada cocinando una receta, que ha sido pasada de una generación a otra, esta receta ha soportado la prueba del tiempo. Los políticos electos pueden ayudar a que la economía de EE.UU. continúe creciendo permitiendo que los estadounidenses innoven e intercambien. Para hacerlo, deberían eliminar y reducir regulaciones e impuestos, y las guerras comerciales también deberían acabarse.

Este artículo fue publicado originalmente en American Spectator (EE.UU.) el 16 de agosto de 2019.