Una carrera

Gabriela Calderón de Burgos señala que en las carreras de atletismo compiten personas muy distintas entre sí, pero bajo reglas iguales.

Por Gabriela Calderón de Burgos

Me gusta correr, sobre todo en una carrera con miles de personas alrededor, participando o como espectadores. Cuando participé en una carrera la semana pasada pensé en que esto de competir contra personas muy distintas entre sí, pero bajo reglas iguales es algo maravilloso, aunque sumamente políticamente incorrecto en estos tiempos de la igualdad de oportunidades o incluso de resultados.

Los participantes se presentan el mismo día a la misma hora para correr la misma distancia. Pero todos vienen de distintos niveles de preparación, nacieron con distintas habilidades o talentos, se encuentran en distintos momentos de su vida –emocional o físicamente–. En estas carreras suelo ver desde participantes en silla de ruedas, personas de 80 o de 9 años. Cuando participan, unos cojean, otros caminan, otros parecen volar. Unos corren con medias de compresión, otros con cintas kinesiológicas y demás elementos que terminan siendo como señales de traumas pasados a los que nos adaptamos o estamos en proceso de hacerlo.

Antes del inicio de la carrera, a los participantes se les informa dónde estarán ubicadas las estaciones de hidratación, nutrición y la asistencia médica, de ser necesaria. También se les da información de la ruta por seguir. Datos como la elevación, el clima y el tipo de terreno son importantes para que los participantes utilicen los zapatos y ropa adecuados, así como también para que planifiquen en qué momentos de la carrera acelerar y en cuáles desacelerar. Pero la información nunca es completa y toda carrera tiene sus sorpresas.

Durante la carrera, todos tenemos nuestras batallas. Los elementos externos como el clima, la masa de gente con la que hay que evitar tropezarse y compartir la misma ruta, etc. Si bien es una competencia individual, solo habrá un ganador de la medalla de primer lugar, lo más usual en la carrera es ver cómo perfectos desconocidos se ayudan entre sí. Hay los corredores conocidos como “ángeles” que simplemente por amor al deporte o al simple y llano prójimo van y vienen por toda la ruta repartiendo analgésicos, energizantes y palabras de aliento para los que están a punto de rendirse. También he visto personas que esperan a que llegue su compañero. Pero también nos empujamos hacia adelante incluso cuando dejamos atrás a otros participantes. Cada que un corredor te pasa es una invitación a mejorar tu “pace”, a probar si puedes ir más allá.

Al final de la carrera, lo primero para un corredor es el “PR” o récord personal. ¿Mejoré mi tiempo en comparación a las carreras pasadas? Luego vienen las comparaciones dentro y fuera de la categoría por sexo y edad y aquellas con los amigos que también participaron. Algunos alegan malestares, idas al baño, caídas, etc. Nada de eso importa, el chip de cada corredor marca el tiempo desde el punto de inicio hasta la meta final y no admite restas y sumas de tiempo según diversas eventualidades que son inevitables en cualquier carrera y para cualquier participante.

Al final, todos se sienten ganadores, habiendo compartido la persecución de una meta. Todos se enfrentaron a sus obstáculos y muchos lograron llegar al final. Quienes no alcanzaron la meta podrán levantarse e intentarlo nuevamente, habiendo aprendido de los fracasos anteriores.

Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 13 de diciembre de 2024.